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viernes, 3 de septiembre de 2021

02. El yo es el nosotros

 

La formación no tiene un vínculo necesario con los propósitos educativos (aunque éstos algo producen). De la formación sabremos de manera retroactiva, verificando un efecto, pues no todo acontecimiento humano es formativo, ni un propósito de formar es necesariamente formativo. Y un esfuerzo —sea del orden que sea— produce cosas, indudablemente, aunque no sean formativas.

Poner la formación en “modo-comunicación” permite creer que es algo que acontece entre iguales, como ocurre entre comunicadores y audiencias. Hemos pasado de la epistemología a la política, sin escalas. Antes, teníamos la idea de que todos podemos entender un saber, pues éste no exige una dotación biológica especial (todos tenemos, en principio, la misma), ni una iniciación ritual exclusiva (como en ciertas prácticas sociales); y, en consecuencia, tocaba hacer el esfuerzo correspondiente. Ahora, en cambio, se pasó a la idea de que todos tienen “derecho” a saber, sin hacer el trabajo, sin esforzarse; de ahí que, en este momento, asistamos al reinado de la opinión, al “empoderamiento” de la comunicación. Por eso, algunos profesores hoy se enuncian a sí mismos, ante sus estudiantes, como iguales, esgrimen la participación a ultranza, les parece una consigna que revolucionaría la educación. De hecho, hoy muchas instituciones escolares someten las normas y los planes de estudio al concepto de los estudiantes, y distribuyen entre ellos formatos para evaluar a los profesores. Claro, pues hoy se ha promovido la idea de que «El alumno es el centro del proceso educativo, no el docente», como declaran al unísono las entidades gubernamentales, haciendo coro a la idea de que “el cliente siempre tiene la razón”.

Las implicaciones: un menoscabo en la presentación del saber (para que esté al alcance de todos, bajo la idea de que no harán el esfuerzo); una contracción de la oferta educativa, expresada en: menos tiempo de trabajo, menos páginas para leer, letra más grande en los textos escolares, más imágenes, más espacios de distracción, más juego, más derechos, menos límites; e, incluso, una demonización del saber, acusado de “academicismo”, de “intelectualismo”, etc.

Pero, según Hegel, «El yo es el nosotros y el nosotros el yo», y las autoconsciencias «Se reconocen como reconociéndose mutuamente». Ahora bien, tal reconocimiento conduce a un impase, a que las consciencias se eliminen: «se comprueban por sí mismas y la una a la otra mediante la lucha a vida o muerte». Sólo sobreviven si algo se interpola e introduce la diferencia. Por eso, en la dialéctica del señor y el siervo que propone Hegel, mientras el señor no está atado a la vida (negación sin independencia), el siervo sí lo está (independencia sin reconocimiento). Es decir, un referente externo —la muerte— se interpone entre las autoconciencias, de manera que la posición de cada una frente a ese referente (“no temo morir”, vs. “prefiero vivir”) las diferencia, evitando que se eliminen entre sí.

La idea de personas en el mismo nivel, las ubica en el registro imaginario, o sea, en un vínculo de identificación sensible (basado en el reconocimiento), mediante el cual el sujeto encuentra cierta consistencia en su cuerpo (pues el cuerpo no es un dato de entrada), al precipitarse en la imagen del semejante, junto con los objetos que se le adosan: en el registro imaginario, el deseo es el deseo del otro; por eso, se contiende por el objeto que tiene el semejante, por eso se contiende por el sitio. Esta relación se presenta en un contexto que conlleva forzosamente a la agresividad, toda vez que, si el otro otorga la unidad, también puede retirarla. La posesión de un cuerpo no entrega un yo “personal”, sino que constituye la primera persona del singular (‘yo’), es decir, el lugar desde el que se habla.

19 comentarios:

  1. “El alumno como centro del proceso educativo, no el docente” es una afirmación que ha sido objeto de interpretaciones extremas haciendo que el pensamiento flexible al cual ha sido llamado el sistema educativo se conciba como desestructurado en el sentido que ha ido perdiendo bases del necesario componente académico que requieren las instituciones educativas como parte de su orientación formativa. Los roles de docente y estudiante, producto de las interpretaciones erradas, se han desdibujado otorgando al primero limitaciones y al segundo alcances para los cuales no se ha preparado previamente. No se trata de establecer un rol sobre el otro, ni de pensar en un papel protagónico, se trata de presentar y llevar a la práctica con claridad los alcances y aportes de docentes y estudiantes en el escenario educativo, considerando que si bien el docente ya no se comprende como el poseedor del saber, sí cuenta con una experiencia y competencia que lo posicionan con un nivel de autoridad que debe ser reconocida y valorada mediante su posicionamiento en la práctica. Situar al estudiante como igual al docente, implica desconocer de este último el ejercicio formativo y profesional que ha construido, con lo cual se hace necesario resignificar la concepción de “igualdad” entre estudiante y docente para centrarse en una concepción de complementariedad en la cual la haya un nivel de exigencia autoritativa, no autoritaria ni permisiva que aporte a la finalidad formativa de la educación.
    Diana Páez

