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miércoles, 20 de abril de 2022

3. Cambio de modalidad

Tal vez una de las reglas de este juego es que sólo podemos barruntar su comienzo de un modo retrospectivo, desde el final. El comienzo real para nosotros nunca aparece más que en los resultados de su ser-ya-comenzado.

Peter Sloterdijk [1988:17]

La lógica modal tiene cuatro valores: Necesario (que no cesa de inscribirse); Contingente (que cesa de no inscribirse); Posible (que cesa de inscribirse); Imposible (no cesa de no inscribirse). Usaremos estos valores para una cierta comprensión del ámbito educativo.


El advenimiento de la programación

¿Por qué iniciar un curso presentando el programa? ¿Por cortesía?, ¿porque la evaluación que hacen los estudiantes, al final del curso, contempla un ítem para consignar si el profesor presentó el programa?, ¿porque se piensa que la educación, al ser intencionada, necesita explicitar sus propósitos?, ¿para hacer como si se negociara con los estudiantes la propuesta educativa, toda vez que está de moda consultar todo? Cualquiera de estas opciones parece posible. Ahora bien, si la institución educativa tiene un formato de evaluación de acuerdo con el cual la presentación del programa resulta obligatoria, ya no sería solamente una iniciativa del profesor, sino, sobre todo, una idea presente a una escala más amplia. En consecuencia, habría que extender la pregunta: ¿por qué en ámbitos educativos se considera necesario presentar el programa al iniciar un curso escolar? Y, de nuevo, ¿se trata de cortesía, esta vez social?, ¿o de algo más? La cortesía (cuyo contenido es la forma) nunca está de más; el profesor podría pasar al asunto mismo de la clase, con cortesía, pero sin esa anticipación que materializa el programa; por lo tanto, no es la única razón posible. Entonces, si se justifica solamente como un asunto de cortesía, ¿no se estaría encubriendo —con el manto de los buenos modales, siempre incontestables— una costumbre advenida por razones que desconocemos? De hecho, no todo acto va antecedido de una presentación de lo que va a suceder; si así fuera, no se empacarían los regalos, no habría sorpresas.

Estamos ante una modalidad específica de la articulación entre las dimensiones regulativa e instruccional de la escuela, postuladas por Basil Bernstein [1986:150-53]. La dimensión regulativa se justifica en la medida en que las condiciones requeridas por la instrucción no están dadas; empezando porque los llamados ‘estudiantes’ (o sea: “los que estudian”), no necesariamente quieren estudiar; todo el esfuerzo referido a lo que llamamos ‘disciplina’ tiene que ver con esto (también hay otros aspectos como el de la administración de espacios, de recursos económicos, del ajuste a la normativa vigente, etc.). Y, bueno, esa dimensión regulativa se ha entronizado, al punto que amplía su ámbito, a expensas del otro; o sea, pasa de ser aquel que crea condiciones de posibilidad para la instrucción, a aquel que pontifica también sobre las modalidades de la instrucción. Y, entonces, es cuando la educación se hace dócil al discurso de la administración de empresas, con todo y la queja —que algunos llaman ‘crítica’— de que es un discurso “exterior a la educación”... queja que no explica por qué, si es algo ajeno, cala tan hondo. Y es, precisamente, el espacio de las metodologías, de los formatos, de los programas; por ejemplo, las “metodologías de investigación”, los formatos de evaluación, los programas de la asignatura, los objetivos, la misión y la visión institucionales, etc.

Ahora bien, ¿cómo entender el fenómeno, apreciable en nuestra educación, de una ampliación de funciones regulativas (testimonio de lo cual es la queja de los docentes, según la cual sólo queda tiempo para llenar formatos) y una disminución de la dimensión instruccional (de lo cual da testimonio el acortamiento de los tiempos de formación)?

De un lado, se llenan, con formatos y peroratas, espacios que antes albergaban su propio contenido; y, de otro, se lee, retroactivamente, la contingencia como necesidad:

·        En el primer sentido, podría afirmarse lo siguiente: el poder del discurso administrativo aumenta en proporción al retroceso del discurso instruccional. Si bien la lógica administrativa posee su propia dinámica (incluso, espacios de formación específica, por ejemplo: carreras de administración de empresas, postgrados en administración educativa, etc.), tendría en la pugna una ventaja si efectivamente hay un retroceso de la dimensión instruccional[1]. Y es más un modo de proceder que un “orden”, pues también existen el desgreño administrativo, y la corrupción usando esa vía (asuntos por los que también se puede preguntar, en otra perspectiva).

·        En el segundo sentido, se trataría de la tendencia a considerar como necesario lo que es contingente[2]. En gran medida, el proceso formativo es contingente, de manera múltiple: son contingentes la relación del formador con el saber, el encuentro que tiene lugar a causa de la cita educativa, el contexto donde tiene lugar la cita, la relación del aprendiz con el saber, la decisión que éste va a tomar, etc. Con todo, el docente puede obrar contra la contingencia, creando condiciones de posibilidad; es decir: si hubo formación es porque —entre otras— se redujo contingencia. Pero, una vez producidos los efectos formativos, el profesor puede mirar hacia atrás y juzgar el encuentro de tantas series causales como si hubiera sido necesario. ‘Destino’ es uno de los nombres que damos a esta torsión de los componentes de la lógica modal [Miller, 1998, 2000]. En la educación, los nombres de esa torsión son ‘programa’, ‘metodología’, ‘misión’, ‘visión’, ‘objetivos’, etc.

Un programa pretende anunciar lo que va a pasar; de esa manera, parece conjurar el azar, pero no por la vía de crear condiciones de posibilidad (que sólo acotaría la contingencia, pues ésta es ineliminable), sino por la vía aparente de anticiparse a los hechos, de dominar el conjunto antes de que ocurra… y todo eso a partir del ideal. Y encuentra/produce sus maneras de validarse, pues, para quien cree conjurar el azar, es muy satisfactorio ver completado su programa, haber dictado lo que creía que debía decir, verificar que se hicieron las lecturas previstas, realizar las evaluaciones anunciadas, etc.; acciones que nada garantizan por sí solas, pero que sí satisfacen[3] y permiten —del lado regulativo— ir llenando a satisfacción la lista de chequeo.

La idea de “metodología de la investigación” —presente en la educación superior y, especialmente, en la posgradual— es venderle al aprendiz la misma lógica que satisface al enseñante, cuando asume el lugar del cliente que siempre tiene la razón: que todo puede preverse, que se obtendrá el éxito si se siguen los pasos previstos (la lectura retroactiva de lo que, no obstante, se hizo sin prever los pasos); que es mejor tener todo más o menos anticipado, etc.

El horror a lo contingente nos hace soñar con lo necesario. Es la lógica del neurótico obsesivo que, como sugiere Estanislao Zuleta [1978:20], convierte el futuro en pasado; es esa misma lógica, pero llevada a una escala social: antes de emprender algo, ya lo ha hecho: «si va a hacer un viaje, lleva el itinerario, se llena de mapas, lleva la máquina de fotografía, sabe a qué horas va a almorzar y bajo qué árbol». Pues bien, ¡eso no es sólo un modelo de racionalidad!; es también una modalidad de sufrimiento, una retorcida manera de satisfacerse ante la incertidumbre de si se está vivo[4]. Y, como decíamos, todo ello a nombre del ideal. Y si el ideal fuera solamente algo inalcanzable, pues sería inane, pues no afectaría la vida práctica del sujeto, sino sólo las ensoñaciones. Pero no es así. El ideal es un modo de afrontar la vida. En uno de los Pequeños poemas en prosa, Charles Baudelaire tiene una fina ironía al respecto: «¿Y de qué sirve ejecutar proyectos, cuando ya el proyecto en sí mismo es un goce suficiente?». No estamos diciendo que el docente sea un obsesivo —podría serlo, pero eso no importa—, sino que se trata de un procedimiento que se ha impuesto socialmente.

Incluso, sostiene Sigmund Freud, no es improbable que a una persona se le haga realidad un ideal. El problema no está en su contenido de “realidad”, sino en los efectos subjetivos que acarrea sostener un ideal. El efecto del ideal es arrojar al sujeto al lugar del desecho[5]. Por ejemplo, no es inusual que los docentes terminen su práctica con un dejo de desilusión (se les cae el ideal); terminan afirmando que la docencia es desagradecida (no se sienten retribuidos a la medida del ideal); no en vano, es un gremio que puntúa en la demanda de consulta psiquiátrica.

Paradójicamente, el discurso del que hablamos —que enarbola la metodología— de pronto señala la imprevisibilidad, diciendo, por ejemplo, “a veces lo planeado no resulta como uno quiere”. Con todo, este tipo de anotación no parece servir para reflexionar sobre el sentido de la planeación, sobre las razones por las cuales, pese al plan, aparecen otras cosas. Si lo concreto es síntesis de múltiples determinaciones —como afirma Marx—, extraño sería que el mundo funcionara siguiendo los propósitos que una persona pueda explicitar. Más bien, se da como quien cumple un ritual, y sirve para constatar que, indefectiblemente, se dejará incólume la planeación; no se dice para verificar que hay contingencia, sino para hacer semblante de que no imponemos el programa a pie juntillas, de que somos demócratas, de que tenemos en cuenta el azar, de que somos flexibles... pese a que ese detalle no es más que la excepción que confirma la regla. Se cree obrar contra lo contingente como si fuera un desecho, pero la contingencia es constitutiva de la formación. Hemos hablado de reducir contingencia para crear condiciones de posibilidad, pero no de eliminar la contingencia. Cuando los estudiantes estén en orden, haciendo un ejercicio en clase, el profesor y los administradores pueden creer que eliminaron el azar y que están ante la necesidad, gracias a la anticipación de las tareas. Pero ¿cómo sabemos que tareas así planeadas tienen efectos formativos? Los efectos administrativos son evidentes, pero por todas partes estamos encontrando que nuestra educación es deficiente.

A propósito de todo esto, Zuleta [1978:45] hablaba de la diferencia entre una aventura en la selva y un safari: la aventura es impredecible y conlleva riesgos; el safari tiene establecidos los horarios de las sorpresas.

Este asunto es de orden social, de época: en una tesis, por ejemplo, alguien dice hacer su trabajo «para no dejar a la deriva muchos procesos interesantes que se suelen realizar y rescatar ese valioso trabajo que se hace». Fíjense que se trata de algo social y, sin embargo, se realiza en los sujetos. Esa persona no está diciendo que el poder le impone cierto procedimiento, sino que “nace de su interior” la iniciativa de decir que es muy bueno “no dejar cosas a la deriva”. Considera que los procesos estarían “a la deriva” si no se sistematizan después. Es lo que hemos interpretado: leer como necesario lo contingente. La próxima vez ya no será “deriva” sino planeación. Pero ¿por qué considerar que los acontecimientos están a la deriva? ¿Acaso no hay un deseo que se está realizando en medio de la conciencia y, en alguna medida, gracias a la contingencia? Echar de menos la planeación es no tener un deseo para operar, es pedirle al otro (a las normas, al plan de estudios, al programa, a la política educativa) que tenga ese deseo por nosotros.

Es la típica posición demandante, por antítesis a la posición deseante. Y claro que asumir el deseo es angustiante: ya decía Zuleta que «lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto» [1980:12]. Nos gusta la facilidad que introduce la planeación, no porque ordene las cosas (en realidad se produce una calma chicha, como se dice), sino porque nos evita el tener que asumir el asunto. Quien decía que no había que dejar cosas a la deriva también dice que volver sobre lo hecho permite “oxigenar la práctica, re-comprender por qué la está haciendo y por qué de esa forma”. Analicemos la idea: algo ya realizado no se puede enderezar u “oxigenar”. De manera que, necesariamente, la persona se refiere a lo que viene, a lo que va a hacer después, que entonces será una repetición planeada. O sea: se eliminaría la supuesta “deriva” de la hablaba, la contingencia. Fíjense la implicación: lo importante no es lo que pasó, lo que de hecho se produjo, sino el condensado, el tesoro del docente que esculpe un trofeo para su propio deleite, sin necesariamente contribuir a la formación. Se cree perder algo… ¿qué? No lo ocurrido, pues eso es irrevocable, como dice Jorge Luis Borges: El futuro es tan irrevocable como el rígido ayer...[6]. No, más bien se busca repetir, bajo la modalidad de lo programado: «la historia humana bien puede ser, en sus pasiones, en sus prejuicios, en todo aquello que revela impulsos inmediatos, un eterno recomenzar», dice Gaston Bachelard [1934:152]; para el epistemólogo francés, el espíritu es variable si el conocimiento tiene historia, de manera que también hay pensamientos que no recomienzan [:152]. Con una planeación así pensada no nos estamos dando la opción de que emerjan pensamientos que no recomienzan. Condenados a explicar lo que ha sido pensado por otros, no participar del disfrute de sus pensamientos ni tener la opción de producirlos.

Fíjense que no se trata de reflexionar sobre las condiciones que pudieron dar lugar a los resultados anteriores; es decir, no una reflexión para planear, para repetir los hechos con el ajuste administrativo respectivo, sino una comprensión de las condiciones de posibilidad de la formación. Con lo que solemos hacer, desdecimos de lo hecho en tanto no estaba previsto. Por bueno que haya sido, no tenía la marca de la planeación. Todavía no es algo óptimo. Y si lo metemos en la próxima planeación, ¿quién garantiza que obrará de la misma manera? Por eso, en ámbitos educativos, cuando se habla de “experiencias exitosas”, es con el ánimo de replicarlas; pero si tuviste una experiencia exitosa con una persona, ¿también resultará exitosa si haces lo mismo con otra? Incluso, si lo haces con la misma persona, pero en otro momento, ¿puedes garantizar que también será exitosa? Cuando volvemos sobre algo que ocurrió y que consideramos como bueno, es con la idea de replicarlo en otras partes, allí donde no ocurren las cosas que queremos. Con esto queda claro que se estaría concibiendo la experiencia como si no estuviera atada a condiciones específicas, pues podría reproducirse en cualquier otro lugar. Es palmaria la contradicción que está en la Ley General de educación: promueve la autonomía de las instituciones educativas, pero al mismo tiempo establece la misma evaluación para todas. Sí cada una coge su camino ¿cómo podrían ser evaluadas con el mismo instrumento? La respuesta es clara: que cada uno coja su camino pero para hacer lo mismo.

En esa misma dirección, las lecturas están “racionalizadas”: después de estar trabajando mucho tiempo, ya el maestro sabe lo que los estudiantes pueden —o alcanzan a— leer, analizar, trabajar. La base es lo que los estudiantes pueden hacer, como si fuera una condición permanente, como si la formación no fuera, entre otras cosas, la transformación de esa capacidad. ¿Acaso no se podría modificar esa inercia de las lecturas? No, pues la racionalización es justamente promediar el pasado para que muy poco de lo que ocurra en el futuro sea imprevisible. Se renuncia, de paso, a cambiar ese “promedio”.

