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martes, 14 de septiembre de 2021

03. El yo y la apetencia


En cuanto que, partiendo de la primera unidad inmediata y pasando por los momentos de la configuración y del proceso de retorno a la unidad de estos dos momentos y, con ello, a la primera sustancia simple, es que esta unidad reflejada es otra que la primera. Frente a aquella unidad inmediata o expresada como un ser, esta segunda es la unidad universal, que tiene en ella, como superados, todos estos momentos. Es el género simple, que en el movimiento de la vida misma no existe para sí como esto simple, sino que en este resultado la vida remite a un otro de lo que ella es precisamente, a la conciencia, para la que la vida es como esta unidad o como género.

Ahora bien, esta otra vida, para la que el género es como tal y que es para sí misma género, la autoconciencia sólo comienza siendo para sí como esta esencia simple y se tiene por objeto como yo puro; a, lo largo de su experiencia, que ahora hay que pararse a considerar, este objeto abstracto se enriquecerá para ella y adquirirá el despliegue que hemos visto en la vida.

El simple yo sólo es este género o lo simple universal para lo que las diferencias no lo son en cuanto es la esencia negativa de los momentos independientes que se han configurado; por donde la autoconciencia sólo está cierta de sí misma mediante la superación de este otro, que aparece ante ella como vida independiente; es una apetencia. Cierta de la nulidad de este otro, pone para sí esta nulidad como su verdad, aniquila el objeto independiente y se da con ello la certeza de sí misma como verdadera certeza, como una certeza que ha devenido para ella misma de modo objetivo.

Pero, en esta satisfacción la autoconciencia pasa por la experiencia de la independencia de su objeto. La apetencia y la certeza de sí misma alcanzada en su satisfacción se hallan condicionadas por el objeto, ya que la satisfacción se ha obtenido mediante la superación de este otro; para que esta superación sea, tiene que ser este otro. Por tanto, la autoconciencia no puede superar al objeto mediante su actitud negativa ante él; lejos de ello, lo reproduce así, como reproduce la apetencia. Es, en realidad, un otro que la autoconciencia, la esencia de la apetencia; y gracias a esta experiencia ha devenido para ella misma esta verdad. Pero, al mismo tiempo, la autoconciencia es también absolutamente para sí, y lo es solamente mediante la superación del objeto y éste tiene que llegar a ser su satisfacción, puesto que es la verdad. Por razón de la independencia del objeto, la autoconciencia sólo puede, por tanto, lograr satisfacción en cuanto que este objeto mismo cumple en él la negación; y tiene que cumplir en sí esta negación de sí mismo, pues el objeto es en sí lo negativo y tiene que ser para otro lo que él es. En cuanto que el objeto es en sí mismo la negación y en la negación es al mismo tiempo independiente, es conciencia. En la vida, que es el objeto de la apetencia, la negación o bien es en un otro, a saber, en la apetencia, o es como determinabilidad frente a otra figura indiferente, o como su naturaleza inorgánica universal. Pero esta naturaleza universal independiente, en la que la negación es como negación absoluta, es el género como tal o como autoconciencia. La autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en otra autoconciencia.

Solamente en estos tres momentos se ha cumplido el concepto de la autoconciencia de sí: a) el puro yo no diferenciado es su primer objeto inmediato. b) Pero esta inmediatez es ella misma mediación absoluta, sólo es como superación del objeto independiente, o es la apetencia. La satisfacción de la apetencia es, ciertamente, la reflexión de la autoconciencia en sí misma o la certeza que ha devenido verdad. c) Pero la verdad de esta certeza es más bien la reflexión duplicada, la duplicación de la autoconciencia. Es un objeto para la conciencia, que pone en sí mismo su ser otro o la diferencia como algo nulo, siendo así independiente. La figura diferenciada solamente viva supera indudablemente su propia independencia en el proceso de la vida misma pero al desaparecer su diferencia también ella deja de ser lo que es; el objeto de la autoconciencia, en cambio, sigue siendo tan independiente en esta negatividad de sí mismo; y, de este modo, es para sí mismo género, fluidez universal en la peculiaridad de su propia distinción; es una autoconciencia viva.