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    1. Diana, gracias por tu comentario

      Creo que si bien hay interpretaciones extremas de la idea según la cual “El alumno es el centro del proceso educativo” —como dices—, la mayoría de esas interpretaciones son efectos de esa idea. Si un presidente dice “el que roba lo hace por necesidad”, se va a producir un incremento del delito, independientemente de los propósitos y del ánimo “comprensivo” de la frase. Es muy importante el lugar desde el cual se habla. Mas que de “flexibilidad”, se trata de implicaciones.
      Entonces, es la desestructuración —como dices—, la pérdida de las bases necesarias para la orientación formativa, la que da lugar a frases como esas: “El alumno es el centro del proceso educativo”. Sin embargo, tal desestructuración no es visible, pues está enunciada como “bondades” que se estarían introduciendo: la “co-evaluación”, la “participación”, el “diálogo de saberes”, la “igualdad”, etc. En ese sentido, no son “interpretaciones erradas”, sino posturas políticas. ¿Cómo interpretar los efectos? Tú dices: limitaciones para el maestro y alcances para el estudiante. Y, efectivamente, así se ve. Pero ¿se puede limitar la posición del maestro frente al saber? Creo que no, me parece que le vienen muy bien esas “limitaciones” cuando no quiere entablar una relación firme con el saber.
      Los roles no son imposiciones, sino diferencias. ¿Acaso el que sabe hacer una figura de gimnasia le impone una dominación al que no la sabe y le pide que se la enseñe? Lo mismo pasa con maestro y estudiantes, como bien dices. Los discursos sobre “el poder” en la escuela botaron al bebé junto con el agua sucia.
      De acuerdo en que maestro y estudiante no son (no pueden ser) iguales, pero dejo en interrogación si entonces habría que hablar de una “complementariedad” entre ellos.

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  2. El imaginario de igualdad o el derecho a saber que se promulga desde la sociedad de consumo y los discursos neoliberales, se insertan en la escuela o en las relaciones de enseñanza a través de un modelo de servicio, determinando ciertas relaciones y con ello una serie de acontecimientos que poco tienen algo que ver con lo formativo. Esta perspectiva posiciona al docente como aquel que debe entregar un “conocimiento” (información-transmisión) y al estudiante (cliente o centro del proceso) como aquel actor pasivo que recibe información elaborada sin proponer esfuerzos en la apropiación o interpretación, relación de igualdad donde el saber o el conocimiento se encuentran en un plano secundario. Esta supresión del proceso, del esfuerzo y la predominancia por la inmediates, ha conllevado a concebir modelos de aprendizaje donde la relación maestro-alumno no se encuentra mediada por el saber o el conocimiento sino por el contrato/servicio adquirido o comprado.
    Lo anterior no tiene en cuenta en el proceso de aprendizaje esa carecía de saber del estudiante, carencia que le permite a partir del reconocer el saber en el otro (docente) movilizar diversos elementos para embestir los objetos del conocimiento y lograr nuevas interpretaciones. El estudiante en este sentido debe desear conocer/aprender, y ese deseo debe hacer reconocer la autoridad de aquel que, gracias a su técnica y saberes, logra motivar nuevas reflexiones e interpretaciones más allá de la transmisión de conceptos e informaciones. El docente bajo esta lógica propone una suerte de autoridad que está sustentada en el saber, esto determina las relaciones y los roles de los participantes.
    Johan Bedoya

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    1. Johan, gracias por tu comentario

      ¿Cómo se inserta el “imaginario de igualdad” en la escuela? Como hablamos de personas, tiene que ser, entonces, con la COMPLICIDAD de los integrantes. Yo no he visto a la sociedad de consumo o al neoliberalismo diciéndole a un maestro que no estudie. Pero sí veo a muchos maestros hablando mal del saber (“academicismo”, “intelectualismo”) y diciendo que lo importante no es Platón, sino el contexto, la igualdad, la participación, etc. Una cosa es que el “modelo de servicio” —como dices— ponga ciertas puntos, y otra cosa que DETERMINE relaciones y acontecimientos distantes de la formación. Cuando entro al salón de clases, ¿quién me obliga a decir otra cosa que lo que yo sé y quiero que los estudiantes sepan?
      El docente como aquel que entrega un “conocimiento”, y el estudiante como “actor pasivo que recibe información” es un invento para criticar; es algo imposible, si entendemos el lenguaje, la comunicación y el conocimiento. Cuando el docente pierde relación con el conocimiento, aparece justamente la posición a la que tú llamas “imaginario de igualdad” y, entonces, la educación se transforma en “diálogo de saberes”.
      Definir qué factor se encuentra en un lugar más importante durante los procesos educativos es creer que todos los asuntos (relación, derecho, saber) están en un mismo nivel. Cuando se elimina el esfuerzo necesario para ponerse en contacto con el saber, aparece —como dices— el contrato, que es contrario a la ley como condición de posibilidad del deseo. La formación requiere que el maestro tenga una relación con el saber que marque la manera de hablar de eso. O sea: nada de “motivación”, noción sin fundamento epistemológico.