Y cuando se anuncian “pequeñas modificaciones” al programa, no se declara la irrupción de la contingencia, ni se enuncia lo que tendríamos que hacer para estar a su altura: como dice Sloterdijk [1988:17], «En los asuntos filosóficos, uno no sólo se decide por las soluciones, sino también por la persistencia de problemas». No, esta perspectiva más bien pretende acrecentar la necesidad: ya hay programas con cronograma (fechas de entrega de trabajos, lecturas, programación de las actividades); ni una mosca se mueve sin que esté en el programa; tener el marco general es —para esta perspectiva administrativa— lo más importante. Allí se establece lo que, clase por clase, se hará desde el comienzo hasta el final. Con esto se enseña que todo se puede prever, que la formación no es un efecto posible si se crean ciertas condiciones, sino el resultado esperado de hacer las cosas de cierto modo, lo cual elimina la diferencia entre producto y efecto, tan importante para pensar la diferencia entre propósitos educativos y formación (sabemos que dadas todas las condiciones educativas, de todas maneras no podemos garantizar la formación).

La verificación, la auto-representación en el marco de tales criterios, dará vida eterna a este mecanismo, que ahora tendrá en los pupilos unos fervientes reproductores, pues nos inclinamos a agradecer profundamente a quien nos disuada de que la condición humana está ligada a la contingencia.

Pero las prácticas se pueden desplegar perfectamente sin que sea necesario conocer su funcionamiento, como afirma Lacan [1973:89]. Aproximarnos a lo que ocurre en los ámbitos educativos por la vía de la planeación es un engañoso discernimiento. Otra cosa es la investigación, a partir de disciplinas como la sociología, la antropología, la historia, el psicoanálisis. Sí existen las disciplinas científicas es porque nuestro contacto con la realidad (en nuestro caso: la educativa) no es garantía de que entendamos como acontece lo que nos interesa. ¡La planeación es la antítesis de la investigación! De lo contrario, ¿para qué se necesitaría investigar?, ¿no bastaría con preguntarle al maestro cómo funciona la educación —de la cual él es agente y planeador— para entender el proceso educativo? Si el planeamiento exhibe semejante capacidad de previsión, tendría que estar basado en un conocimiento cabal de la práctica. Sin embargo vemos con sorpresa que está basado en los ideales.

¿No es paradójico enseñar con certeza a investigar lo que es incierto? A la idea de la programación de la educación les subyace una débil teoría del conocimiento. Eso no quiere decir que la educación no sea deliberada, que no busque algo. En ese sentido no opera al azar. no es eso lo que estamos diciendo. Estamos afirmando que busca algo incierto y que para eso reduce contingencia y crea condiciones de posibilidad. El resto es exceso y por eso aparecen los ideales que, como hemos dicho, no son anodinos.

Y como obramos en lo “políticamente correcto”, no importa contradecirse: con un programa en la mano, el maestro puede decir que es para ir acomodando el trabajo al ritmo de los estudiantes. Contrasentido, pues mediante la planificación es imposible (otro aspecto de la lógica modal) establecer el ritmo de cada uno y, más difícil aun, tenerlo en cuenta, y mucho más difícil aun, modificarlo (que es, nada menos, el asunto de la educación); está lógicamente excluido, aunque es de buen recibo decir que no (ahora bien, no se trata de mala voluntad, sino de una forma de proceder de la que todos participamos); además, los alumnos harán, con su manera de acoger estas propuestas, que la profecía se cumpla.


Programación y vínculo

Aparentemente, se “rompe el hielo”, se hace del encuentro educativo un acontecimiento “amistoso”: se invita al conocimiento mutuo, que cada uno se presente. Y eso está bien, pero ¿es el ámbito educativo un lugar para “conocerse”? No... Es para otra cosa, aunque terminemos conociendo algo del otro. Es decir: no es para eso (propósito), pero eso se puede producir (efecto posible). Esto hay que tenerlo muy en cuenta, porque para cierta comprensión de la formación habría que obstaculizar, en cierto sentido, la intersubjetividad para introducir una relación con el saber, que requiere la relación, pero que pero que va más allá.

Entonces, cuando nos presentamos —algo común en la escuela de hoy—, estamos ubicando, al comienzo, lo que podría ser un efecto que, en caso de darse, forzosamente estaría situado al final... (como cuando trabajamos con una persona desconocida y, al cabo de un tiempo, podemos pasar a las presentaciones). Una vez más, ¡lo convertimos en un propósito!; pero, en realidad, esto ni anticipa el efecto, ni contribuye a que se realice: constituye más bien un escenario de semblantes, de buenas maneras, un ritual. Y está bien tener buenas maneras, eso es indiscutible, pero ¿es para eso la escuela? Pensamos, equivocadamente, que si es un efecto posible, podríamos garantizarlo de una vez, proponiéndonoslo como un objetivo, toda vez que es bueno. Desafortunadamente, no se pueden lograr los efectos (aunque sí los productos) por la vía de los propósitos [Antelo, 2005]. Con esto, no estamos diciendo que lo educativo deba ser un ámbito de antipatía, de malas maneras, pero ¿por qué tendríamos que trasladar lo que ya sabemos de los otros ámbitos a éste?, ¿acaso la condición a la que se alude es universal y aplica para todo contexto?, ¿queda excluida del análisis social, del análisis antropológico, del análisis político? (es decir: ¿no somos investigadores en relación con eso?, ¿es algo por fuera de duda?). ¿No hay acaso efectos específicos de los lazos así construidos?; ¿no hay límites precisos a las posibilidades cuando establecemos claramente las relaciones?

Puedo proponerme llevar al otro a cine y después a comer pizza… y realizarlo. ¿Pero me puedo proponer caerle simpático? Claro que puedo, pero que le caiga simpático al otro no depende de mi propósito sino de la resonancia posible entre dos subjetividades, algo que no controlo algo que desconozco en gran medida.

Dice Freud: «No constituye una ventaja muy grande para los pacientes que el interés terapéutico de los médicos, en cuanto a los métodos que emplean, llegue a alcanzar un tono afectivo muy exagerado. Hay más ventaja para ellos en que el médico realice su tarea fríamente y, si es posible, con precisión»[7]. Podríamos hacer una paráfrasis de esta idea aplicando la a la educación: “no es una ventaja para los estudiantes que el interés educativo de los profesores alcance un tono afectivo muy exagerado. Hay más ventaja para ellos en que el profesor realice su tarea fríamente y si es posible con precisión”. Cuando decimos “fríamente” no estamos diciendo desalmadamente, si no aplicada a su asunto, sin ser descortés, pero con atención a las condiciones que posibilitarían la formación. Los profesores no van al colegio a hacer amigos. En principio, los estudiantes tampoco, pero como hay que producir esa condición de tener una relación con el saber, es inevitable que para ellos sea muy importante la interacción con sus pares.

En ese mismo sentido, el escritor Fabián Casas sostiene: «A los escritores no hay que conocerlos, hay que leerlos»[8]; es decir, hay ámbitos que excluyen lógicamente esa dimensión del “conocerse”. Por esta vía, podríamos decir: el profesor no tiene por asunto conocer a los estudiantes, sino formarlos (lo cual no impide que los conozca, pero eso ya sería otra cosa, un efecto posible).

La prueba de que la oferta prefigura cierta modalidad de la relación es que, se constate una tendencia a hablar de otros escenarios. Cualquiera puede querer hablar de eso, pero —en tanto hablante situado— sabe también que no todo contexto admite decir todo lo que querríamos (nos puede venir a la memoria un chiste en un funeral, pero no se nos ocurriría relatarlo en voz alta a los presentes). La legitimidad, entonces, le viene de la invitación, de las prácticas sociales, de su apuesta en ese marco. Podría no conocer muy bien las restricciones que impone el contexto (como les ocurre a los niños, por lo cual su “impertinencia” más bien se les “perdona”... aunque no se espera que eso dure para siempre); pero, si este fuera el caso, en el contexto no se haría esperar la reconvención, por todas las vías posibles: indirecta, ironía, gesto, llamada de atención, hasta regaño… Sin embargo, nada se señala al respecto hoy en día en la educación… ¿porque no es el momento de hacerlo?... pero habría que hacerlo en algún momento, cosa que no va a ocurrir; ¿porque es admisible en el marco de lo solicitado?... parece ser. Obsérvese que no aludimos a algo que el profesor tenga que saber, con lo cual señalaríamos un déficit. Al contrario, se trata de algo que el profesor tiene o no en su manera de conducir el diálogo y que, en consecuencia, promueve ciertas cosas y otras no. No es un juicio de valor.

La cortesía, lo políticamente correcto, está de lado y lado. ¿Cómo puede alguien, sin haber comenzado un curso, decir que le resulta muy pertinente para su ejercicio investigativo? ¿Cómo puede saberlo si todavía nada se ha dicho? No puede: en realidad, está siendo cortés. Acá, de nuevo, tenemos la anticipación como procedimiento. E insistimos: no se afirma que el proceso educativo tenga que ser descortés. En el marco del proceso educativo es posible, en algún caso, que se dé una amistad… pero es un efecto, no una condición de partida (aunque sea simulada), no una condición necesaria, no algo a generalizar. ¿Cómo base en qué puede alguien decir que la actividad que va a realizar le permitirá generar cambios en los otros?; pues si todos comparten esa idea, no hay que dar ninguna explicación, no hay que tener ningún fundamento. El problema con esto es que nuestra actividad gira alrededor del saber, que no es sentido común, que no es creencia popular. Si tuviera que dar cuenta, tendría que explicar en qué consiste lo que es aquel a quien quiero transformar, como para poder justificar que lo puedo transformar. Si yo puedo transformar a otro sujeto (o a un contexto) con base en mis propósitos, ¿no es evidente que otro podría también fácilmente volverlo a transformar, incluso ponerlo en la condición en que estaba antes de que yo lo transformara?

El contraste con Georg Simmel [1915-6], en la introducción a su Pedagogía escolar, es radical: aclara lo que no puede prometer, pero no lo que podría alcanzarse. ¡Todo lo contario! Apuesta a poner lo mejor de su parte para dar lugar a que algo —incalculable— emerja... no sólo del lado de los estudiantes, sino también de sí mismo.

No hay límite a lo que proponemos en el ámbito educativo: cambiar el país, cambiar el contexto, producir la solidaridad latinoamericana, contribuir al proyecto educativo nacional. ¡Ideales! Pero ¿estamos realmente en capacidad de hacerlo? Podemos entender que hacemos parte de esas realidades y que alguna incidencia tenemos, pero inciden tantas cosas en determinar lo que son esas realidades, que no puede entenderse más que como un delirio el propósito de la transformación sin tener en cuenta esa cantidad de vectores incidentes; y para conocer tales vectores ¡hay que investigar!, no están dados a la percepción de la buena voluntad. Si la medida es el tema y no los conceptos (como suele ser en la “investigación educativa”), pues no hay razón para hacer alguno de aquellos gestos (picar el ojo, dar un codazo, fruncir el entrecejo) que insinúan la inadmisibilidad de algún enunciado en el contexto. Más bien hablamos de la libertad de expresión. Sin embargo, entender pasa por delimitar. Si no hay límite, no habrá propiamente comprensión de algo, y no se comprenden las transformaciones producidas. Ni siquiera se hace una pregunta aclaratoria cuando hay una fallida sugerencia de causalidad. ¿Está bien aplicar la libertad de expresión cuando el otro está palmariamente equivocado? Claro que no se trata de objetar, por principios, lo que el otro diga (procedimiento que se aplica, indefectiblemente, a la política educativa), Pero si es posible establecer límites, conceptos que permiten discriminar, etc. Las cosas se caen por su peso, dice el sentido común, pero la física dice algo muy distinto; ¿hemos de aceptar que el estudiante siga creyendo en que las cosas se caen por su peso? Insisto: no se trata de superponer a su creencia nuestra certeza, sino de crear las condiciones para que esa creencia se muestre incompleta, precaria, sin antecedentes, con implicaciones contradictorias

El profesor puede decir que le gusta enseñar; pero, pasado un tiempo los estudiantes infieren su relación con el conocimiento. A veces en un par de clases ya los estudiantes saben que el profesor desea el saber que imparte, o que sólo lo utiliza como parte de un oficio. Casi que por defecto los estudiantes no componen ese ámbito comunicativo que restringe los dichos. Para ellos, todo vale. Por lo tanto, el único que podría producir un límite para lo admisible en el salón de clase es el maestro. Si él lo permite todo, pues no tenemos una clase, sino una típica conversación espontánea, que cambia de tema metonímicamente.

Ahora bien, para poder cumplir la programación, es necesario evaluación el maestro se borre como sujeto. Lo que se impone es la programación, a expensas del profesor. Como decía Parra Sandoval de la Escuela Nueva: la cartilla es el maestro. Si tal es la condición, la única oportunidad de que los estudiantes se enteren de ese gusto del profesor sería diciéndolo explícitamente; de resto, es poco probable que lo perciban, que lo infieran. ¿No aparece la dimensión subjetiva justo allí donde es forzoso responder por algo que no estaba en la planeación? Los estudiantes percibirán la programación, percibirán que nada escapa al plan; percibirán que al profesor le gusta que las cosas funcionen (que es, entre otras, la satisfacción del discurso comandado por la consigna[9]); no percibirán a un sujeto arreglándoselas con un saber delante de unos estudiantes (y el profesor puede decir, con toda razón, que hace lo que le exigen... lo cual probaría que estamos ante un fenómeno social, no ante un asunto de este o de aquel profesor). Recursos como el PowerPoint son especiales para que esto se materialice. Para que se borre el profesor, a favor de la eficacia, de la ornamentación. Los programas de computador que permiten hacer “presentaciones” y el video-beam son protagonistas hoy en las instituciones educativas. Si a los maestros antes se los recordaba por su relación con el saber, ¿qué se recordará mañana, si hoy su lugar, en gran medida, está ocupado por la interfaz de un software? Con el agravante de que el profesor puede apuntar a desestabilizar a los estudiantes, mientras que el programa de computador está diseñado para hacerlos sentir bien... que no es una condición propia del saber, según entienden epistemólogos como Bachelard.

¿Para qué sirve leer el programa en clase? Enseña lo que se va a hacer durante el semestre; es decir, informa. Pero enseña algo que no está explícito: hay que planear el acto educativo; enseña que el acto educativo tiene el mismo estatuto del trabajo: acción racional con arreglo a fines. Pero podemos pensar —con Hannah Arendt [1958]— que la formación no es con arreglo a fines, sino que es más bien una praxis, es decir, que no es trabajo ni, menos, labor.