Es una autoconciencia para una autoconciencia. Y solamente así es, en realidad, pues solamente así deviene para ella la unidad de sí misma en su ser otro; el yo, que es el objeto de su concepto, no es en realidad objeto; y solamente el objeto de la apetencia es independiente, pues éste es la sustancia universal inextinguible, la esencia fluida igual a sí misma. En cuanto una autoconciencia es el objeto, éste es tanto yo como objeto. Aquí está presente ya para nosotros el concepto del espíritu. Más tarde vendrá para la conciencia la experiencia de lo que el espíritu es, esta sustancia absoluta que, en la perfecta libertad e independencia de su contraposición, es decir, de distintas conciencias de sí que son para sí, es la unidad de las mismas: el yo es el nosotros y el nosotros el yo. La conciencia sólo tiene en la autoconciencia, como el concepto del espíritu, el punto de viraje a partir del cual se aparta de la apariencia coloreada del más acá sensible y de la noche vacía del más allá suprasensible, para marchar hacía el día espiritual del presente.


Tomado de Hegel, G.W.F. Fenomenología del espíritu

Fondo de Cultura Económica

Págs. 111-113

12 comentarios:

  1. Buenos días profe y compañeros.
    Desde la lectura comprendo la apetencia como el deseo y que este será encontrado solamente en otra autoconciencia y no en un objeto (material) independiente. Relaciono la afirmación “la autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en otra autoconciencia” con la idea lacaniana de “el deseo es el deseo del otro” en tanto se encuentran en las dos afirmaciones la expresión de un enfrentamiento que tiene lugar entre dos sujetos donde se quiere lo que el otro tiene. ¿podríamos afirmar que la autoconciencia no se relaciona con un yo sino con un nosotros? ¿estamos definidos por nuestros deseos? Pero ¿si el deseo propio esta en el deseo del otro, entonces existe algo que nos haga singulares?

    Si ponemos la relación entre el yo y la apetencia en el terreno de lo educativo valdría la pena nuevamente traer a colación la lectura de la entrada anterior para cuestionarnos sobre la idea bastante difundida de la igualdad entre maestro y estudiante, pues si se forma la autoconciencia solo en otra autoconciencia y suponemos que la apetencia se encuentra avocada sobre esa otra autoconciencia ¿Qué sucede con el deseo en la idea de “igualdad” entre maestro y estudiante?

    Del texto me surgen los siguientes cuestionamientos: ¿a qué hace referencia la negación de sí mismo? Al final del texto, se manifiesta que es en la autoconciencia donde la conciencia se aparta de lo sensible y de lo suprasensible para dirigirse al espíritu del presente, desde la perspectiva del autor ¿Cuál es el espíritu al que se refiere el autor?

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    1. María Camila, gracias por tu comentario

      La apetencia se puede tomar como dices: como el deseo. Pero vamos a necesitar una definición precisa de ‘deseo’, porque hay varias maneras de inclinarse hacia el objeto. Un niño puede hacer muy rápido las divisiones para poder quedar libre y hacer lo que quiere, para ganarle a los compañeros, para congraciarse con el profesor, o porque le gustan las matemáticas. ¡Cuántas posibilidades! De manera que no hay que apresurarse a celebrar los “logros”, porque no sabemos desde qué postura se alcanzan. Entonces, llamemos ‘intencionalidad’ a esa apetencia en sentido fenomenológico, es decir, NO como “voluntad”, sino como orientación al objeto.
      De acuerdo contigo en que se puede relacionar la afirmación “la autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en otra autoconciencia” con la idea lacaniana de “el deseo es el deseo del otro”. Sólo que en la frase de Lacan hay que matizar la palabra ‘deseo’. Yo diría ‘anhelo’, en el sentido de que si la autoconciencia alcanza su satisfacción en otra autoconciencia, entonces los objetos adosados al otro forman parte de ese reconocimiento y, en consecuencia, uno anhela esos objetos. Pero no es exacto hablar ahí de ‘deseo’, pues en cuanto cae el interés por el objeto en uno, también cae en el otro. De ahí la idea de “el deseo es el deseo del otro”. El problema es que usaremos la palabra ‘deseo’ para hablar de una inclinación hacia el objeto que requiere trabajo y, en algún momento, ya no depende del otro.
      En relación con tu primera pregunta, la autoconciencia, en cuanto resultado, se relaciona con un ‘nosotros’, efectivamente. Es necesario, entonces, entender ese proceso, que es lo que hace Hegel en “La fenomenología del espíritu”, que es el libro de donde sacamos la cita que constituye la entrega 3.
      Te preguntas si estamos definidos por nuestros deseos. Con lo dicho atrás, yo diría que sí, retocando la frase un poco: estamos definidos por nuestra manera de inclinarnos hacia los objetos (lo que incluye al otro). Ahora bien, a escala del reconocimiento (“el yo es nosotros”), el anhelo es el anhelo del otro y todo el tiempo estamos buscando con quién identificarnos y codiciando los objetos del otro. Entonces, la singularidad por la que preguntas, no se produce a ese nivel. Estamos en el nivel ‘imaginario’ y faltan otros dos…
      Creo que caíste en cuenta de algo muy importante: la idea de igualdad entre maestro y estudiante SE PRODUCE EN EL NIVEL IMAGINARIO, nivel que se supone que la educación trascendería, introduciendo un factor de desigualdad: el saber.