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  3. Ubicar a los docentes y estudiantes en un mismo plano como ‘iguales’ desdibuja considerablemente el rol de cada uno en el campo educativo y no precisamente porque uno tenga mayor valor que otro, sino por que ambos generan una implicación social y educativa que debe ser mediada por unos ‘parámetros’ de enseñanza- aprendizaje y evaluación.
    Ahora bien, se preguntarán por qué el termino de parámetros entre comillas, pues no habría que plantear este término como inflexible para el proceso educativo; con lo anterior, nos lleva un poco a pensar cómo emergieron las prácticas educativas y cual ha sido la transformación de estas en la labor docente y la implicación de ellas en los estudiantes, teniendo en cuenta que la practicas tiene multiplicidad de características entre ellas; la institución, la experiencia del estudiante y las estrategias utilizadas por el docente para generar un conocimiento.
    ¿De que manera se puede llevar a cabo el proceso educativo sin limitar que solo sea el docente quien tenga la verdad absoluta? Es decir que la educación tenga una transformación en su modelo de enseñanza que permee el aprendizaje no como algo igualitario pero si como un posibilidad al conocimiento.

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    1. Alejandra, gracias por tu comentario

      La diferencia entre docentes y estudiantes no depende de roles sociales o de parámetros. Depende de la especificidad de la formación misma. Es esa especificidad la que determina los roles y en relación con la cual la sociedad ensaya unos parámetros. Alguien podría tener el rol de formador y no formar. Alguien podría seguir los parámetros y no formar. Y viceversa.
      Por eso, el “deber-ser” en ese contexto no funciona.
      Y justamente la aclaración que haces (parámetros flexibles) tiene que ver con las mil maneras sociales de intentar el proceso, pues a escala de la especificidad del proceso, no hay tanta flexibilidad. La fatal idea de ubicar a docentes y estudiantes como iguales tiene que ver con la creencia de que se puede ser flexible en relación con esa especificidad, cuando en realidad se está creando otra institución. Una caja de compensación, suelo decir.
      Interesante, entonces, lo que propones: repensar la emergencia y transformación de las prácticas educativas.
      Que yo sepa, no funciona idea, dígala quien la diga, de una “verdad absoluta”. Es una frase inventada para criticar. Otra cosa es la impostura de un docente a la que le saben responder los estudiantes. Finalmente, la formación no es posible si el docente no sabe algo y no está —al mismo tiempo— poseído por una falta de saber que lo hace investigar.

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  4. El estudiante es el centro de aprendizaje y formación, por ende el docente lo tiene en cuenta siempre para lograr su desarrollo optimo y adecuado en cada parte formativa. Siempre se ve de manera enmarcada que un niño en sus primeros pasos de formación académica es y sera el centro de este proceso debido a que busca enseñanza y aprendizaje la cual el maestro teniendo un rol de segundo participante en esta acción educativa es el que brinda estrategias, metodologías y experiencias vivenciales a través de lo practico y lo pedagógico para brindar a cada estudiante una formación de calidad. El docente es el agente fundamental en el proceso de enseñanza: saber enseñar a los alumnos tener dominio del tema y aplicar buenas estrategias pertinentes a las características y necesidades de sus estudiantes para lograr un aprendizaje AUTÓNOMO. No hay método válido al que se adapten los alumnos, sino maestros que se adaptan a cada uno de ellos. En el aula se hacen presente muchas dificultades ; dificultades que no se solucionan con claves ni fórmulas mágicas. - Entonces es necesario buscar estímulos y curiosidad para lograr un proceso de aprendizaje participativo, incluyente y proactivo.