Y, sin embargo, muchas de las actividades educativas hoy en día se piensan en el sentido del trabajo, en el sentido de una acción con arreglo a fines: intervención social, transformación del sujeto. Acá podríamos citar la discusión que autores como Pierre Bourdieu [2000-1] —desde la sociología— y como Pierre Joliot [2001] —desde las ciencias naturales— le dan a la posibilidad de predicar, a propósito del conocimiento, en términos de finalidades extra-cognitivas[10], no obstante su emergencia histórica: si se pone la finalidad como condición de la investigación que busca conocer, paradójicamente no se podrán hacer los hallazgos cognitivos a los que ella podría dar lugar (impredecibles), a través de una complejidad social que no se agota en los propósitos, que puede desbordar, contradecir o ignorar los propósitos. O sea, estamos ante, al menos, las siguientes dos opciones: o es algo irrealizable, o se trata de una esfera de la praxis que usa el saber al precio de sacarlo de su contexto y ubicarlo en otro. Así mismo, si se pone la finalidad (por ejemplo: problemas de la migración, de desplazamiento, de interculturalidad) como condición de la formación que se busca producir, paradójicamente podría no producirse. La necesidad (problemas a solucionar) y no la posibilidad como condición de formación.

Se tienen ideas como la siguiente: “Primero hay que ver la vaca en el campo; luego un proyecto práctico en relación con la vaca; y, por último, una explicación biológica de la morfología del animal”; o, también: “primero se formula el proyecto; luego la población y el tema; y, por último, el alcance y los límites del análisis”. Esta previsión le meta-comunica —como dice Eliseo Verón [1969]— al estudiante la idea de que todos son iguales: para todos funciona la misma estrategia. Es curioso: solemos resaltar la heterogeneidad, el contexto... pero la previsión (con sus discurso, actos y enunciaciones concomitantes) promueve la homogeneidad. Pero con esta periodización, que pretende prever cómo avanza el pensamiento del estudiante, sin importar quién es, qué antecedentes teóricos trae, qué prejuicios porta, qué postura tiene frente al objeto de conocimiento... parece que —ahora sí— todos tendrán su proyecto a tiempo, todos harán su desarrollo en el lapso previsto y todos terminarán de manera más o menos ajustada. Pero, de hecho, muchos estudiantes terminan sus cursos y todavía no saben qué van a investigar; algunos nunca se gradúan.

 Hoy le pedimos a los estudiantes que hablen de lo que más les guste, lo que más les interese o lo que más necesiten. Pero formar ¿no es justamente modificar el gusto, el interés, la necesidad? ¿Acaso coincide la heterogeneidad de prejuicios que traen los estudiantes —a menos que no fueran seres humanos— con la postura investigativa, con los autores que queremos que lean? ¿Acaso la “necesidad sentida” viene de “adentro”? No: la “necesidad sentida” es un resultado social: «Las necesidades son un efecto de las relaciones sociales y no una variable a cuya altura se pongan las relaciones sociales» [Zuleta, 1978:16]. No en vano, Bourdieu [1982:23] advierte sobre el peligro de defender el estado “cognitivo” de las personas como algo “espontáneo”, cuando en realidad eso que “saben” es condición de reproducción del capitalismo (es el caso del fetiche de la mercancía): las tinieblas del desconocimiento —dice el sociólogo francés— son necesarias para cierto comercio simbólico.

La “necesidad” no es espontánea, es producida. Y, claro, se puede intentar el trámite de una necesidad “sentida” mediante la educación, mediante la investigación, pero en este caso habría un sentido muy particular de ‘educación’ y de ‘investigación’, subordinada a la postura desde la que se “siente” la necesidad. Por esa vía no habría conocimiento posible. Las dificultades que hay para que los estudiantes entiendan ciertos temas o para que hagan sus tesis, es una muestra de que ellos necesitan otras cosas. Por ejemplo, necesitan graduarse. Si el asunto fuera satisfacer el gusto, y si los estudiantes respondieran sinceramente, quedarían muy pocas personas en los salones de las instituciones educativas. Ellos saben que es un gusto, en el sentido de “lo que menos disgusta”, pues en relación con el saber, el asunto no es de gusto o disgusto, sino de deseo. El gusto tiene una génesis social, no es sencillamente una inclinación personal, sin vínculos con los referentes sociales. ¡Y el deseo tiene que ver con la tribulación! No es el fácil anhelo de lo que el otro tiene, no es la demanda que se le hace al otro, no es la ambición basada en el ideal... Eso produce otra clasificación, pues en el marco de una relación de deseo con el conocimiento se pueden leer cosas que no gustan tanto, pero que tienen su inscripción en el conjunto del trabajo que se ha resuelto llevar a cabo.

En el ámbito educativo se cree que las comprensiones y los escritos van mejorando en proporción directa con la cantidad de lecturas. Sin embargo, no es acumulando lecturas como se produce una postura positiva frente al saber. Se puede leer por toda la vida, sin mover un ápice los prejuicios; en cambio, según George Steiner [1963:27], «Leer bien significa arriesgarse a mucho. Es dejar vulnerable nuestra identidad, nuestra posesión de nosotros mismos». El efecto de formación tiene que ver con la postura —bajo cuya égida las lecturas tendrán un norte—, no tanto con el número de lecturas, actividad que puede tributarle, más bien, al trabajo que se hace “por obligación”. Por eso, en ausencia de deseo, hay formatos que prescriben el número mínimo de citas, el número mínimo de referencias bibliográficas, las partes del texto, etc.

Un ejemplo de prejuicio (un tic mental, decía Zuleta): un estudiante explica que intenta “recuperar las raíces ancestrales”, para educar a su hijo. Y si intenta recuperarlas es porque las considera pérdidas. Esto, sin duda, lo posiciona en relación con el hijo, independientemente de que sea o no cierto, pues lo importante es que el hijo lo ve orientado hacia algo. Pero este mismo estudiante traslada esta preocupación al ámbito educativo. Para eso habla de interculturalidad. Pero, lo que efectivamente le da un lugar en un ámbito (el de la crianza), perfectamente puede ser un obstáculo en el educativo. ¡Y la labor formativa no es otra cosa que luchar contra obstáculos! Se entiende, por supuesto, que es algo que lo preocupa y que quiere encontrar ese tema en todas partes. Pero ¿la escuela ha de darle consistencia a esta preocupación, sin ponerle alguna condición? Reflexionar sobre esto puede ser parte de lo que llamamos formación… sin descalificar el ámbito familiar, el “saber” que allí despliega la persona, pues es otro contexto, con otras reglas. La educación no es la continuación de la vida cotidiana. Veamos algunos inconvenientes de esta posición: es un prejuicio reclamar ancestros solamente del lado indígena y no del europeo. ¿Habremos de legitimarlo en en el trabajo que haga el estudiante? La idea de que “perdemos” lo ancestral puede legitimar la acción con el hijo, pero no la comprensión de la vida social, donde nada “se pierde”, pues toda cultura es híbrida y se forma en pugna permanente, y donde nada se “recupera”, pues si por ello se pugna, aquello que se trae no es igual a aquello que se intenta “recuperar”, toda vez que los contextos no son los mismos[11]. Por eso, no es raro que el estudiante, al poco tiempo de estar hablando, empiece a esgrimir el deber ser, tono propio del prejuicio: «Debemos estar bien preparados para aportar a nuestros hijos unas experiencias que ayuden a mejorar su calidad de vida» (otra vez la necesidad, donde lo que hay es contingencia y, en consecuencia, sólo alcanzamos a crear condiciones de posibilidad). Por contraste, es parte de una disciplina intenta decir, con ayuda de conceptos (no de lo que cree y apuntala con su afecto), cómo es aquello que le interesa estudiar. Por eso, al estudiante le parece que está listo para hacer investigación, toda vez que tiene un hijo y lleva bastante tiempo trabajando con comunidades.

En aras al ámbito que genera la torsión de la modalidad (que es, recordemos: convertir en necesario lo que era contingente), hoy en día consideraciones como estas no son objetadas en clase al contrario se las enaltece.

El silencio otorga.



[1]     Algo que hemos establecido en las investigaciones realizadas con el ciup, en 2014 y en 2015, y que denominamos dejación del saber [cfr., Bustamante et al. 2018].

[2]     Nos referimos a valores de la lógica modal (necesario, contingente, posible e imposible), recurso que utilizamos para explorar la condición humana.

[3]     Con sólo considerar al docente desde la perspectiva de la satisfacción, cambia radicalmente la concepción sobre su papel en el proceso formativo.

[4]     Las preguntas que caracterizan el padecimiento de la histeria y de la neurosis obsesiva, son, respectivamente: ¿Soy hombre o mujer? y ¿Estoy vivo o muerto? De esta manera sintetiza Jacques Lacan [1955-6:§12-13] las reflexiones de Freud al respecto.

[5]     El efecto de impotencia que produce el ideal está estudiado en el artículo “Idealización en la vida personal y colectiva”, de Zuleta [1982].

[6]     Verso del poema «Para una versión del I King» [Borges, 1976:235].

[7]     Citado por Jones [1953:52], de una conversación personal con Freud.

[9]     Es una idea tomada del seminario de Lacan sobre los cuatro discursos [1969-70].

[10]   En las investigaciones de 2014 y de 2015, expusimos —respectivamente— los argumentos de estos dos autores [cfr., Bustamante et al. 2018].

[11]   Por ejemplo, es muy importante para su relación con el hijo, que el padre tenga una convicción, que trabaje en cierto sentido. Pero el contenido de esa convicción no necesariamente es pertinente desde la perspectiva cognitiva. ¡Se pueden producir efectos formativos mientras se profieren inexactitudes!

66 comentarios:

  1. Saludos, profesor Bustamante:
    Un asunto que me llama la atención respecto al tema abordado fue el de la investigación, más específicamente el de la metodología de investigación y sus posibilidades para los futuros egresados. Desde los programas de pregrado en educación ha tomado fuerza algunos discursos relacionados con el maestro investigador, convertir el aula en un laboratorio, sistematizar prácticas para investigar, para cambiar asuntos que merecen modificarse para innovar, para dejar de repetir, entre otros. Este tema de la “investigación”, sin embargo, puede en cierto punto desplazar el saber en el aula, la lectura obligada de clásicos, la formación, en el afán de los maestros de supuestamente realizar investigaciones sobre su práctica pedagógica. En este sentido, no solo se concentra la atención en Sampieri al interior de los cursos de metodología, por ejemplo, sino en hacer coincidir la práctica del maestro con una teoría específica, como si una se derivara de la otra y la investigación serviría de puente para atarlas a un “problema investigativo” que se presentaría como desafiante. Sino es así, los estudiantes dirán, ¿De qué me sirve la teoría cuando no se conecta con la práctica? ¿Es útil leer cuando no me dice nada respecto a mis estudiantes? ¿Por qué debemos leer eso tan “teórico” si ya es parte del pasado? La pregunta entonces que quisiera realizar es por la preeminencia de la práctica, en lugar de la teoría, del saber, y del estudio juicioso en algunos programas de las facultades de educación. En tal sentido, ¿Tiene alguna relación la teoría con la práctica o son de dominios completamente distintos? ¿Por qué ese afán de relacionarlas para que una me sirva para la otra? ¿O por qué ese afán de que la práctica se convierta en una suerte de prerrogativa para establecer “teorías”?

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    1. Hola, Andrés
      Las “posibilidades para los futuros egresados”, como dices, en gran medida depende de esos futuros egresados, no sólo de lo que “da” la universidad. La “Metodología de investigación” es un producto de consumo ESCOLAR, no existe allá donde las disciplinas hacen investigación. Por eso propongo la idea de que la “Metodología de investigación” (pregrado y postgrado) es posible por una complicidad entre:
      - una institución que renuncia a producir las condiciones para que el deseo de saber sea posible…
      - y algunos estudiantes que se quieren evitar el trabajo que implica asumir la responsabilidad de un saber.

      Una cosa es el maestro en relación con su disciplina (que puede pasar por la investigación, si así él lo decide) y otra cosa es la moda del maestro-investigador que —como dices— convierte el aula en un sitio de investigación PARA cambiar o innovar… asuntos ajenos a la investigación en el campo de saber, donde no se habla de “cambiar”, que es una pretensión más de naturaleza política (asunto legítimo, pero distinto). Y uno de los efectos es el que plateas: “desplazar el saber en el aula, la lectura de clásicos, la formación”. ¡Completamente de acuerdo! Esa pregunta por “¿de qué me sirve?” no sólo es utilitarista, sino que es ajena al saber… lo que no quiere decir que EN OTRO MOMENTO LÓGICO no sea posible que el saber tenga relación con asuntos prácticos. Teoría y práctica son dominios distintos, aunque relacionados. Por eso hablo de “momentos lógicos”. Pierre Joliot tiene un libro precioso (“La investigación apasionada”) donde explica eso de muy buena manera.
      Quien se pregunta ¿por qué leer una “teoría” del pasado? NO TIENE DESEO DE SABER. Y eso no es problema en general, pues uno se puede pasar la vida al margen del saber, pero sí es problema cuando uno ha elegido ser maestro.

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  2. (Por temas de espacio hago hago otro nuevo comentario) Un segundo elemento por el que quisiera indagar, relacionado con el anterior, es el de diversas formas de llevar a cabo la “investigación”. Conozco dos programas de pregrado en Educación Infantil, en la ciudad de Bogotá, que cada semestre dicen a sus estudiantes que en ese periodo académico deberán llevar a cabo su práctica pedagógica e “investigar” bajo el modelo de investigación acción, o de etnografía, o de estudio de caso, o de teoría fundamentada, o de otros que existan. De antemano, como usted ha señalado, se pretende conjurar el azar, equivocadamente, ya que la investigación se suscribe más en un terreno de dudas que de certezas. En tal sentido, tales programas, -no sé si el de la pedagógica también- no solo animan a “investigar” sino que presentan de antemano un camino ya trazado, como si este fuera un modo fácil por el que obligatoriamente hay que transitar y del cual no se puede salir. ¿Qué opinión le merece que aparte de conjurar el azar se presente el camino para lograr tal propósito? ¿Tiene algún sentido hacer “investigaciones” partiendo de esa forma?