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  2. En comentarios pasados, se me dijo que, para comprender un concepto "[...]—según la epistemología— los conceptos se inter-definen" , entonces estaríamos autorizados a preguntar: qué hay de las "duplas" que podemos derivar del texto de Hegel (Unidad-fragmentación); (consciencia-inconsciente); (vida-muerte), (esencia-accidente), etc,. Más aún, creo que, en tanto la epistemología permite que los conceptos se interdefinan, me pregunto qué pensaría y (de acuerdo con el 'principio de caridad', por ejemplo) qué deduciría epistemológicamente el lector si hiciera este ejercicio, una especie de brevísima "antifenomonología de la materia":

    En cuanto que, partiendo de la última unidad fragmentada y sin pasar por los momentos de la configuración y del proceso de un supuesto retorno a la unidad de estos dos momentos y, con ello, a la ilusión de una primera sustancia simple, es que esta falsa unidad reflejada no es otra, que ella misma, última, 'única' y fragmentada. Frente a aquella unidad fragmentada o producida como devenir, no hay alguna "segunda" unidad universal, que tuviera en ella, como superados, todos estos momentos por lo demás innecesarios. Es la particularidad compleja, que en la inercia de la vida misma existe en sí como esto complejo, y en este resultado la vida NO remite a un otro de lo que ella es precisamente, lo inconsciente, para lo que la vida muta como esta fragmentación o como partícula.
    Ahora bien, esta Misma vida, para la que la particularidad es como tal y que es en sí misma pura particularidad, la no-autoconciencia sólo se garantiza deviniendo en sí como este accidente complejo y sujetándose como inconsciente puro; a, lo largo de su in-experiencia, que no tiene caso pararse a considerar, esta sujeción concreta se enriquecerá dentro de ella y desbordará un despliegue que nunca hemos, conscientemente, visto en la vida.
    [...]Aquí está potente ya para nosotros el concepto de la materia. Inmediatamente viene en el inconsciente la in-experiencia de lo que la materia deviene, este delirio relativo que, en determinación y dependencia de su univocidad, es decir, de indistintos inconscientes de sí que devienen en sí, es la unidad misma: el ello es el ustedes y el ustedes el ello. El inconsciente sólo tiene en la cancelación de una autoconciencia, como el concepto de la materia, el punto de viraje a partir del cual se compromete con la realidad decolorada del el más acá sensible y el alba lleno del más allá suprasensible, para marchar hacía el día material del porvenir.

    De acuerdo a la tentativa anterior (aún cuando sea epistemológicamente débil y carente de poder), ¿sería lícito preservar las conclusiones anteriores, considerarlas seriamente, es decir, pensarnos una auténtica unidad sin contraposiciones, sin autoconsciencias, sin apetencia; y por vía de un factor material, no empírico e inconsciente? o será, más bien, que ¿en tanto "La formación NO puede ser entre iguales" y, dado que no puedo me equiparar con Hegel, entonces este ejercicio quedaría descartado por el mero empuje de la autoridad de quien yace regente en el seno del saber, la formación y la historia?