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    1. Mayra, gracias por tu comentario

      El estudiante NO es el centro de aprendizaje y formación, pues la formación NO TIENE CENTRO. Además, lo que el maestro tenga en cuenta sólo es importante cuando se manifiesta en actos que establezcan condiciones de posibilidad para la formación. Yo puedo tener en cuenta muchas cosas y hacer otras completamente distintas. De eso estamos hechos, de manera que en este seminario nos interesa entender esas condiciones de posibilidad y los “ideales” que habría que tener en cuenta.
      NO OLVIDEN QUE LA MALA PEDAGOGÍA ESTÁ HECHA CON BUENAS INTENCIONES.
      No sé qué son desarrollos “óptimos” y “adecuado”, como dices, pero no son los “buenos propósitos” los que permiten la formación. Además, ¿quién establece lo óptimo y lo adecuado?
      El maestro no tiene un rol de “segundo participante”. No conozco ninguna teoría de la comunicación y del lenguaje que hable en esos términos. Cada uno tiene su lugar, y esos lugares son distintos.
      ¿Cómo podría lograr el estudiante un aprendizaje autónomo, si el saber es social? ¿Y cómo podría ser pertinente a sus necesidades si el saber no es contextual?

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    2. Gracias maestro.
      Cuando hablo de maestro como segundo participante en el proceso de aprendizaje, me refiero a que los padres son los primeros.
      Igual gracias por su comentario me ubique mas.

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  5. Estamos inmersos en contextos educativos donde el docente es sometido a un trabajo ardua y constante, donde él debe dar lo mejor de su profesionalismo para sacar su trabajo adelante; por otro lado los estudiantes actualmente creen tener mayores beneficios (los clientes siempre tienen la razón) y desafortunadamente en el escenario educativo se pierden poco a poco valores éticos y morales. Desde mi punto de vista es importante que el docente conozca los intereses de los estudiantes, pero es difícil tener en cuenta todas las opiniones de todos los estudiantes, en especial, cuando se habla de grupos numerosos y opiniones diversas; estos conceptos previos pueden ser tenidos en cuenta durante el proceso de enseñanza y aprendizaje. Pero en el caso de someter las normas y los planes de estudio al concepto de los estudiantes, muy seguramente ellos optaran por estar a favor del facilismo, así como lo plantea Zygmunt Bauman en sus planteamientos sobre la modernidad liquida (todo al alcance de la mano con poco esfuerzo y listo para consumir). El docente debe buscar la manera de articular los contenidos estandarizados a nivel nacional, los que están establecidos a nivel institucional y relacionarlos con los interese y saberes previos de los estudiantes; hay que tener en cuenta ese proceso de reconocimiento que ellos han tenido con sus intereses en el contexto donde se encuentran. De ahí me surgen algunas preguntas: si tenemos un grupo numeroso ¿Cómo se puede hacer para tener en cuenta el punto de vista de todos los estudiantes, teniendo en cuenta que todos tienen intereses particulares? Sí el profesor es un mediador, un acompañante, un orientador, un conductista o la definición que tengan los pedagogos estipulada ¿En dónde radica el problema de la educación en las aulas del territorio colombiano? ¿No se reconoce el docente? ¿No se reconoce el estudiante? ¿No se reconoce el contexto donde está el estudiante? ¿No se tiene en cuenta el conocimiento del profesor?

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    1. Cesar Augusto, gracias por tu comentario

      Se puede decir que el docente es sometido a un trabajo arduo y constante, pero ¿no resulta más interesante tratar de entender por qué ciertas personas ELIGEN ser docente? En algunos casos, se trata sencillamente de un trabajo más, pero en otros es algo que a la persona le gusta hacer. Analizar ese gusto me parece más interesante de investigar que la protesta gremial de tener mucho trabajo… Y si uno quiere ¿no está bien que dé “lo mejor de su profesionalismo”?
      Toca leer los comentarios, pues la idea de “conocer los intereses de los estudiantes” ya ha sido comentada. La formación NO tiene que ver con “tener en cuenta todas las opiniones de todos los estudiantes”. ¿Estudia uno historia, física, sociología, matemáticas… para tener en cuenta las opiniones? Para eso no se necesitarían las distintas modalidades de licenciaturas. ¿Qué relación hay entre opinión y saber? ¡Ojo a la epistemología! El maestro, más bien, tendría que objetar las opiniones… y no las opiniones en general, sino aquellas que surgen a propósito de la exposición de un saber. La educación no es un espacio político para escuchar “opiniones diversas”. Es otra cosa.
      Valdría la pena investigar cuáles son los procesos sociales que dan lugar a eso de someter las normas y los planes de estudio al concepto de los estudiantes, pues eso toca fundamentos de la formación, de manera que podría estar minando las bases de la formación.
      Epistemológicamente hablando, es IMPOSIBLE hacer lo que dices: “articular los contenidos estandarizados en los niveles nacional e institucional con los interese y saberes previos de los estudiantes”. ¿Acaso hay continuidad entre esos saberes?
      Los intereses contextuales NO tienen que ver loque estudiamos. Pero nuestra labor educativa sí podría dar elementos para que los estudiantes hagan algo con su contexto (incluso, que lo transformen).
      Para responder tus últimas preguntas, habría que entender qué es la formación, qué es la educación y cómo articula ésta a lo social.