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    1. Hola, Andrés
      La idea de “diversas formas de llevar a cabo la investigación” es la respuesta de la universidad al sujeto entendido como “cliente”, como alguien que se define por el consumo. O sea: la exacerbación de un principio capitalista. Pero ¿es la universidad el sitio para hacerle eco al capitalismo? Ahora bien, la fuerza del capitalismo no es tan visible. Andamos, por ejemplo, exigiendo nuestro derecho a contestar el celular en clase, en el concierto, en la conferencia… Pero no me parece que la clase, el concierto o la conferencia sean asuntos de “derechos”; más bien, son asuntos de POSIBILIDADES: hay que TRABAJAR para estar a su altura.
      Entonces, de un lado, investigar es la relación con el campo de saber, y éste ha establecido la especificidad de su objeto abstracto-formal. De manera que NO hay “diversas formas de investigar”, no es ése un ámbito para ejercer la “libertad”. Al contrario, una vez que usted ha elegido un campo de saber —porque lo desea, porque se satisface con sus productos INTELIGIBLES (no sensibles)—, entonces pierde libertad. La línea siguiente de la demostración de un teorema depende de la anterior.
      Veamos las formas de investigar que mencionas:
      1. ‘Investigación acción’ y ‘Teoría fundamentada’, son expresiones de uso escolar y/o político (o sea, no se usan allá donde la disciplina investiga), pues ¿acaso hay alguna investigación que no sea acción?, ¿acaso hay alguna teoría que no sea fundamentada? En la misma dirección está la supuesta oposición entre investigación ‘cuantitativa’ y ‘cualitativa’, caso en el cual también podemos hacer una pregunta: ¿acaso la cantidad no es una cualidad?
      2. ‘Etnografía’ podría ser —hasta cierto punto— equivalente a “antropología”, pero en la escuela la expresión está recontextualizada y, en un gran número de casos, quiere decir: “entrar en relación con las personas con las que se va a hacer la investigación”, que no es más que un aspecto político del asunto.
      3. “Estudio de caso” es de otro nivel; uno podría preguntar: ¿con qué teoría se va a hacer el “Estudio de caso”? Pero, bueno, se trata de un listado típico de esta perspectiva: sin criterios de clasificación.

      Y, por supuesto, en todos los casos —porque se trata de una demanda de la institución— se pretende conjurar el azar, como dices. Y claro que tiene sentido hacer ese tipo de investigaciones: aprobar la materia, graduarse, acrecentar el número de investigaciones, cumplir con las condiciones institucionales, con la política educativa, con los estereotipos sociales, etc., etc. Nada que de tribute necesariamente al saber.

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  3. El advenimiento de la programación: Estoy de acuerdo en que cuando se construye un “programa” de orden educativo, se esta mediado bajo las lógicas de orden administrativas en el desarrollo de ser “eficiente y eficaz”; en esa medida es muy valido los temas de “contingencia y la necesidad” que pueden vivir las proyecciones a futuro de los programas cuando el presente es azaroso. Sin embargo, ¿no se puede caer en confundir “contingencia” con “improvisación” ?, es decir, si no se valida en programa no se estaría en alto riesgo contante de caer en la improvisación y por ende, esto no implicaría una posible disminución en la formación.

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    1. Hola, Unknown (dime, por favor, tu nombre)

      Que el “programa” esté mediado por las lógicas administrativas no quiere decir
      1. Que la dimensión regulativa no tenga un lugar importante; el problema es cuando ella no está al servicio de la dimensión instruccional (entre otras, cuando los docentes hacen dejación del saber).
      2. Que por hacer un programa, el docente esté inscrito en prácticas de eficiencia y eficacia; eso depende de su posición, no principalmente de las medidas administrativas.
      3. Que por NO hacer un programa, el docente esté por fuera de ese tipo de prácticas (que sea “crítico”, por ejemplo); de nuevo: eso depende de su posición.
      De otro lado, tienes toda la razón: ¡se puede “defender la contingencia” pero para no trabajar! (para “improvisar”, en sentido negativo: como “no comprometerse y hacer cualquier cosa”). Pero también hay un sentido de esa palabra que me interesa destacar: aquel que se manifiesta en la improvisación artística: hay que haber trabajado mucho para poder improvisar en música, por ejemplo.
      Entonces, lo planteado es que la contingencia es constitutiva de la vida, pero que podemos:
      - Intentar REDUCIRLA, mediante las lógicas administrativas mencionadas. En consecuencia, todo parece funcionar, pero no hay deseo.
      - EXACERBARLA, por ejemplo, mediante la “improvisación” (en el sentido de “no comprometerse”), con lo cual no salimos de la contingencia.
      - CREAR CONDICIONES DE POSIBILIDAD, sirviéndose de la contingencia. (‘posibilidad’ es otro valor de la lógica modal, distinto de la contingencia). En este caso, el docente enfrenta la contingencia del encuentro produciendo la posibilidad del deseo de saber; en este caso es importante una improvisación —¡que no puede estar planificada!— proveniente de un trabajo intenso realizado con el saber.

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  4. Programación y vínculo
    “el profesor no tiene por asunto conocer a los estudiantes, sino formarlos; y por otro: más conviene al proceso formativo- y a los estudiantes, vistos desde esa perspectiva- que el maestro realice su tarea de modo frío y preciso, a que su acción esté caracterizada por hacerse con un tono efectivo (p. 102). Estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación, pero dentro de los sistemas educativos se califica la “calidad educativa” dentro de ello existe la nefasta “evaluación docente”, en muchos casos se observan preguntas precisamente sobre la afectividad, atención oportuna y cordial a las necesidades que prestan los docentes, es decir, que bajo esta mirada evaluativa estamos condicionados a ser “cordiales y empáticos con los estudiantes”, ya que entonces, nos vemos afectados en ese tipo de ítems y más cuando, el docente se comporta de manera “distante y fría”, centrado en su formación y no es sus relaciones afectivas.

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    1. Hola, Yecid
      Recuerda que la afirmación que traes a cuento es una paráfrasis de una comentario de Freud, hecho a Jones, sobre el médico. Además, que hacer las cosas de manera “fría” no quiere decir “con despotismo” o “sin cordialidad”, sino en función de su asunto, el cual podrá producir un tinte afectivo, pero es distinto hacer de ese tinte el asunto mismo de la formación.
      Peor, entonces, para la “evaluación docente” que se ocupa de establecer afectividad y empatía. El asunto es que, así quedamos dar un toque afectivo, esto no es un asunto de buenos propósitos. Si lo estudias con dedicación, encontrarás que hay efectos muy negativos de esa pretensión. Se le quita el tiempo al trabajo docente y tampoco se produce lo buscado.

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  5. Por qué los programas, corpus y/o los modos, (que son variantes según institución y/o docente), se convierten en objeto pertinente para un examen o análisis. ¿Cuál podría la razón de dicho fenómeno social en la misma investigación?

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    1. Hola, Yecid

      Respondería a tu pregunta con una cita de Pierre Bourdieu: “[…] aquellos que necesitan las tinieblas del desconocimiento para ejercer su comercio simbólico”.

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  6. Buen día profesor Guillermo Bustamante, en el abordaje de la tercera clase "cambio de modalidad" me ha hecho pensar en varias cosas de las cuales me gustaría saber su opinión tienes.
    La regulación en la educación: este tipo de discurso donde se vende el idealismo "haciendote creer que ese es el único camino para poder llegar a ser un sujeto exitoso, forjando el camino por el cual se debe andar, dirigido hacia la unificación de sujetos y que si no es ese camino no podrás llegar, ya tiene definidas las metas, de una tendencia de agresividad y violencia.
    Lacan en la cuarta tesis habla de la agresividad en el Psicoanálisis como "la tendencia correlativa de un modo de identificación que llamamos narcisista y que determina la estructura formal del yo del hombre y del registro de entidades característico de su mundo" y Slavoj Žižek con su propuesta de violencia objetiva " es la violencia inherente al estado de cosas normal. Es invisible, puesto que sostiene la normalidad de nivel cero contra lo que percibimos como subjetivamente violento"
    Esta es la manera en la que nos identifican con su modelo de sujeto idealista, el modelo al que se debe llegar como meta... El conocimiento perdió el objetivo principal del saber a necesidad como las ciencias económicas y administrativas lo perfilaron, desde que entraron a ser parte de la proyección y programación de la educación, se introducen los términos de necesidad y regulación para las acciones donde se busca legitimar la reproducción, se calculan y orientan las acciones para obtener los resultados esperados.
    Partiendo de esos puntos tratados me sirguen unas dudas:
    ¿Como volver a reconfigurar la práctica del saber en la escuela?
    Un punto de partida podría ser retomar el principio del que hablo el profesor Guillermo en la clase de verdad y recepción "no todo lo que nos gusta nos hace bien y no todo lo que nos disgusta nos hace mal", redirigir al sujeto de la satisfacción hacia el dolor y el cambio (transformación)... así como el propósito del " filósofo busca que el sujeto encuentre el camino de la verdad, pero, en pos de su empeño, el filósofo enfrenta la resistencia del sujeto mismo que se aferra a sus creencias (Teeteto: hallazgo de la verdad = parto doloroso)"
    ¿Tendríamos que hacer un retroceso al pasado antes que iniciáramos las prácticas administrativas y económicas de la educación? , de ser así ¿sería viable apostar a ese planteamiento? sugerencias de como podríamos realizarlo.
    Muchas gracias

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    1. Hola, Andrea
      Nadie “nos hace creer”, al menos que queramos creer, que no tengamos una formación al respecto, que prefiramos que el otro piense por nosotros. A propósito de esto escribió Estanislao Zuleta un hermoso texto: “Elogio de la dificultad”. Creo que los maestros estudiamos muchos años como para creerle al primer funcionario del MEN, a alguna política educativa de momento.
      A propósito de la violencia, me parece un buen punto partir de “La agresividad en psicoanálisis” que citas de Lacan. Justamente porque NO pone la agresividad en el otro, sino en la manera como se suscita la condición humana. Es algo muy distinto de las innumerables “teorías” que encuentran el poder en el otro, sin entender cómo se suscita, ni cuál es la posición de “la víctima” al respecto.
      Si alguien se autoriza a plantearles modelos a los demás, es porque hay sujetos buscando modelos. Muchas “investigaciones” en educación se reducen a eso: a decir cómo deben ser cosas. Las pongo entre comillas porque aquel que ya sabe cómo deben ser las cosas NO investiga, él ya sabe. ¡El problema es que encuentra quien lo oiga e intente hacerle caso! ¡Por eso se venden los libros de “auto-ayuda”! Cuando este discurso se hace preponderante, ocurre lo que dices: “El conocimiento pierde su objetivo”.
      Pese al monto de incertidumbre propio del saber y de la formación, a la educación se la tomó un discurso administrativo que la ve como una acción con arreglo a fines. ¿Por qué? ¡Pues porque nosotros hemos hecho dejación del saber! Ese discurso viene a “llenar un hueco”, un hueco dejado por nosotros. Mientras más nos parezca indiferente el saber, más se nos va a montar el discurso administrativo y vamos a tener que llenar más formatos.
      Te preguntas: ¿Cómo volver a reconfigurar la práctica del saber en la escuela? Buena pregunta. Pero tengo otra: ¿a quién le interesa reconfigurar la práctica del saber en la escuela? Es que esa dejación del saber tiene sus ‘beneficios’: “[…] lo que el hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto” (Zuleta).

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  7. Buen día profe, en el presente capitulo se menciona lo siguiente "se enseña que todo se puede prever, que la formación no es un efecto posible si se crean ciertas condiciones, sino el resultado esperado de hacer las cosas de cierto modo (lo cual elimina la diferencia entre producto y efecto, tan importante para pensar el proceso formativo)" (Bustamante, Carvajal, Díaz, Vásquez, Ramírez, 2019, p.100), entonces cómo se podría dar cuenta del conocimiento aprendido por los estudiantes. Qué tan pertinente sería dejar de tener anticipado un paso a paso o un conjunto de torsiones en nuestra cultura.

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    1. Hola, Profe Diana
      Tu inquietud ya ha sido planteada por otros compañeros. Decimos que NO todo se puede prever, pues la contingencia es propia del encuentro educativo (dada la condición humana). Por eso puedes intentar dictar la misma clase a dos grupos y no te sale igual. Ahora bien, eso no quiere decir que vamos a hacer cualquier cosa, pues eso sería mantener esa contingencia. Hemos dicho que la formación es convertir la contingencia en posibilidad. Pero, para eso, tienes que partir de que hay contingencia y de que tu acto no es cumplir unas disposiciones previas, sino CREAR CONDICIONES DE POSIBILIDAD, y eso requiere mucho trabajo con el saber, muchas ganas de pasar la posta (desear que el otro se enamore del saber del que tú estás enamorada). El problema es que el discurso administrativo se pilló que ya no estamos enamorados del saber y, entonces, nos dice cómo hacer… ¡a nosotros que estudiamos para que no tuvieran que decírnoslo!
      Hablamos de la diferencia entre ‘producto’ y ‘efecto’ para mostrar que la formación es del orden de los efectos (es decir, de lo que no podemos prever), pero a condición de hacer el trabajo, de conseguir el producto.
      Cuando uno tiene una relación con el saber y, además, quiere que los estudiantes tengan una relación con el saber, se las arregla para saber en qué van ellos. Tener anticipado el proceso es hacer desaparecer el deseo, pues éste no se puede programar. Y, claro, se llenan los puntos de la lista de cosas qué hacer, independientemente de lo que pase con los estudiantes. Satisfacción para el administrador, aburrimiento para los demás.
      PD: ¿Cuál es tu apellido?

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  8. Cordial saludo profe Guillermo Bustamante.

    La lectura del capítulo “Cambio de modalidad” y la respectiva conferencia me hicieron rememorar una experiencia algo agridulce en una institución educativa que cuyo nombre prefiero no recordar, donde la planeación era sinónimo de castigo, pues al ver que muchos docentes no cumplían con el requisito de enviar la planeación al correo del coordinador el domingo, este tomo la decisión de que todos los docentes debían presentar la planeación escrita a mano, que debía contener los DBA y estándares (transcritos de los respectivos documentos), todo el marco teórico del tema, los esquemas que se le presentarían a los estudiantes, junto con las actividades resueltas y demás requisitos, que hacían al docente esclavo de su profesión, pues el deber ser era presentar una carpeta… A su vez, el coordinador ingresaba a las aulas cerciorándose de que lo que estuviese en la carpeta, fuese lo que se estaba dictando a los estudiantes y si por azares del destino el docente se desviaba, debía repetir la planeación completa o si simplemente a este personaje le parecía poco pertinente el tema de la clase, tachaba todas las hojas…

    La anterior situación claramente disgusto a varios docentes, pero es justo en este momento donde pienso ¿de qué sirve una planeación si esta fuera del contexto social de los estudiantes? ¿Es necesario llegar a tomar medidas autoritarias con los docentes por no tener una planeación clara y dejar que el contexto sea el que hable y de las herramientas y el interés de la formación de los estudiantes? Porque si bien es cierto, el papel de los coordinadores y coordinadoras en la actualidad es netamente administrativo, el simple hecho de vigilar y castigar al docente, de allí que no es un secreto que la mayoría de docentes vean su quehacer cotidiano muy lejano de su utopía educativa, en donde se sueña con cambiar al mundo en un país con políticas educativas, que como bien lo señalas en la conferencia, solo dotan a las instituciones y docentes de un solo camino y de rígidas formas de evaluación que llevan a la reproducción cultural de generaciones y generaciones de analfabetas funcionales, que saben la historia mundial, las operaciones básicas y complejas, el identificar los organismos, de gozar de buena ortografía, etc., sin tener en cuenta su contexto de desarrollo social, cultural, económico y político.