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    1. Chaira, gracias por tu comentario

      Entiendo que los conceptos se inter-definen, pero no en duplas: una teoría no cabe entre ‘unidad’ y ‘fragmentación’. Las duplas quedan integradas en las redes de conceptos, que es donde se verificaría la inter-definición. En psicoanálisis, por ejemplo, ‘consciente’ también se relaciona con ‘pre-consciente’. E ‘inconsciente’, que se relaciona con ‘consciente’, también se relaciona con pulsión, etc., etc.
      Entonces, hay suposiciones que se desprenden de un entramado conceptual y otras que no. Objetar las que no se desprenden de un entramado conceptual nos introduce en una dirección que no tiene el horizonte de la comprensión; y ante su anfibología, cualquier cosa se puede decir. Y así es la vida cotidiana: se usan retazos de conceptos, porciones de sentido común. Pero acá estamos tratando de entender, para responder si es posible formar a través de las plataformas de TIC.
      Creo que la actividad conceptual establece unos puntos de partida, sobre los cuales también es posible volver, por supuesto; establece unos conceptos y unas reglas del juego, sobre las cuales también es posible volver, por supuesto; y luego hace afirmaciones sobre el objeto; y hay unos interesados, que juegan con esas cartas y que se preguntan si los enunciados se desprenden, efectivamente, de las condiciones puestas. Y a veces esos enunciados invitan a remirar las condiciones puestas para hacer enunciados.
      Ahora bien, todo esto presupone la construcción —no detección— de un objeto abstracto-formal. De manera que de idéntico “fenómeno” se pueden desagregar asuntos propios de disciplinas distintas. Ejemplo: la educación y las investigaciones que sobre ella pueden hacer disciplinas como la sociología, la antropología, la historia, la psicología, el psicoanálisis, etc.
      Y, para completar, también hay quien no conoce las reglas del juego en cada una de esas disciplinas y va directo a los enunciados.
      Por todo esto, la pregunta es ¿desde dónde hablamos?
      Yo hago una propuesta y puedo explicitar desde dónde hablo. Pero, por supuesto, hay otras maneras de recortar los objetos de conocimiento. ¿Hasta dónde pueden tributarle a la comprensión esos diferentes recortes?

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  3. El fragmento de Hegel quise relacionarlo con algunos aspectos mencionados en la sesión de clase sincrónica, desarrollada en el seminario, para lo cual tomo algunas citas textuales del fragmento publicado en el Block, siendo estas: “partiendo de la primera unidad inmediata y pasando por los momentos de la configuración y del proceso de retorno a la unidad de estos dos momentos y, con ello, a la primera sustancia simple, es que esta unidad reflejada es otra que la primera” Vemos la unidad reflejada del yo en un espejo como unidad inmediata en la que el sujeto le permite identificarse y empezar a diferenciarse en cuanto a su desarrollo cognitivo con otros animales, como el chimpancé. Teniendo en cuenta otro apartado, “la autoconciencia sólo comienza siendo para sí como esta esencia simple y se tiene por objeto como yo puro” La autoconciencia es un factor que nos diferencia de los animales, teniendo en cuenta que en algunos casos los animales superan al humano en cuanto al desarrollo biológico y algunas habilidades provenientes de su herencia cultural. Pero, es el espejo quien le permite al ser humano reflejarse y crear concepciones dentro de sí mismo y como se menciona en otro apartado del fragmento de Hegel “la autoconciencia no puede superar al objeto mediante su actitud negativa ante él; lejos de ello, lo reproduce así, como reproduce la apetencia” ahí permite inferir que se presenta una Persecución o envidia por lo que otros sujetos tienen (y que eso le hace falta a él) y no están conformes hasta poseerlo

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    1. César Augusto, gracias por tu comentario

      Me gusta mucho que puedan estar también en las sesiones sincrónicas. Pero, como hay otros que sólo trabajan aquí en el blog, tendremos que especificar aquello de lo que estamos hablando cuando nos refiramos a asuntos de aquellas sesiones.
      Allá, cuando hablamos de “reconocimiento”, estamos pensando en Hegel, aunque no lo hayamos mencionado mucho, pues estamos atando la reflexión al texto de Lacan (el cual, a su vez, estaba encantado con la “Fenomenología del espíritu”, a través de la introducción que hacía Kojève del filósofo en Francia).
      Cuando la “primera unidad” requiere dar una vuelta por lo otro, ya no es la misma en el momento en que regresa… si es que estamos pensando en el sujeto de la “apetencia” y no en un sujeto cognitivo. Así mismo, como planteas, una cosa es la fragmentación que está ante el espejo y otra cosa el sujeto constituido a partir de volcarse sobre la imagen.
      Traes otra cita de Hegel que se refiere al proceso: al comienzo, la autoconciencia es para sí una esencia simple, yo puro; pero después está referida al otro. La comparación con los animales no nos permite postular el primer momento, en tanto autoconciencia, pero sí deducir que el reconocimiento, producido por la precipitación sobre la imagen (que puede ser la del espejo o la de un semejante), es el que nos permite romper la curva de desarrollo biológico y crear esa herencia cultural de la que no disponen los animales.