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  6. Todo esto me recuerda algunas clases de pedagogía de recibí durante mi pregrado en la UPN. Me recuerda a la distinción de Freire hacía entre la educación popular y la educación bancaria; para Freire, la educación popular tiene su germen en la tragedia de la modernidad. Esta tragedia se desarrolla a través de la historia de una humanidad que no encuentra su lugar en el cosmos y que requiere del conocimiento para resolver semejante dificultad. No obstante, la misma humanidad se ha encargado de hacer imposible la búsqueda del conocimiento y se ha sometido a sí misma a una monstruosa deshumanización, esta se resume en la crueldad y la barbarie de su realidad histórica (Freire, 2005, p. 24). En consecuencia, hoy existe una humanidad dispuesta a contaminar su realidad y su propia organización social, pues su mentalidad le dicta mantener la riqueza de unos pocos a costa del sufrimiento de multitudes enteras (en ello consiste la educación bancaria). Así, el impulso connatural por conocer se ha distorsionado y hoy se presenta como “la vocación de SER MÁS” (Freire, 2005, p. 25).

    Por lo anterior, no creo que el problema sea, exceptuando lo gubernamental, el hecho de que la educación sea más participativa, al menos en la medida en que yo evidencio mayor individualismo que algún tipo de actitud colectiva y solidaria en la sociedad. No encuentro, per se, una dificultad problemática en que profesores y estudiantes se sienten a dialogar, conocer y aprender como iguales, mejor dicho, a diferencia del texto me atrevo a confiar en que en este tipo de contexto aún podemos construir y prolongar las potencias revolucionarias (aún si parecen "moleculares y disipadas").

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    1. Chaira Daniela, gracias por tu comentario

      A propósito de lo que dices, pienso en Kant: en su universidad NO había “clases de pedagogía”, pero todo docente debía dictar un seminario en el que expresara su posición al respecto. El libro “Pedagogía” de Kant está constituido por las notas de un alumno, aceptadas por el filósofo. Comparemos…
      La distinción popular/bancaria es inconsistente: ¿acaso la educación “popular” no puede ser “bancaria”? De otro lado, la metáfora “educación bancaria” es epistemológicamente débil: ¿acaso se puede “consignar” contenidos en la cabeza de otro?
      Tampoco es poderosa la idea de una “deshumanización”: no hay nada más humano que el crimen. ¿Acaso podemos acusar de “asesino” al tigre que atrapa un cervatillo? Lo más terrible de lo que es capaz la humanidad —crueldad y barbarie, dices— ocurre solamente entre humanos.
      ¿Hay alguna sociedad en la que no se presente la “contaminación de su realidad y su propia organización social”?
      Cuando pongo en entredicho una educación que exacerba la participación no estoy dando una opinión, sino que me baso en una teoría sobre formación. ¿Cuál sería la teoría para que eso es indiferente o, incluso, necesario?
      La formación NO puede ser entre iguales, sencillamente porque el saber (y me refiero a lo dicen los nombres de las asignaturas: matemáticas, historia, física, geografía, química, filosofía, biología…) no es espontáneo y, en consecuencia, hay que crear condiciones de posibilidad para que los estudiantes lo conozcan y, si se da el caso, que trabajen en pos de él. Este saber no es obligatorio ni está presente en las relaciones cotidianas.
      Y, claro, tenemos que sentarnos a dialogar, pero ¿sobre qué? Somos iguales, claro está, pero frente a la norma, porque frente a la capacidad de saltar casi nueve metros, mis derechos no valen y, si quiero intentarlo, me toca dedicar una vida a ello.

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  7. Ahora bien, de acuerdo con lo anterior, efectivamente no es el alumno quien debe ocupar el papel protagónico del proceso educativo, pero tampoco el docente; pienso que lo debe ocupar la comunidad. Una comunidad no gubernamental, no clientelista sino 'marginal'; históricamente resistente y existente, consolidada en lo real y no en lo imaginario.

    Si bien, en mis palabras, la educación bancaria es la responsable del menoscabo del saber, de su "democratización" a partir de no realizar esfuerzo alguno por conocer, ¿por qué irse lanza en ristre contra la distracción, el juego, la reducción de límites?; ¿no se está acaso demonizando un aspecto que también le pertenece a la educación en un intento por "re-sacralizar" el saber, como si éste fuese lo único que debiese ocupar el lugar del Santo Grial de la formación? Y no, no estoy cayendo en un prejuicio academicista o intelectualista, tan solo digo que no existe un motivo consiste para poner en un mismo nivel la distracción o el juego con el hecho de leer menos páginas o la inflación de imágenes en un texto.