    (Por temas de espacio hago otro comentario)
    Laura Stefany Martínez Ruiz.

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    1. Hola, Laura Stefany
      La planeación como sinónimo de castigo… ¡terrible!
      Pero ¿pasa lo mismo en todas las profesiones? ¿Hasta dónde llega esa forma de control con los médicos?, ¿con los ingenieros? No sé, supongo que no es igual en todos los casos, pues tiene distintas maneras de asumir el saber.
      Me parece que hay una dejación del saber a escala social: “Te falta calle, profe”, dice un mural en la UPN… según eso, ¡no hay que esforzarse con el saber, sino manifestar en la calle! No niego la formación política, pero eso no reemplaza la formación que dispensa la Universidad.
      Pero, si ya no hay que estudiar, es esperable que quien sostiene la educación oficial entre en angustia y empiece a establecer aquello que habría que hacer, ¡pues el otro —contratado para ello— no lo hace por su propia cuenta! Los DBA, por ejemplo, son un adefesio, pero ¿hay una respuesta contundente (quiero decir sustentada y unánime) de los docentes por área?, o, muy juiciosos, ¿pasamos a cumplir? Nuestra fuerza como intelectuales es lo único que puede oponerse al discurso administrativo (y, con todo, el resultado de esa pugna no está garantizado). Pero ¿tenemos ese lugar? (instancias intelectuales fuertes). No lo veo. Veo sindicatos que, con toda razón y legitimidad, se ocupan de la dimensión contractual. ¿Pero y la dimensión académica?
      Tu coordinador es un sádico (son legión). Vale la pena decirlo, pues TODOS obtenemos un monto de satisfacción de lo que hacemos, así ésta se reduzca a la queja. Y cuando nos relacionamos de manera deseante con el saber, el asunto no es igual a ese sadismo de tu coordinador. Es distinto enseñar como única forma de sobrevivir, a enseñar porque se desea el saber y, en consecuencia, se vive de eso que se quiere.
      Siguiendo los términos de B. Bernstein, dijimos que la dimensión regulativa es necesaria para garantizar la realización de la dimensión instruccional; pero cuando esa dimensión gana un estatuto propio, es cuando el discurso administrativo se pone por encima de los maestros. La pregunta es: ¿por qué? Y me respuesta es: en alguna medida, porque hemos hecho dejación del saber, porque no respondemos como cuerpo académico.

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    2. Cordial saludo profe Guillermo.

      Si profe tienes razón, la dejación del saber en un problema actual no solo en las instancias de educación básica y media, sino también en las universidades, donde se ha dejado de lado el saber disciplinar, de hecho, la interdisciplinariedad es una excelente opción, pero se ha propendido tanto a ella, que se deja de lado la disciplina y el saber en su esencia más pura. A su vez, lastimosamente como docentes nos es más sencillo seguir unos Estándares Básicos de Competencias, unos DBA y las mallas curriculares con el fin de “cuidar” el empleo, teniendo en cuenta que en las instituciones privadas es un imposible plantear un sindicato (ya que en los contratos en letra mayúscula dice que está prohibido) o querer plantear una perspectiva diferente, porque inmediatamente nos encontramos con un: gracias profe, ahí está la puerta…

      Claramente pienso que es importante plantear un cambio de la educación, ni para los estudiantes, ni para los docentes la educación actual es una buena opción, los primeros la ven impertinente y los segundos como un constante repetir contenidos sin un fin aparente a lo que la sociedad esperaría de las nuevas generaciones, de allí surgen varias cuestiones sobre el verdadero papel de los docentes en el aula.

      Laura Stefany Martínez Ruiz

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    3. De acuerdo, Laura.
      Sólo tengo una duda: ¿en qué sentido la 'interdisciplinariedad' es una excelente opción? ¿No habrá aparecido justamente en ese momento de la dejación del saber? ¿Es posible la interdisciplinariedad? Veo, de un lado, que no se hace bien ninguna de las disciplinas involucradas en ese 'inter'; y, de otro lado, que por supuesto se pueden reunir expertos de distintas disciplinas y tratar de hacer algo con un 'problema', pero eso no produce un nuevo estatuto espistemológico que podamos llamar 'interdisciplinariedad'.
      Una fiesta de poetas NO es una antología de poesía.

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    4. Cordial saludo profe Guillermo.

      La interdisciplinariedad desde mi punto de vista efectivamente es una constante dejación del saber en la actualidad, pero de repente, se puede pensar una integración de las asignaturas para dotarlas de todo su potencial, siempre y cuando sea posible contar con expertos en las disciplinas y poder fomentar proyectos que si bien aporten a un área en específico, también puedan apuntar a la integración del saber. Claramente esto es muy utópico teniendo en cuenta la educación actual en Colombia, no solo en el ámbito de educación primaria, básica y media (donde se propende a vender esta idea) sino también en el nivel universitario, donde la dejación es más evidente.

      Laura Stefany Martínez Ruiz

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    5. Hola, Laura S.
      Una cosa es crear ASIGNATURAS o espacios educativos con problemas cuyo tratamiento requiera el pensamiento de diversas DISCIPLINAS, y otra cosa es la "interdisciplinariedad", cuyo estatuto epistemológico es bastante incierto.
      Una cosa es que médicos de diversas especialidades investiguen el caso de un paciente y otra cosa es que se cree en ese acto una "interespecialidad".
      El saber no se puede "integrar", pero sí se pueden hacer concurrir a los especialistas a propósito de un problema particular.
      Hugo Zemelman decía que los problemas sociales requieren ser pensados desde varias disciplinas. Y tiene toda la razón, porque cuando hablamos de "problemas" no hablamos de objetos de investigación.
      De acuerdo contigo: la idea de una "interdisciplinariedad" es hoy un mecanismo para hacer dejación del saber.

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  9. Otro tema que me gustaría agregar, es la educación virtual (masificada por naturaleza) y la educación por ciclos o validación, pues en ellas se suelen llevar programas rígidos para dirigir al estudiante a la acabar pronto con su proyecto educativo y que salga al mundo con un diploma que lo respalde como ser funcional, sin que ello quiera decir que algo en su pensamiento, discurso o vida se transformó. Entonces ¿Cómo hacer para que la educación virtual y por ciclos llegue a ser oportuna y transformadora para todos aquellos que buscan a partir de ella superarse y que no se siga reproduciendo la promoción automática mediada por el pago de colegiaturas?

    … Así el docente se convierte en una ficha de ajedrez, con unos movimientos preestablecidos, evitando que el interés de los estudiantes, su deseo por aprender y de encontrar sentido a la escuela no entren en “jaque”.

    Gracias por la atención prestada.
    Laura Stefany Martínez Ruiz.

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    1. Hola, Laura Stefany
      Gracias a la experiencia educativa en pandemia, hemos de diferenciar entre:
      - “Educación virtual”: no ocurre al mismo tiempo, razón por la cual se presta para la masificación, como dices.
      - “Educación presencial-in-situ”: no masificada, realizada en el horario acordado, al mismo tiempo todos, dando condiciones propias de la formación.
      - “Educación presencial-en-línea”: como la anterior, pero con base en plataformas de TIC.
      Esa idea de programar el encuentro educativo para que el estudiante acabe pronto y que, como dices, salga con un diploma que lo respalde como ser funcional es justamente un efecto de las demandas que se hacen al sistema educativo. Pese a que la “extra-edad”, por ejemplo, es un producto social, la respuesta no es apuntar a transformar esas condiciones sociales, sino facilitar la validación. En consecuencia, es esperable el efecto, tú lo anotas: no se transforma la vida del estudiante. ¡Ese es el discurso administrativo: que la cosa funcione, no importa cómo! Es igual con la evaluación masiva: los resultados de los estudiantes son distintos porque tenemos un país estratificado (unos van a la escuela con el agua a la cintura, otros en helicóptero); pero la solución no es apuntar a esa estratificación, a sus efectos, sino que se responsabiliza a las instituciones y a los docentes de los resultados de los estudiantes en las pruebas.
      Entonces la educación virtual y por ciclos NO puede ser oportuna y transformadora, porque es un sistema inequitativo el que “detecta” el problema y aplica lo que cree que es una solución. Ahora bien, ¿dónde está el maestro a todas estas? Es, como dices, “una ficha de ajedrez, con unos movimientos preestablecidos”. Pero ¿por qué se deja poner ahí? ¿Será que gana algo?

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    2. Cordial saludo profe Guillermo.

      La cuestión frente a donde está el maestro en estos tipos de educación o como se posiciona, es compleja e interesante a la vez, pues el docente en algunas ocasiones no tiene la posibilidad de proponer sus temáticas, textos o ideas, porque todo está dado por desde la administración, entonces simplemente se convierte en un reproductor de contenidos y máquina de calificaciones, creo que el ganar de estos docentes se da más por el lado monetario y de experiencia laboral. Por otra parte, en la fundación donde laboro los fines de semana, los y las jóvenes de 15 años en adelante al encontrarse en extraedad en el sistema educativo formal, deciden validar y de allí salir al mundo laboral y de la educación superior, aunque este tipo de educación tampoco los dota de las herramientas necesarias para este fin, entonces los chicos al cumplir los 18 años se van a prestar el servicio militar como su única salida para tener un “sustento”.

      Laura Stefany Martínez Ruiz

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    3. Del lado de los maestros, que conste que se trata de decisiones, aunque --por supuesto-- son tomadas en condiciones muy complejas. Repetir es una decisión del sujeto maestro que pondera las opciones. El deseo es otra cosa: busca la manera de realizarse, no sin atender a las condiciones materiales... Hablo de 'deseo', no de 'impulso', no de 'demanda', no de 'anhelo'...

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  10. Por otra parte, las políticas públicas frente a la educación rural (si es que hay realmente), propenden por un docente funcionario, que es una de las cuatro caras presentadas en el artículo “El maestro cuadriforme” con el discurso de “hay que hacer esto”, “hay que hacer lo otro” (Bustamante. 2012:89), probablemente para procurar un puesto de trabajo y un salario… Así, las cartillas de Escuela Nueva, al menos en el área de ciencias sociales, plantean contenidos aislados del diario vivir de los estudiantes, entonces, la escuela solo les ofrece un título de básica primaria, pero de allí en más, la función de la escuela rural se queda corta al ofrecer alternativas, nuevas formas de concebir su espacio, experiencias mediadas con fines que en el andar se irán forjando…

    Gracias por la atención prestada.
    Laura Stefany Martínez Ruiz.

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    1. Hola, Laura Stefany
      En el artículo “El maestro cuadrifonte” planteo que al maestro le son constitutivas las cuatro caras. No entiende bien la complejidad de su trabajo si intenta dejar de ser ‘funcionario’, o ‘profesor’, o ‘enseñante’ o ‘docto’… Y, por supuesto, cada uno tiene su manera de relacionarse con cada una de esas caras. Una buena manera de caracterizar a un profesor X sería establecer esas maneras.
      Así, la participación en distintas modalidades educativas (como Escuela Nueva) con seguridad implica ajustes distintos entre esas partes.
      Ahora bien, si estudié Ciencias Sociales y las cartillas respectivas en Escuela Nueva plantean unos contenidos X que yo no comparto, ¿hago aquello con lo que no estoy de acuerdo? ¡Eso indicaría que no me importa mucho lo que hago! Unas cartillas, hechas por alguien que, a lo sumo, es un par mío, ¿cómo pueden transformar mi manera de hacer?
      Finalmente, frente a tu idea de que “la escuela rural se queda corta al ofrecer alternativas”, te cito un artículo de B. Bernstein: “La educación no puede suplir las fallas de la sociedad”: https://es.scribd.com/document/263779289/Bernstein-La-educacio-n-no-fallas-sociedad-Bernstein.

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  11. Buenas noches, profesor Guillermo Bustamante.

    Considero que presentar el programa es un gesto que condensa algunas ideas sobre la ausencia de saber en la mediación del vínculo entre docente y estudiante. El docente, en la presentación del programa, no solo presenta una serie de textos, actividades, didácticas y ejercicios evaluativos, sino que en general se está presentando como sujeto enmarcado en unas disposiciones de poder. La pregunta es si este sujeto está enmarcado en una relación con el saber, o solo con el poder.

    El docente, en este gesto performático, da indicios a sus estudiantes sobre si está dispuesto a negociar lecturas, entregas, calificaciones, etcétera. De alguna manera, está generando ese vínculo con sus estudiantes, y claro que concuerdo con su reescritura de la postura de Casas, el fundamento del docente está relacionado con la formación. Sin embargo, habría que preguntarse si los motivos de ambas disposiciones están mediados por el saber, o en general están atribuidos a un ocultamiento de asuntos enmarcados en otros intereses. Pues, el docente oculta generalmente que tiene una retribución económica por su posición y el estudiante oculta que, más allá de un interés genuino por el saber, lo que desea es mejorar sus posibilidades de vida, o adquirir reputación, etc.

    Esto me hace pensar que se ha discutido muchos años si la academia es un lugar propicio para generar resistencias a ciertas estructuras hegemónicas, considero que habría que preguntarse si la academia ha dejado, en su mayoría, de lado el saber para convertirse en una institución que produce titulaciones, ¿este será el lugar adecuado para encontrar el saber?

    Gracias

    Juan Pablo Acosta Zambrano

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    1. Hola, Juan Pablo
      Ciertamente, se siguen disposiciones cuando se presenta el programa. Pero si eso revela una obediencia al poder, ¡qué pobre poder! Solemos llenar formatos y hacer otra cosa (como tener una relación sólida con el saber). Lo que sí me parece problemático es creer que la formación se puede prever, caso en el que me pregunto por cuál es la relación que tiene con el saber quien así opera. El conocimiento es algo difícil, que se aprende en idas y venidas, con conflictos… si eso me pasó a mí, ¿cómo creer que puedo hacer que el estudiante se brinque esas dificultades gracias a mi planeación? Si la relación con el saber tiene que ver con el deseo, ¿acaso el deseo se puede planificar?
      Otra cosa es la relación pragmática: “debo desarrollar unos contenidos”, “el estudiante debe dar cuenta de una información”, “debo llenar unos formatos”, “debo mantener el orden en clase”… ¡Nada de eso tiene que ver con la formación!, no hay ahí una mediación con el saber, como dices.
      Pintas la escena educativa —con toda razón— como un juego de máscaras. Pero eso no está “mal”, pues ¡así somos! El asunto es qué hace el maestro con eso: cómo da cuenta de su relación con el saber, cómo produce una relación de los estudiantes con el saber. El interés por el saber NO está de entrada, ¡hay que producirlo!… por supuesto, si esa relación ME constituye como docente.
      La idea de la escuela como espacio para generar resistencias a ciertas estructuras hegemónicas es de doble filo. Si la llenura de opiniones es una estructura hegemónica, resistir a ella es tener una relación sólida con el saber. ¡Criticar no deshace estructuras! Si el obstáculo está en mí (querer mejorar las posibilidades de vida, por ejemplo, como dices), soy yo el que hace existir el poder.