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  4. Partiendo de el “YO” que es la unidad inmediata, la apetencia refleja el yo, donde la apetencia es una unidad universal y ese resultado nos remite a la conciencia, para la que la vida es una unidad. Entonces la conciencia se convierte en autoconciencia siendo simple y se convierte en yo puro; dónde esta, se enriquece para ella misma y se despliega poco a poco. Además, la autoconciencia supera al yo como vida independiente; es decir, una apetencia aniquila el objeto “el yo” y da la certeza verdadera y se convierte en objetivo. Por tanto, la autoconciencia no supera al yo con actitud negativa ante él, los reproduce cómo multiplica la apetencia. Por independencia del yo la autoconciencia logra satisfacción cuando el yo se niega a sí mismo, pues el yo es en sí lo negativo y en la negación es al tiempo independiente, es decir, consiente. En la vida la apetencia es un determinante ante una figura indiferente, siendo universal independiente y la autoconciencia solo se satisface en otra autoconciencia; cumpliendo 3 momentos así:

    el puro yo no diferenciado en su primer objeto inmediato

    mediación absoluta donde la satisfacción de la apetencia es reflexión de conciencia

    es una reflexión duplicada de autoconciencia, es autoconsciencia viva.

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    1. Mayra, gracias por tu comentario

      Me encanta tu esfuerzo por entender. Estoy de acuerdo con tu aproximación, de la que deduzco que no somos de entrada un sujeto cognitivo, que hacemos un esfuerzo que tiene que ver con nuestra propia configuración y que, en ese proceso, entra el otro.
      Digo, tangencialmente, que el saber no es un derecho, sino una posibilidad para quienes hacen el esfuerzo. Y la educación tiene apoyo en ese trabajo del docente. Cuando no hacemos eso, la educación pierde su apoyo y se convierte en otra cosa. Y entonces empezamos a llenar el ámbito institucional (que ya no sería propiamente una escuela) de una serie de discursos que no le tributan a la formación. Con certeza le tributan a otras cosas, claro, pero difícilmente a la formación.

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  5. Cordial saludo,
    El yo y la apetencia dos términos que desde lo que plantea el autor son difícil o quizá confusos de comprender uno del otro.
    La comprensión que se da del yo como un ser y de la apetencia como el deseo, para luego involucrar la autoconciencia como esa forma de enriquecer el ser (yo) y el deseo (apetencia) en la vida del mismo, desde las particularidades del objeto, es decir que el deseo de lo inmaterial es algo particular que contribuye al ser como una satisfacción desde la superación de la verdad mediada por una ‘actitud negativa’ pero independiente del objeto y a partir de esto quisiera llevara colación como estos conceptos se involucran en la educación; entendiéndolo como, el ser como todo aquello que pertenece a la educación y la apetencia lo que se desea llegar a ser con la misma desde las particularidades de cada sujeto ¿Estaría bien esa relación según la forma en que el autor desarrolla estos conceptos? Así mismo surge otro interrogante ¿De qué manera favorece la apetencia en los procesos educativos?

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    1. Alejandra, gracias por tu comentario