    En este punto, debo admitir que el texto me excede; nunca he leído a Hegel y, además, tengo entendido que estudiar a Hegel significa estudiar toda la filosofía existente hasta la aparición de este personaje; ante el presente texto me siento equivocada pues no soy filósofa sino licenciada en español e inglés, espero que este alemán sepa perdonarme. Sin embargo, ateniéndome a lo que me muestra el presente texto, intuyo que podría coincidir en que "el yo es nosotros", en que "las autoconciencias se reconocen mutuamente" y que, en últimas, pueda existir una lucha entre ellas a muerte (como lo sugiere un hombre barbudo con su expresión "lucha de clases"). Pero me temo que me cuesta percibir a la muerte como referente, me cuesta admitir que el 'señor' no tema morir y que el siervo 'prefiera vivir'. Pues, como señalé más arriba, no veo por qué la realidad no pueda ser horizontal, no veo por qué lo ilusorio no sea más bien "la pirámide", la "jerarquía", el "señor"; qué tal esto sea lo verdaderamente imaginario. En fin, a esta altura de la discusión tan solo debo precisar que, sea de la manera que sea, la educación (y a lo mejor la formación), son indispensables para que nuestro deseo deje de ser el deseo del otro, y esto sin pelear contra lo sensible, por el contrario, haciendo alianza con ello, con el cuerpo; a lo mejor el fortín del "enemigo" sea justamente el plano de la ideas, la abstracción, el absolutismo y la generalización.

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    1. Chaira Daniela, gracias por tu comentario

      Para decidir sobre quién debe ser el “protagonista”, primero hay demostrar que la formación se puede comprender con ese concepto. Y como —según la epistemología— los conceptos se inter-definen , entonces estaríamos autorizados a preguntar quién es el “antagonista”, quién es el “personaje central”, quién hace el libreto, etc. Desafortunadamente, esa terminología ha sido objetada por la semiótica discursiva. Basta con mirar en Greimas y Courtés para entender que una descripción más rigurosa de la narrativa recurre a categorías, no a nociones, comprensibles por cualquiera, tales como “protagonista”, “antagonista”, etc.
      De otro lado, estoy tratando de introducir la interrogación sobre el “deber-ser”. La posición desde la que se dice cómo deben ser las cosas, no permite comprender, sino prescribir.
      El responsable del menoscabo del saber en la escuela no es la “educación bancaria” (si eso existiera —ya dije que no—, al menos había un saber), sino los actos de dejación del saber, por parte de todas las instancias: desde el MEN (por ejemplo, cuando propone los DBA) hasta el maestro que lo juzga “academicista o intelectualista”.
      Yo me voy lanza en ristre contra una distracción que no transforma las condiciones dadas —que oprimen al sujeto— sino que las perpetúa; contra un juego que no interroga las condiciones de satisfacción del niño; contra la reducción de límite, pues el límite es condición de posibilidad del deseo.
      ¿Qué lugar tiene el saber en la formación? Preguntémosle a la historia. Es claro que la educación ha puesto el saber (y no cualquiera) como el asunto en relación con el cual se establecen los mecanismos de recontextualización. Y claro que no es lo único, pero los otros asuntos (y los efectos) le tributan a esa posibilidad de poner el saber en escena. Si la educación pone en escena lo que el estudiante ya se sabe, pues sobra. Y si atiende a las necesidades del estudiante, pues es una caja de compensación o una instancia del Ministerio de Justicia y del Derecho, o del Ministerio del Interior… pero no del de Educación.
      Que haya justicia social, por supuesto, pero la educación no está diseñada para lograrlo, aunque —a largo plazo— puede tener efectos en esa dirección.
      Que haya igualdad, por supuesto, pero la educación no está diseñada para lograrlo, aunque supuestamente se base en la igualdad de derechos.
      Estudiar a X autor (Hegel, por ejemplo) NO significa estudiar todo el saber existente hasta la aparición de este personaje. ¡Eso es imposible!: si leyéramos 24 horas diarias durante 80 años, leeríamos el 3% de lo que está escrito. Nadie está en capacidad de hacer eso el día de hoy en relación con ningún saber. En consecuencia, hay que estudiar, pese a esa condición material.

      Si el texto de la entrega te excede en el punto donde se habla de Hegel, ¿cómo puedes “intuir” algo al respecto? Si se pudiera, no habría que estudiar, sino intuir. Si el texto te excede en ese punto, ¿cómo lo puedes relacionar con un concepto de Marx? Claro que te cuesta percibir a la muerte como referente, pues no has estudiado a Hegel. Si el texto te excede, ¿cómo puedes relacionar las citas de Hegel con las nociones de “pirámide”, “jerarquía”?