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  12. Buenas noches profesor Guillermo.
    Dentro de las ideas desarrolladas en la conferencia “Cambio de modalidad” se hizo mención de una relación entre lo administrativo y lo instruccional a partir de un vínculo proporcionalmente inverso en el que el poder del discurso administrativo aumenta en tanto se da un retroceso de lo instruccional. Al respecto se señalaba que esa mayor incidencia de lo administrativo se da debido al alejamiento del docente respecto del saber. Se entiende que como parte de los elementos de la gestión educativa lo administrativo tiene y tendrá incidencia en las dinámicas de la escuela, sin embargo, quisiera saber la pertinencia del establecimiento de modelos de gestión pretendan armonizar lo administrativo-pedagógico y la gestión curricular del conocimiento en la cual se privilegien elementos disciplinares, encuentros con el saber y sus diferentes formas de producción en la escuela. Este cuestionamiento surge al considerar desde una perspectiva dinámica la integración de componentes que ya existen en la escuela y todos los procesos que facilitan su funcionamiento contemporáneo por lo que es posible situar la importancia de promover estudios alrededor de la gestión educativa desde su asociación con la gestión curricular del conocimiento a partir del análisis de los discursos de gestión del conocimiento y su apropiación en la escuela y la gestión educativa con los procesos de gestión administrativa con énfasis en su dimensión pedagógica en la escuela, teniendo en cuenta que el desarrollo curricular propicia la calidad académica al generarse dentro de un proceso acertado de gestión (Soler & Martínez, 2014) y que todo en su conjunto requiere de una visión comprensiva de lo administrativo.
    Usted cuestionó las garantías que brinda lo administrativo para la formación ya, que pese a no incidir directamente en la formación, se corresponde con el deber cumplido, no obstante, se sabe que lo administrativo no puede desligarse de los instruccional y formativo en la escuela, la inquietud surge en torno a la manera como podrían articularse (si es posible) el discurso administrativo y el instruccional.
    Gracias.

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    1. Hola, Diana
      Efectivamente, tengo esa hipótesis: entre lo regulativo y lo instruccional —términos de B. Bernstein— hay una proporción inversa. En consecuencia, hay más posibilidades de que el discurso administrativo aumente si se da un retroceso de lo instruccional. Por supuesto que esto tiene un contexto social y que hay también otras razones, pero al menos en lo que respecta a nuestra responsabilidad, mientras menos fuerza tenga nuestro trabajo específico con el saber, es más probable que del lado de la administración se incrementen mecanismos de control contraproducentes. Y claro que este movimiento administrativo también termina incidiendo en condiciones particulares donde no se ha producido una dejación del saber. Para esto, valdría la pena mirar el caso la manera como aparecieron las evaluaciones masivas en Colombia.
      Por supuesto que se pueden presentar modelos de gestión que buscan armonizar administración y pedagogía, pero de todos modos esto ocurre en condiciones históricas específicas, donde no se trata solamente de la intención del modelo administrativo (o del administrador de turno), sino de su inscripción efectiva en el ámbito educativo. ¿Por qué no hablamos de modelos pedagógicos que buscan armonizar pedagogía y administración? No. La sola manera de enunciarlo ya muestra desde dónde se pretende la articulación.
      Tampoco hemos de negar que hay administradores que entienden su lugar, es decir que entienden que están ahí para garantizar la dimensión instruccional y que ellos saben menos que los profesores de esa dimensión. Pero, de nuevo, se trata de una tendencia social, pese a que haya casos específicos de naturaleza distinta.
      Pese a las buenas intenciones, a los modelos que auténticamente buscan mejorar las relaciones entre los componentes, sabemos que la queja general es la de una cantidad enorme de formatos que, a decir de los docentes, obstaculizan el trabajo pedagógico. Veamos por ejemplo el caso de la evaluación por “resultados de aprendizaje”: se trata de una conceptualización completamente ajena a la comprensión del saber, a la comprensión de la relación con los estudiantes y, sin embargo, se impone como una medida de política educativa.
      No basta con la buena intención de ciertos administradores que buscan obrar en pos de un “proceso acertado de gestión” (como dices), pues el peso negativo de lo administrativo es una dinámica social (insisto: pese a las excepciones).
      ¡Qué bueno que haya gente como tú, que entiende la naturaleza de la articulación entre ambas dimensiones y quisiera obrar en consecuencia!

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  13. Buenas tardes Profesor Guillermo
    Se habla de formación en el hogar, formación en las instituciones educativas, formación para comportarnos en sociedad…. Se menciona en la conferencia que “la formación es dar lugar a un espacio no natural, no espontaneo, no es un contexto corriente”. Al centrarnos en la formación académica, la que “se da en el aula de clase de una institución”, es el docente quien debe conceder un espacio que le permita al estudiante adquirir ciertas habilidades respecto al tema que el docente quiere dar a conocer, él se vale de múltiples recursos didácticos para crear ese contexto para que el estudiante interactúe con el medio. Es importante aclarar que “la formación no es estar en una escuela, colegio o universidad, la formación es un efecto posible de cierta manera de relacionarnos en ciertos contextos con el saber y esa relación con el saber” y yo me atrevo a pensar que también debe entrar a relacionar el contexto con el saber y los pre conceptos que la persona ya tiene en su estructura cognitiva respecto al tema que se pretende trabajar y de esta manera el sujeto que se está formando le va a encontrar un sentido a aquello con lo que va a interactuar en el proceso de formación logrando interpelar al sujeto.

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    1. Hola, Cesar Augusto
      Efectivamente, el concepto de ‘formación’ no es exclusivo del espacio educativo. Hay distintas maneras de producir efectos formativos y hay diversos dispositivos sociales para ello: escuelas deportivas, escuelas sindicales, seminarios religiosos, etc., todos ellos convencionales, pues en relación con lo humano no hay nada natural, nada es espontáneo.
      Ahora bien, en el ámbito educativo, hay que hacer algo para que se produzca la formación, y no puede ser cualquier cosa, ni de cualquier manera. En el libro “La formación como efecto”, discuto cuáles serían las condiciones que no pueden no estar: allí podrás ver el lugar específico que tienen asuntos como los llamados “recursos didácticos”, el “contexto”, el “medio”, la “pedagogía”, la “motivación”, los “preconceptos”, el “sentido”, etc. Si operamos con lo que el sentido común nos dice acerca de estas nociones, ¡no se producirán los efectos formativos!
      Por ejemplo, si la escuela reproduce el contexto, pues no hace falta, pues ya el contexto tiene sus maneras de reproducirse; en consecuencia, la formación dispensada por la escuela no puede estar atada al contexto.

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    2. Buenas tardes Profe
      Dado que sí afirma que efectivamente la formación no es exclusivamente del espacio educativo, ¿Por qué no sería posible hablar de la formación desde el contexto dónde se encuentra el estudiante? dado que es el escenario más próximo al estudiante con el que puede interactuar y del cual posee conocimientos previos desde su interacción con ese medio próximo; siempre se menciona de las estrategias didácticas y de los recursos didácticos para la enseñanza y el docente debe recrear esos recursos para realizar el proceso formativo. ¿No se estaría dejando por fuera el recurso didáctico más cercano al estudiante “el contexto”? el estudiante allí tiene unas ideas previas de las que tiene unos saberes coloquiales que desde mi punto de vista pueden contribuir a la construcción de conocimiento. Es importante aclarar que esos saberes en la mayoría de los casos no están aprobados por una comunidad académica, pero pueden contribuir a la formación y a la construcción de diferentes conceptos de uso académicos.

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    3. Hola, Cesar Augusto

      ¡Claro que es posible la formación en el contexto donde se encuentra el muchacho!… no es ‘estudiante’, pues ahí no los es. Lo que no es posible es la formación EN RELACIÓN CON EL SABER, pues para eso se necesitan condiciones especiales: ¡para eso se hizo la escuela! Ahora bien, ¿cuál es el eje de la formación en el contexto? No podemos saberlo, pues los efectos posibles de formación en ese caso son informales. Y, efectivamente, como dices, ese es el escenario más próximo al estudiante, pero en términos del saber formal (ese que te tiene en una maestría, ese que te permite escribir), esa proximidad es UN OBSTÁCULO (cfr. el texto “La formación del espíritu científico” de Gaston Bachelard). ¿Quién dijo que la vida es ‘comodidad’ o ‘proximidad’? El saber introduce al muchacho en otro tipo de interacciones, más complejas, con otras opciones de satisfacción.
      Que siempre se mencione —como dices— que estrategias y recursos didácticos deben recrear el contexto, no quiere decir nada. Siempre se mencionaba que la Tierra era plana y no era cierto. Si te das una pasada por la epistemología, verás que eso es falso. El contexto es recurso para la formación… contextual; pero no para la formación que, de entrada, te habla de matemáticas, literatura, ciencias sociales, ciencias naturales, asuntos que NO están en el contexto.
      Ahora bien, como la formación no es campo de saber, sino que toma elementos del campo de saber, por supuesto que hay que hacer un puente con lo que los muchachos traen (marcado por el contexto) y lo que propone el saber. Y eso no siempre se hace bien, pero eso no quiere decir que nos pasemos para el contexto, lo cual haría que la escuela no fuera necesaria.
      Finalmente, si el saber es una discontinuidad, NO hay manera de que las ideas previas, los saberes coloquiales, contribuyan a la construcción de conocimiento. Recuerda: el siguiente semestre leeremos “La formación del espíritu científico”.

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  14. Buenos días profesor Guillermo
    En las instituciones educativas siempre existe la dimensión regulativa, aunque, personalmente lo he evidenciado en una instituciones de básica primaria, secundaria y media donde el colegio se convierte en un espacio donde el estudiante pasa un gran porcentaje del día mientras los papas trabajan o realizan otras ntareas. Tanto en el hogar como en la institución existen formas de regulación de las personas pero en la institución se regulan desde la forma de vestir, la forma de comportamiento, los contenidos que debe adquirir teniendo en cuenta lo que impone el Ministerio de educación, Secretarias de educación, alcaldías municipales, distritales o locales, el enfoque institucional (bien sea religioso, militar, científico, matemático, empresarial….) quienes van a entrar a regular esos aspectos que los docentes deben dar a conocer por medio de las estrategias pedagógicas y didácticas a los estudiantes. Se dice que el docente es autónomo en como desarrolla su clase pero se encuentra regulado por los derechos básicos de aprendizaje, lineamientos curriculares, estándares básicos de aprendizaje, malla curricular, planes de estudio… con los cuales debe cumplir, adicional debe realizar aspectos de rutina como: oración, llamado a lista, verificación de uniformes, revisión de tareas, anotaciones en el observador y en agenda de estudiantes y adicional a esto trabajar la temática con actividades que desarrollen la motivación por el tema de la clase. Con el cumplimiento de los requerimientos anteriormente mencionados no se está adelantando u proceso de formación académica en los estudiantes, básicamente se busca llevar a cabo el debido proceso académico y disciplinar del estudiantado (con evidencias físicas) y de esta forma blindar la institución respecto a procesos legales

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    1. Hola, Cesar Augusto
      Efectivamente, la vida social —no el capricho de algunos— ha hecho de la escuela TAMBIÉN un parqueadero de niños. Pero esto no impide que durante ese lapso de tiempo, mientras los padres trabajan, no se puedan producir efectos formativos. No es lo mismo “parquear” niños en un club, donde pueden jugar y distraerse, que parquearlos en una institución educativa que promete una formación. Ninguna es mejor que la otra, pero tienen funciones distintas. Pese a todo, actualmente hay una manera de operar en el seno de la escuela, de acuerdo con la cual ésta termina pareciéndose más a una caja de compensación.
      Si la idea es entretener a unos jóvenes mientras los padres trabajan, la dimensión regulativa tendrá que ver con las características de los comportamientos de los jóvenes. Pero si se trata de poner a los estudiantes en relación con el saber —tal como promete la escuela, pues habla de Matemáticas, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales, etc.—, la dimensión regulativa tendría que tener unas características concomitantes con esta función.
      Como dices, en el hogar y en la institución educativa hay formas de regulación; es más: en todos los dispositivos sociales encontraremos unas formas de regulación, o en ellos se presuponen unas formas reguladas para poder operar. En cada caso, tomarán como objeto distintos asuntos, o los mismos asuntos de distinta forma: el vestido, el comportamiento, las relaciones, los modales, las costumbres, la manera de dirigirse al otro, etc. En el dispositivo educativo, en cambio, el saber no es un asunto regulativo sino instruccional, aunque a posteriori tenga efectos de naturaleza regulativa: los “valores” no son contenidos de las asignaturas, sino efectos posibles de la formación en relación con el saber.
      El maestro también es objeto de regulación, como bien señalas, pero no se puede decir que, por ejemplo, su autonomía esté restringida por ciertas características de la política educativa (como los DBA, la malla curricular o los planes de estudio). En un comentario anterior, decíamos que el maestro necesariamente obra como un funcionario: hace programas, llama a lista, verifica uniformes, revisa tareas, anota en el observador y en agenda del estudiante, etc.; pero su posición como ‘profesor’ (que profesa algo) y como enseñante (que hace algo con el otro) no está determinada por las medidas regulativas que se aplican sobre él… a no ser que él quiera.

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    2. Buenas tardes Profe.
      Con mi Argumento no quise decir que los niños vayan a la escuela y que no hayan procesos de aprendizaje, pero si es importante recalcar que no hay una continuidad entre la formación del hogar y la formación escolar dado que los padres de familia, en algunos casos, no les dedican el suficiente tiempo a sus hijos; no hay un proceso de comunicación continuo entre padres y estudiantes y esto puede causar a problemas disciplinares y academicos dentro de la institución no hay asuntos regulativos por parte del hogar y la formación del estudiante.
      El docente no está restringido por las políticas educativas, sencillamente son las instituciones quiénes en muchos casos obligan a los docentes a que cumplan con esas políticas educativas Derechos Básicos De Aprendizaje, Lineamientos curriculares, Estándares, entre otros. Aunque el docente sea autónomo en su aula de clase, considero que sí se le aplican medidas regulativas a través de las exigencias internas de la institución donde labora.