      Partamos de que el texto es muy difícil. Hay miles de personas que, desde 1807 intentan entenderlo. Pero estamos aprendiendo y para eso discutimos nuestras interpretaciones.
      Ahora bien, si de entrada uno comprendiera un ‘concepto’, no habría habido un esfuerzo teórico al postularlo. Es lo que pasa con las ‘nociones’: ante una propaganda, ante una consigna política, ante las medidas del MEN… ¡entiendo todo! Pero no pasa igual con las categorías de la antropología, de la química, de la semiótica, de la trigonometría… En ese sentido, si no entiendo de semiótica, por ejemplo, no puedo decir que el concepto de “homodiegético” sea confuso; más bien me toca decir que no lo entiendo; y, si lo quiero entender, me toca ponerme a estudiar esa disciplina. Como he dicho en otros comentarios, los conceptos de definen entre sí, forman una red; de manera que, si quiero comprender uno de ellos, me veo obligado a meterme en esa red. Con todo, un concepto ¡puede ser confuso!, pero entonces me toca demostrarlo, dando cuenta de su lugar en esa red.
      En consecuencia, no puedo hacer equivaler las ideas que ya tengo con los conceptos nuevos, porque entonces ese nuevo saber no me estaría enseñando nada, ya que coincidiría con lo que ya sé. Por ejemplo, el ‘yo’ y la ‘apetencia’ de Hegel no tienen por qué coincidir con lo que traemos espontáneamente (o con conceptos de otras teorías). Así, cuando Hegel dice que una autoconciencia aparece como efecto de un reconocimiento, ese ‘yo’ es una especie de ‘yotro’… ¡que es una idea que no estaba en nuestro arsenal de nociones, antes de leer a Hegel! Y la ‘apetencia’ no es equivalente al ‘deseo’, porque estaría en el lugar de “la inclinación hacia el objeto”, antes de que podamos llamarla ‘deseo’, o ‘anhelo’, o ‘impulso’, o ‘amor’, etc.
      No sé si, para referir todo esto a educación, pudiéramos hablar de “enriquecer el ser”, lo “inmaterial”, las “particularidades de cada sujeto” o de “favorecer la apetencia”, como dices. Yo iría un poco más atrás: a la condición humana, es decir, a aquello que caracteriza a los niños que tenemos al frente, sin pensar —todavía— en la especificidad de cada uno. Y, tal como prevés en la última pregunta: algo de la apetencia va a ser tocado por la educación, efectivamente.

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  6. Buenos días maestro y compañeros.

    Me parece interesante cómo Hegel propone la idea de apetencia –sobre la cual, cómo el profe menciona en los comentarios- es necesario tener cuidado de tomarla cómo inclinación al deseo, pues esto implica otros elementos conceptuales. No obstante, creo entenderla cómo la inclinación a aquello que es negado en la primera unidad de conciencia inmediata (autoconciencia) y que posee la conciencia (genero simple) –que después se concebirá como autoconciencia-. Esta inclinación puede tener múltiples formas de realización cómo lo enuncia el maestro en uno de los comentarios
    Por otro lado, dicha concepción de la apetencia me permite identificar algo que me llama la atención, pues de acuerdo con Hegel “[…]la autoconciencia sólo está cierta de sí misma mediante la superación de este otro, que aparece ante ella como vida independiente; es una apetencia.” Dicha superación, es entendida cómo “Cierta de la nulidad de este otro, pone para sí esta nulidad como su verdad, aniquila el objeto independiente y se da con ello la certeza de sí misma como verdadera certeza[…]”. En este sentido, si “la autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en otra autoconciencia” ¿es posible pensar que dicha satisfacción implica la anulación de una de las autoconciencias?
    Ahora bien, a partir de lo propuesto, siguiendo la línea de comentarios trabajados, y teniendo en cuenta la entrada anterior donde algunos maestros ponen en igual condición a los estudiantes ¿es válido pensar que las faltas de respeto en clase, la falta de agrado por el saber, la pereza de los estudiantes, entre otras formas de inclinación frente al objeto tienen relación con esta posición de aniquilación o de nulidad sobre una de las autoconciencias que se pone en evidencia en el registro imaginario?

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    1. Javier, gracias por tu comentario

      Efectivamente, la idea de ‘apetencia’ sería como el conjunto mayor en el que DESPUÉS podremos distinguir distintas inclinaciones hacia el objeto, tales como el deseo, el anhelo, el impulso, el amor, etc.
      Te preguntas por la anulación de una de las autoconciencias. Efectivamente, más adelante —ya lo veremos— Hegel va a hablar de “La lucha de Las autoconciencias contrapuestas” y luego esa idea genera su famosa teoría del señor y el siervo, fundamental para comprender el asunto de las relaciones en la escuela.
      Faltas de respeto, desdén por el saber, pereza, etc., siempre ha habido. Pero el maestro está ahí para crear condiciones que socaven —hasta cierto punto— esas prácticas. Sin embargo, cuando nos igualamos a los estudiantes, no hay límite para que esas prácticas se hagan pandemia.
      El discurso de igualdad tiene efectos muy fuertes, no se trata sencillamente de un discurso “políticamente correcto”.

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