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  8. De acuerdo con Diaz Villa (1993) el campo pedagógico cumple con una función de recontextualización y reproducción del discurso pedagógico. El autor colombiano sostiene “En el campo pedagógico se reproducen las competencias específicas (habilidades especializadas) como las disposiciones relevantes (Orden relación e identidad específica” (p.30). En este sentido parece importante preguntarse ¿En qué medida esta recontextualización del discurso pedagógico actual tiene relación con el saber? ¿Posibilita la formación?

    Las preguntas previamente propuestas invitan a reflexionar sobre las propuestas educativas que ofertan las “pedagogías emergentes” que buscan poner cómo centro de la actividad educativa al estudiante –cómo capitán cognitivo de su aprendizaje-, mientras que el maestro tiene el carácter de facilitador –incitando de entrada una relación particular con el saber-. Vale la pena preguntarse cómo dicha recontextualiuzación tiene lugar en las condiciones actuales donde las TIC’s son el medio de comunicación por el cual se ejerce la actividad educativa.

    Ahora bien, el uso de plataformas y recursos digitales para dar cuenta de los procesos educativos ha permeado por completo la escuela, en especial por el confinamiento consecuencia de la emergencia sanitaria por el Covid -19 . Se proponen diversas estrategias cómo el uso de videos, la gamificación –tanto en los contenidos cómo en la evaluación-, las presentaciones interactivas y el trabajo colaborativo mediante plataformas que lo soporten. Esto posibilita comunicar al otro las ideas, sin embargo ¿pueden tributarle a la formación desde la perspectiva propuesta?

    Tal como lo propone el maestro Bustamante, la formación tiene un carácter retroactivo, verifica un efecto. Entonces, es necesario pensar en que las herramientas digitales que se presentan en el aula deben posibilitar el esfuerzo frente a la adquisición de un saber y no apuntar a ofertar el conocimiento –cómo se ofertan mediante propagandas diferentes productos- Sin embargo –con el temor de la ignorancia en la opinión propuesta-, esto puede parecer paradójico pues no todos los actos educativos tributan a la formación. ¿Es posible verificar el efecto del uso de la TIC’s en torno al deseo por un saber? Si es así ¿Cómo es posible hacerlo? ¿Tiene el mismo efecto en diferentes edades?

    Díaz Villa, M. (1993). El campo intelectual de la educación en Colombia. Cali: Universidad del Valle.

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    1. Javier, gracias por tu comentario

      Me parece pertinente tu pregunta sobre la relación entre el saber y la actual recontextualización del discurso pedagógico. Hay una selección histórica de la que son responsables las instancias gubernamentales (indicadores, estándares, DBA), la institución (que define su plan de estudios) y el docente (que habla en función de lo que sabe). En estas condiciones, el maestro puede, o bien apegarse a las medidas institucionales, o bien darles un lugar en función de su relación con el saber. Entonces, preguntarse si todo esto posibilita la formación implica poner en relación todas estas variables (a no ser que uno ya tenga una repuesta previa que le echa la culpa al gobierno).
      Teniendo en cuenta que hablo con personas que están haciendo una investigación, quisiera preguntar 1.- qué hace la palabra “emergente” calificando la pedagogía. 2.- si la educación tiene CENTRO, como para ubicar la actividad al estudiante en ese sitio. 3.- qué quiere decir, desde una comprensión juiciosa del proceso de saber, la expresión “capitán cognitivo de su aprendizaje”.
      Desde la epistemología, el maestro NO puede ser un “facilitador”. Al contrario: es un dificultador, si hemos de entender las reflexiones de Gaston Bachelard, según el cual “Lo que es fácil de enseñar es inexacto”.
      He preguntado, a otro de los compañeros, si las TIC son un “medio de comunicación” o un “medio de enseñanza”. ¡No puede ser ambas cosas! En ese sentido, ¿cómo entender la idea de que, a causa del confinamiento, “han permeado por completo la escuela”? Es la base para conversar lo otro: ¿pueden tributarle a la formación?, ¿pueden participar de la producción del deseo de saber?
      Ojo con deber-ser: “las herramientas digitales que se presentan en el aula DEBEN posibilitar el esfuerzo frente a la adquisición de un saber…”.