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    3. Por supuesto que no hay una continuidad entre la formación del hogar y la formación escolar. La primera es informal, la segunda es formal; la primera tiene como eje el afecto, la segunda tiene como eje el saber; la primera usa códigos restringidos, la segunda —en su gran mayoría— usa códigos elaborados (son términos de Basil Bernstein).
      Un dato que encontré cuando hacía una revisión de la información arrojada por la evaluación que hizo el Distrito Capital: cuando Fedesarrollo cruzaba estadísticamente los factores asociados con el desempeño de los estudiantes, encontraba que la ayuda brindada por los padres a sus hijos es contraproducente, cuando el nivel escolar de los padres es bajo. Es apenas un dato, para que no hagas caso tan rápido de creencias como esas: “los padres de familia no les dedican el suficiente tiempo a sus hijos”. Es un poco más complejo.
      Una cosa es que me “obliguen” a llenar formatos y otra cosa mi postura frente al saber. Nadie nos obliga a hacer dejación del saber. Es una decisión que se toma en un contexto, claro está, pero es una decisión. El asunto de la política educativa puede ser un desastre, pero la dejación del saber es peor.

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  15. Cordial saludo profesor Guillermo Bustamante, en el marco de la 3 catedra magistral, a partir del tema de "cambio de modalidad" en una primera parte, quisiera ver que concepto se podría establecer en la dimensión regulativa y la instruccional, desde una concepción general, ya que estos en algunos momentos lo asocie con la realidad particular en la escuela en el que el primero seria como los sucesos que se dan a partir de una instrucción que se da de forma espontanea y el segundo a la instrucción especifica dentro de los conocimientos o para la adquisición de saberes. En este sentido ¿Cómo se podrían definir lo regulativo y lo instruccional?

    Por otra parte, ¿Cuál seria la finalidad de la educación vista desde un cambio de modalidad dada de lo general a lo particular o especifico de la escuela? Dado que la formación no es espontanea, y se da a partir de estándares definidos que de una u otra manera regula la educación. En el que el saber es presentando en una primera parte por el MEN desde especificaciones del conocimiento de carácter técnico como son los lineamentos curriculares, lo estándares básicos de conocimiento, los derechos básicos de aprendizaje, las mallas curriculares o las orientaciones pedagógicas, las cuales tienen de estandarizar un ideal de la educación en el que el discurso que se ha formado ya sea de forma regulativa y/o instruccional se de forma contingente frente a la paradoja que se entre la enseñanza - aprendizaje. Dado que el ideal es planteado por la verdad subjetiva de una realidad vista por el MEN de forma general y por el PEI en los particular, en el que este ideal puede ser irrealizable, es decir estos procesitos tanto Ministerio como de las instituciones no satisfacen las necesidades de sus cliente, es decir no aprenden lo que quieren y no se enseñan lo que se debería, por lo tanto el rumbo de la educación no transformaría la realidad particular de los estudiantes al estar estandarizando un prototipo de ciudadano útil y no pensante.

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    1. Hola, Deimer
      Para entender lo que significan las dimensiones ‘regulativa’ e ‘instruccional’, es necesario estudiar a Basil Bernstein. De todas maneras, ahí van un par de ideas:
      La dimensión regulativa se presenta principalmente porque el sujeto no quiere participar de la oferta educativa; si quisiera, no hablaríamos de indisciplina, de comportamiento, no habría “manual de convivencia”, no habría castigos, matrícula condicional, llamadas de atención, no habría recreo, etc. Para poder hablar de esta dimensión regulativa, nos toca reconocer que en el sujeto hay una resistencia a la educación, que no es cierto eso de que está abierto todo el tiempo al saber. No sé por qué, pero cuando nos toca decir algo sobre educación, hablamos de un sujeto dispuesto al saber, como si no tuviéramos la experiencia con nuestros estudiantes (y con nosotros mismos) de que el sujeto opone una resistencia. En este sentido, la dimensión regulativa intenta producir condiciones de posibilidad para que tenga lugar la dimensión instruccional.
      Y la dimensión instruccional tendría que ver con la introducción de los estudiantes en los saberes que (supuestamente, tendríamos que decir hoy) dispensan las asignaturas.

      En relación con tu otra inquietud, yo enfrentaría algunas de las “finalidades de la educación” con lo que realmente se produce allí. Por ejemplo, hablamos de democracia y de participación en la escuela y, sin embargo, lo que se produce es una indiferencia por el saber y un incremento de la agresión (y eso tiene su lógica). Ahora bien, en función de los efectos, y no de los propósitos, tu pregunta es muy interesante, pues cuando enarbola el saber, la escuela pone un horizonte de naturaleza universal, pero necesariamente, por interactuar con muchachos en edad escolar, tiene que poner ese universal en contexto; es eso lo que hemos llamado ‘recontextualización’, pues aquellos que enarbolan el saber no se dirigen a sus pares, sino a sus estudiantes. Entonces, el asunto mismo de la formación es hacer esa compleja articulación entre lo universal y lo singular. Si nos quedamos en lo universal, no estamos interpelando a los estudiantes; y si nos quedamos en lo singular, no tiene sentido la escuela.
      Pero, atención: la formación no se da a partir de estándares definidos por las instancias que administran la educación. Si así fuera, no se necesitaría a los maestros. Entre otras, esa ha sido una aspiración de dichas instancias administrativas: cuando llegó la radio, cuando llegó la televisión, cuando llegó la multimedia, cuando llegó internet… quisieron reemplazar a los docentes. Pero hay algo en el proceso formativo que requiere de la presencia de personas de carne y hueso. El maestro no puede ser reemplazado por tutoriales de YouTube. El hecho de que tales instancias determinen estándares y contenidos tiene que ver con algo más complejo que sencillamente decirle al docente qué hacer, entre otras porque el estudio y, entonces, se supone que sabe qué hacer. Si el maestro se rige por lineamentos curriculares, estándares, DBA, mallas curriculares, orientaciones pedagógicas, entonces declara que no es un profesional, que está para obedecer órdenes. Pero la profesión docente incluye todo el tiempo decisiones que no son previsibles, pese a las planeaciones que pretenden —como dijimos en la charla— preverlo todo.

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  16. Buen día profesor Guillermo, soy Sergio Nivia y esta es mi pregunta al respecto del seminario - conferencia # 3 y que me surgió después de reflexionar al respecto de mi práctica formativa es qué tanto (como docentes) hemos relegado en el proceso formativo (tanto en el espacio físico como virtual) de aprehensión del conocimiento que profesamos y para quienes lo buscan (ya sea por deseo o por necesidad de la nota) en relación al currículo (estructura general para organizar el conocimiento impartido) y lo que se debe enseñar - aprender en tanto sujeto pulsionar (que según entiendo sería el estado ideal a lograr por quienes anhelan y desean el conocimiento) y más aún en tanto sujeto que no desea el conocimiento pero que debe completar una asignación o materia?

    El currículo es contingente al conocimiento o modela el conocimiento y lo legitima (en los diferentes escenarios en que se enseña)?

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    1. Hola, Sergio
      Efectivamente, como docentes, hemos hecho una dejación del saber. ¡Y resulta que la escuela tiene sentido porque produce formación EN RELACIÓN CON EL SABER! (sin decir, ni mucho menos, que eso sea lo único que ocurre en la escuela). O sea que, cuando relegamos el conocimiento —para usar tus palabras—, la escuela gana otro sentido (por ejemplo —ya lo he comentado—, se vuelve una caja de compensación). No quiere decir que no haya formación en relación con otros objetos (distintos al saber), pero ese tipo de formación está dispensada por otros dispositivos sociales distintos a la escuela.
      Y no podemos intervenir en la escuela esperando que los estudiantes deseen o necesiten el saber, pues ese asunto no es espontáneo; es decir, a la escuela le corresponde PRODUCIR EL DESEO DE SABER. Por este camino, no le preguntamos al currículo si ha organizado el conocimiento a impartir, sino que le preguntamos al docente si produce el deseo de saber en los estudiantes. Cuando decimos “lo que se debe enseñar”, hablamos como el Ministerio de educación.

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  17. Profesor Guillermo, cordial saludo.
    Colegios y universidades han entrado en la dinámica de actuar como empresas. Esto explica la obsesión por los programas, las planeaciones, las encuestas de satisfacción, la evaluación de procesos y un sinnúmero de prácticas que se emplean para alcanzar los “más altos estándares de calidad”. De formadores, los profesores han pasado a ser gestores, cuyo fin es hacer competitivas las empresas que representan. El tiempo de estudio y de diálogo entre pares y estudiantes (tiempo de formación), debe emplearse ahora para diligenciar formatos, realizar cálculos, producir informes, contestar cuestionarios, participar en “capacitaciones”, preparar proyectos, etc. Porque todo debe ser medible, cuantificable. Todo debe estar estandarizado. A la empresa le importa la contabilidad, es decir, la rentabilidad, y para eso requiere que sus clientes, es decir, los estudiantes, estén satisfechos. Esto implica la reducción de la complejidad para que los estudiantes superen los exámenes con mayor facilidad, y para hacer más agradable el aprendizaje, el profesor debe emplear toda clase de herramientas tecnológicas, que, en algunos casos, superan las diapositivas y los juegos interactivos. Obsesionados con la gestión administrativa, parece ser que a las instituciones educativas les importa poco o nada la calidad de la educación, que no tiene que ver con la mera planeación, sino, ante todo, con la investigación; porque al separar completamente la investigación de la enseñanza, se acaba por reducir las clases a una repetición superficial de un programa mil veces revisado, refinado, mejorado y, por ello, entendido como bueno, que, a propósito, debe ser presentado al comienzo de la clase y cumplido a cabalidad al finalizar la misma. Se anula la curiosidad, se anula el conocimiento. ¿Cómo superar la instrumentalización de la educación? ¿Es posible salirse un poco de los estándares empresariales, para tener una educación de calidad?

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    1. Hola, Ivonne

      Una cosa es la “directiva” (institucional, oficial, de los organismos mundiales, etc.) de actuar como empresas, y otra cosa es la decisión del profesor de ser un funcionario empresarial. Se trata de una tensión constitutiva del espacio educativo. Una persona puede estar al frente de un tablero, en un aula de una “empresa educativa” y, no obstante, actuar como un maestro. Incluso lo contrario: puede estar en una institución educativa que le da las posibilidades de ser un docente y, sin embargo, obrar como un vendedor de servicios.
      El trabajo no es fácil (de lo contrario, no nos pagarían): estamos, efectivamente, ante la demanda de programas, planeaciones, encuestas de satisfacción, evaluación de procesos y prácticas para alcanzar “estándares de calidad”, como dices, pero si deseamos pasar la posta del saber, nos toca arreglárnoslas en ese contexto. No necesito volverme gestor para tratar de hacer algo como formador en ese contexto. Y no olvidemos que en esa invasión del tiempo (formatos, cálculos, informes, cuestionarios, “capacitaciones”, proyectos, etc.) tenemos responsabilidad: al dejar de hacer, la administración se siente obligada a decirnos qué hacer y cómo hacerlo. por supuesto que una administración “inteligente” pensaría en la creación de condiciones de posibilidad, pero tenemos en lo social un discurso administrativo que se impone cuando le concedemos un espacio.
      Si, como dices, la tendencia administrativa es a convertir en clientes a los estudiantes, ¿por qué está en nuestros enunciados la idea de que hay que satisfacer a los estudiantes?, ¿de que la educación debería obedecer al contexto y a las necesidades de los estudiantes? ¿No es eso idéntico a tratarlos como clientes? Sin tratar de borrar las determinaciones sociales, no podemos comprender lo que está ocurriendo sin entender nuestra participación en la situación que denunciamos.
      Tal como planteas, la obsesión administrativa es más bien ciega: habla de la ‘calidad educativa’, pero no la entiende, pues no crea condiciones de posibilidad para que ella se realice. Más bien parece querer “que la cosa funcione” independientemente de cómo funcione y de qué efectos negativos produzca.
      De acuerdo contigo en el papel fundamental que tendría la investigación, pero el problema es que ésta no se puede prescribir, dado que ella es la manera de relacionarse con el campo de saber, cuando uno desea el saber. Las clases repetitivas no pueden tener lugar cuando uno desea el saber, independientemente de la manera como la administración organice la educación.

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  18. Hola profesor, buen dia, le escribe Marlon López, me parece que se puede retomar a Foucault con estos sistemas educativos que presentamos desde hace tres siglos, como aquel que oblioga el uniforme para los estudiantes, en estructuras muy similares a carceles.
    sin embargo, lo citó cuando dice que "los estudiantes no necesariamente quieren estudiar" de esta forma se comprende que el maestro debe, además de poseer los conocimientos a brindar, también, debe motivar. allí, comprendo esas dos lineas que maneja el maestro una instruccional y otra de regulación; en esta ultima, las de tipo regulatorio, me preguntaba ¿se trata de reducir la entriopia de los estudiantes o la contingencia que se puede generar en los estudiantes?
    por otro lado escuchando su charla, me preguntaba por la contingencia, pues, podria ser similar a las circunstancias que plantea Ortega y gasset y de no serlo cuales serian esos puntos claves que lo hacen distante del término.
    Gracias maestro pase buen día.

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    1. Hola, Marlon
      Me parece que debemos profundizar en el sentido del uniforme. ¿Tiene el mismo sentido cuando lo usan los estudiantes, los presos, los hinchas de un equipo o los adultos con la camiseta del capitán América? El conocimiento separa fenómenos parecidos cuando están determinados de manera distinta, y une fenómenos dispares cuando están determinados de la misma manera.
      Cuando digo que los estudiantes no necesariamente quieren estudiar es en atención a la condición humana, no como datos circunstanciales. Y, si ese es el caso, ¿qué está en juego en la ‘motivación’? ¿Ella es capaz de remover esa condición humana? Cosa distinta es la producción del deseo de saber, que no tiene que ver con motivación; al contrario, tiene que ver con duelo (cfr. el texto “Felicidad y tribulación del pensamiento” de Estanislao Zuleta).
      Tal como dices, la dimensión regulativa tiene que ver con reducir la entropía/ contingencia de los estudiantes. La pregunta es ¿cómo? En todo caso, no es dándoles más de lo ellos quieren (esa sería la motivación), sino interrogando su modalidad de satisfacción… pero eso lo puede hacer un maestro que desee el saber.

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  19. Maestro no comprendo porque no miro mi comentario , al querer leer su respuesta no lo encontré. En mi caso en la sección del pasado 21 de abril surgió veo interrogante ¿ por qué las comunidades indígenas no pueden escapar a la realidad de escolarización y ser parte de la competencia global ? En mi comunidad indígena en la cual estoy en la actualidad puedo analizar que la escuela se preocupa más en enseñar materias de “mayor importancia” como es matemáticas e inglés y dejan atrás materias como cosmovisión o agricultura. Al hablar con los maestros etnoeducadores responden que reconocen que es importante lo propio pero no les servirá para ser competitivos y entrar a la universidad. Pero le digo ¿acaso es muy importante que todos los estudiantes indígenas deban asistir a una universidad, no se le debe negar la educación a nadie pero a qué le está apostando la educación en los ideales del bien vivir en las comunidades indígenas.