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  9. El profesor hoy en la escuela se ha reducido a “un técnico, un artesano destinado a aplicar las teorías, contenidos y métodos diseñados por expertos e intelectuales desde fuera de la escuela” (Saldarriaga, 2016, p.12). Este lugar otorgado y asumido por el profesor puede ser una de las consecuencias de la proliferación de la idea de igualdad entre el estudiante y el profesor o puede ser valido decir de la superioridad del estudiante sobre el profesor, es posible preguntarse ¿Qué es lo importante en el acto educativo, la enseñanza o el aprendizaje?

    La superioridad y la centralidad del estudiante no es solamente una situación que tenga lugar en la escuela, pensemos en lo que sucede en el día a día en las familias donde los padres se niegan a decir NO a las peticiones de sus hijos, algunas veces bajo el argumento “no quiero que sufra lo que yo sufrí” “quiero que tenga lo que yo nunca tuve” otras veces por temor al qué dirán o cómo la sociedad se lo va a reprochar ¿qué va a suceder en una sociedad en la cual ya nadie dice no? ¿por qué nadie quiere tomar el lugar de autoridad?

    Pensar en el lugar del saber hoy como se presenta el texto “todos tienen “derecho” a saber, sin hacer el trabajo, sin esforzarse” tiene que ver con que:
    La educación actual está concebida para que el individuo rinda cuentas sobre
    resultados del saber y no para que acceda a pensar en los procesos que
    condujeron a ese saber o a los resultados de ese saber. Esta forma de educación
    le ahorra a uno la angustia de conocer, lo cual es un pésimo negocio, tanto en
    la educación como en cualquier otro campo del saber (Zuleta, 2004, p.22)

    Estamos ante una educación que no le enseña a pensar a los estudiantes justamente porque el profesor se ha convertido en un ejecutor de mallas de aprendizaje y no en un poseedor de saber, se ha situado al estudiante en el lugar de poder, es el quién decide qué, cómo y cuándo aprender. Evidencia de esto son las pedagogías activas que buscan que el estudiante aprenda a su ritmo y solo aquello que llama su atención y el profesor queda reducido al acompañante o facilitador de aquello que quiere el niño.

    Referencias bibliográficas
    Saldarriaga, Oscar. (2016). La “escuela estallada”: diálogos entre dos nociones de práctica pedagógica. Memoria y Sociedad 20, N.º 41 (2016): 10-20. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.mys20-41.eedn
    Zuleta, E. (2004). Colombia: violencia, democracia y derechos humanos. Hombre Nuevo Editores, Fundación Estanislao Zuleta.

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    1. María Camila, gracias por tu comentario

      Según la cita que traes de Saldarriaga, el profesor hoy aplica las teorías, contenidos y métodos diseñados por otros. Sobre esa idea tengo un par de preguntas: ¿cómo era entonces antes?, ¿se inventaban en la escuela los contenidos, las teorías y los métodos?
      Según Basil Bernstein, la escuela pertenece al campo de recontextualización pues, inevitablemente, toma un saber que se ha producido en otra parte… ¿o acaso ella inventó la trigonometría, la filosofía, la química, la historia? Si es así, entonces la idea del maestro artesano NO hace proliferar la idea de igualdad. Esa idea, entonces, surge en otro lugar.
      Responder a tu pregunta “¿Qué es lo importante en el acto educativo, la enseñanza o el aprendizaje?” sería caer en la trampa de que entre enseñanza y aprendizaje habría algo más importante, y no es así. Otra cosa es que estemos empoderando a los jóvenes en todos los ámbitos sociales (pones el ejemplo de la familia). Pero, dado ese caso, la pregunta es si la educación se resiste a ese empoderamiento o si lo fortalece, en cuyo caso pasa a ser otro tipo de institución, independientemente de que afuera el letrero diga “Institución Educativa X”.
      Excelente pregunta la que haces: “¿por qué nadie quiere tomar el lugar de autoridad?”. Sabemos que es un lugar difícil, pues se puede ganar una autoridad o ejercer un autoritarismo. El problema es que algunos de los que están contra el autoritarismo, también echan a la basura la autoridad.
      De la cita de Zuleta que traes a cuento me gusta mucho que introduce el tema de “ahorro de angustia”, pues no se queda en la queja en relación con lo social, sino que agrega la dimensión subjetiva, vista desde el psicoanálisis. Y ¿quiénes se ahorran la angustia? ¡Todos!, desde el MEN hasta el niño, pasando por el maestro y la institución educativa. El que piensa por sí mismo, el que desea el saber, tiene que asumir su angustia; de lo contrario, se pliega a las órdenes.
      Una cosa es que existan las mallas de aprendizaje y otra cosa es que los docentes, que han estudiado una disciplina, se plieguen a esa función. Si, en realidad, el maestro fuera un “poseedor de saber”, como dices, ¿por qué, entonces, se dejó arrinconar al estatuto de funcionario, acompañante o facilitador?

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