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    1. Hola
      1.- Como no aparece tu nombre de forma automática, te ruego escribirlo en el cuerpo de tu mensaje (al principio o al final).
      2.- Cuando dices que no te respondí, ¿a cuál mensaje te refieres? (si revisas, he respondido a todos).
      3. Cuando hablamos de comunidades indígenas, la relación NO es entre la escuela y ellas, sino en culturas distintas, una de las cuales tiene entre sus dispositivos la escuela, mientras que la otra no (ella tiene otros). De tal manera, la escuela arrastra toda la lógica de nuestra cultura, que en muchos puntos es OPUESTA a la de la otra cultura. Ahora bien, el contacto entre las dos culturas es, hasta cierto punto, inevitable. Con el agravante de que la una ostenta millones de productos, un poder político legitimado en todo el territorio, una lengua hablada por millones de personas... de manera que los resultados de ese contacto son absolutamente desiguales. ¿Le podemos pedir a la escuela que forme para pertenecer a una comunidad indígena? Entonces no sería la escuela. Estamos ante un asunto político, no educativo.

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  20. Ximena Aldana Gutierrez23 de mayo de 2022, 4:55 p.m.

    Buenas tardes profesor, espero este bien. Mi nombre es Ximena Aldana Gutiérrez
    De acuerdo a lo expuesto en clase por usted se me han generado los siguientes interrogantes:
    1. En algún momento usted menciona que la subjetividad del profesor es casi que desdibujada de su práctica pedagógica, en ese sentido lo que pienso y en consecuencia con lo expuesto asociado a la programación de la clase, esto deja de ser importante (me refiero a la subjetividad del profesor), en cierto sentido quisiera saber que piensa acerca de que el habitus del maestro en términos de Bourdieu atraviesa o es parte constitutiva de su forma de enseñar y que de alguna forma u otra la programación y todo lo que eso conlleva lo que hace es eliminar el estilo, la forma y la selección de contenido para el maestro, cuando hablo de estilo me refiero al posible horizonte de significaciones, la forma de enseñar surge entonces como una verticalidad, es una necesidad que anuda el estilo con el lenguaje, es el proceso de construcción artística singular de la forma de enseñar de cada persona, su signo particular, su forma si se quiere horizontal de hilar los contenidos a esta verticalidad denominada como estilo, donde queda entonces el lugar metodológico en la pedagógica y la programación.
    2. En consecuencia, con el comentario anterior y en perspectiva de la didáctica, según su explicación cual sería el lugar de la eficacia del profesor compuesta esta por el contexto especifico del profesor y el dominio especifico del contenido
    3. Por otro lado, cuál sería el lugar entonces que usted le da a la pertinencia educativa, en relación a las prácticas culturales de algunas comunidades
    4. En algún momento de la clase usted hace alusión que, en vez de la programación, este lugar en la clase debe ser reemplazado por la investigación, que piensa usted acerca de que el mayor producto del estudio del pregrado, maestría, doctorado entre otros, es el trabajo de investigación, ¿Cuál es el lugar social de estos trabajos? ¿Qué impacto deberían tener? Teniendo en cuenta que están teniendo muy poco lugar en su rotación y que si rotan lo están haciendo en los mismos lugares de siempre (grupos de estudio, espacios académicos, entre otros).
    Muchas gracias.

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    1. Hola, Ximena

      1. La subjetividad del profesor se desdibuja cuando se concentra en su dimensión de funcionario, cuando se hace usuario del PowerPoint y de la planeación exhaustiva. En cambio, la subjetividad del profesor se exalta cuando desea el saber que enseña, cuando trabaja en pos de él, cuando se las arregla para ponerlo en el contexto de la relación con los estudiantes. Siempre obramos en esferas de la praxis históricamente determinadas (espacio y tiempo específicos), donde confluyen muchos intereses que pueden tributar o no a diversos campos. La idea de habitus tiene que ver más con la esfera de la praxis (en el campo NO tiene sentido la idea de habitus). Ahora bien, en la escuela importa la efectiva creación de condiciones de posibilidad para la formación, lo cual pasa por una relación con el saber cuya dimensión contextual (habitus) es secundaria. Para entender la formación, me interesa más entender la forma como el docente se las arregla, con su saber, en el contexto de la interacción con los estudiantes. El acto del docente es una manera singular de arreglárselas en ese contexto, como dices; hacer de eso un habitus es una generalización que no me parece explicativa.
      2. Lo que llamas “lugar de la eficacia” ¿no proviene de un discurso regulativo, administrativo? También tenemos la dimensión instruccional, que se rige por criterios muy distintos donde, efectivamente, están el contexto, el dominio específico de la disciplina y otra cosa que no pones en la lista: la manera como se las arregla el docente en ese contexto con ese saber (a eso podemos llamarlo ‘pedagogía’).
      3. No entiendo a qué llamas “pertinencia educativa”. El caso es que las prácticas culturales de las comunidades son constitutivas de lo que el niño es y es inevitable interactuar con ellas. Si se tratara solamente de “respetarlas”, la escuela sobraría. El estatuto de esas prácticas culturales está por definir. No olvides que, por ejemplo, en África había grupos esclavistas que les vendían a los europeos los esclavos. ¿Hemos de respetar esta práctica?, ¿estamos de acuerdo con el esclavismo por el hecho de que es una práctica cultural?
      4. En cualquier caso, nunca diré “debe-ser”, pues la reflexión que estamos haciendo no es política educativa. Al contrario de esgrimir un deber-ser, tratemos de entender por qué las cosas son como son. Ahora bien, es cierto que quien desea un saber necesariamente tiene con éste una relación de investigación. Por lo tanto, esa persona lo hace porque es la manera necesaria de relación con el saber; de ser así, la programación va dirigida a quien no tiene esa relación de deseo con el saber y que, en consecuencia, no investiga. Y que quede claro: lo que se llama “investigación” en el ámbito educativo es otra cosa: por ejemplo cumplimiento de ritos.

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  21. La tercera conferencia suscito en mí, algo de lo que he reflexionado constantemente desde mi quehacer que repito no he ejercido como docente pero para los trabajadores sociales es algo que también se evidencia cotidianamente, y es la burocratización institucional o regulación administrativa como lo comprendí en la charla dictada por usted profesor Guillermo; considero que hoy en día es uno de los aspectos que más esta afectando el quehacer de todas las profesiones en Colombia, por algo que de todas maneras usted mencionaba y es la idealización, aspecto en el que creó las instituciones de educación superior tienen una gran responsabilidad, porque no aterrizan a los profesionales ante esa realidad institucional que determina el quehacer, no evidencian o ponen en tensión los dilemas éticos que allí se presentan y como tomar una decisión cuando así suceda y considero que esto genera frustración para cualquier persona, y en ese mismo sentido creó que hay tres conceptos que usted plantea que para mí también tienen que ver con lo administrativo y son: la planeación, la contingencia y la posibilidad y como estos responden, no solo a lo institucional sino también a la idealización ya mencionada además de imponer el “orden” y la “normalización”.
    Otro aspecto que me llamo la atención en esa reflexividad que generan las conferencias fue algo mencionado por usted relacionado con la frase “maestro te falta calle”, donde identifique la necesidad de acompañar la militancia política con la rigurosidad académica y como la producción del conocimiento también transforma.

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    1. Hola, Luz Helena

      No hablamos de la “burocratización institucional” o de la “regulación administrativa” para decir que afecta el quehacer de los profesionales. Eso es una evidencia que no tiene sentido repetir. Lo que dijimos es más complejo y apunta al corazón del docente: el avance del discurso regulativo tiene muchas razones de ser, pero la que aquí nos importa es el hecho de que se presenta de manera concomitante con el retroceso del discurso instruccional. O sea que, de alguna manera, los docentes tenemos responsabilidad en eso de lo que después nos quejamos. La manera como ese discurso se introduce en otras profesiones es distinta, dependiendo —entre otras— de la manera como esos otros profesionales asumen el objeto de su trabajo. Si los maestros estamos hablando abiertamente contra la razón, contra el saber, contra el academicismo, contra lo magistral… ¿es de extrañar que aparezcan las evaluaciones, que aparezcan las reglamentaciones, que aparezca el papeleo?
      De otro lado, la formación de un profesional NO es preparar a alguien en relación con los hechos que va a encontrar. Si mandas a un astronauta a un planeta desconocido, ¿cómo podrías decirle lo que va a encontrar, si el planeta es desconocido? Por lo tanto, cuando se forma, entiende que hay unas condiciones a partir de las cuales se generará una serie de opciones impredecibles. Creo que así son las profesiones y que la idea de que el maestro no está preparado para la realidad que va a encontrar es una falsa idea de formación. Y cuando lo pretendo, por supuesto que estoy dispensando un tipo de información muy deleble, entre otras porque las contingencias, por definición, son impredecibles.
      Me puedes mencionar cientos y cientos de dilemas éticos, ¡pero de ahí no se deriva una posición ética! Nos pueden decir una y otra vez que en caso de incendio no corramos, nos tranquilicemos y nos conduzcamos por los caminos indicados… pero cuando se presenta el incendio, muchas personas obran espontáneamente de una manera muy distinta. No se puede formar la posición ética. Por eso las clases de ética, en el mejor de los casos hacen historia de las reflexiones éticas transcurridas en la filosofía; y, en el peor de los casos, son buenos propósitos que no afectan los actos de las personas. John Dewey decía que hablar de ética y hablar de astronomía tenían el mismo efecto ético.

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  22. Buenas noches estimado maestro Guillermo Bustamante
    Me resulta muy valioso y reflexivo las conferencia que interroga sobre el rol del docente en su labor de formación. Pero debo reconocer que tengo que escuchar varias veces el audio para llegar a una comprensión a tan alto nivel ilustrado.
    Frase muy contundentes para mí de la videoconferencias son: “la contingencia es constitutiva de la formación. Hemos hablado de reducir contingencia para crear condiciones de posibilidad” (a la formación). pero también el pensar en “somos sujetos de la satisfacción y no de la razón” y “el ideal no transforma al ser, simplemente el contenido de la realidad sea posible o no (…) el efecto del ideal es arrojar al sujeto al desecho (…) cuando se edifica un ideal es contraproducente a los verdaderos objetivos”.
    Esa última frase me genera una pregunta ¿cuándo el hombre dejo de razonar para darle paso a la idealización de lo que debe ser todo: la sociedad, la vida, el conocimiento, la autoridad, etcétera?;
    Desde mi humilde saber la pregunta la relaciono con Foucault.
    Analizando a Foucault su concepción de poder y el vínculo que tiene con su noción de saber y de verdad; se puede determinar que para Foucault no hay una verdad por fuera de las relaciones de poder; entonces, si no hay una verdad con mayúscula, pues entonces todo depende de quién tiene el poder, y ocurre que en un mundo postverdadero la gente pierde de vista la importancia de la verdad, porque el poder ya no necesita hablar en el nombre de la verdad para legitimarse; ese es el asunto para mi crucial hoy, el poder ya no necesita de la verdad hoy el poder necesitas de otras cuestiones, las emociones, la psicología, las sensaciones, las percepciones. Pero la verdad es una palabra demasiado importante para restablecer una autoridad justa
    se venden la idea de que la verdad es como una confusión cultural, porque la verdad ralentiza la aceleración de la sociedad contemporánea y también muy importante de quién dará la verdad
    la verdad es algo que frena el ideal, porque con la verdad se debe esforzar para tratar de aproximarse a la verdad se requiere mucho tiempo y en la sociedad contemporánea todo tiene que estar en tiempo automático, instantáneo, todo tiene que estar al alcance; pero la verdad no está en un clip, la verdad no está en Wikipedia, la verdad no está en tik tok
    todo tiene que ser un cambio permanente en ese sentido, hoy la legitimación de las agendas progresistas nunca pasa por la dicotomía de verdad y falsedad. Ejemplo:
    Soy una mujer porque me siento una mujer, esa afirmación yo soy una mujer porque bueno yo me siento mujer ¿puedo contrastar esa afirmación con un criterio de verdad-falsedad? NO, porque el sentimiento no es accesible a los criterios de la verdad.
    Bien, con el ejemplo anterior sucede con todo lo demás, incluyendo la autoridad del maestro y estudiante, donde hoy un estudiante puede opinar cualquier cosa y es tan valido como lo que dice el profesor; por supuesto como lo que estoy haciendo yo .


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    1. Hola, Verena

      El rol del docente en la formación es TOTAL. Por supuesto que hay Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, OCDE, Ministerio de Educación, Secretaría de Educación, CADEL, rector, coordinador, prefecto de disciplina… pero éstos operan en una dimensión que no toca la decisión del docente.
      Digo que “la contingencia es constitutiva de la formación” en contra del discurso que pretende homogeneizar el espacio educativo, cosa imposible y, sin embargo, asunto mismo de gran parte de las intenciones administrativas. La formación sería el caso en el que esa contingencia se reduce a favor de crear condiciones de posibilidad. Estamos usando los valores de la lógica modal: necesidad, contingencia, posibilidad e imposibilidad. Mientras la administración, al tratar de planearlo todo, cree que la formación es algo del orden de lo necesario, en realidad se suscita en un ámbito de contingencia en el que hay que crear unas condiciones de posibilidad.
      Cuando digo que somos sujetos de la satisfacción y no principalmente de la razón (o sea que también somos sujetos de razón, pero no es esa la principal o la única manera de obrar), estoy sentando las bases para concebir cierta manera de la condición humana, tal que la educación responda a ella. Hay una contradicción entre suponer una condición humana constituida por la razón y encontrar en las escuelas una serie de mecanismos que procuran regular la disciplina (¿no tocaría decir que también estamos hechos de indisciplina?). Concebimos un sujeto que no es como aquel con el que nos encontramos en el ámbito educativo. Este tipo de idealizaciones degrada la relación del sujeto con su trabajo.
      No es que el hombre haya dejado de razonar para darle paso a la idealización. La razón es una de las cosas posibles para el ser humano, todo el tiempo; el problema es que no está “diseñado” en ese formato; basta con estar en contacto con unos niños en la escuela para darnos cuenta de que están (y estamos) hechos de manera más compleja.
      ¿Tú crees que la verdad del famoso principio de Arquímedes depende de quién tiene el poder? La implicación de esta idea es lo que tenemos hoy, copiado del ministro de comunicaciones de Hitler: la post-verdad. Trump está dichoso de que se piense que “no hay una verdad por fuera de las relaciones de poder”: como él tiene el poder, entonces tiene la verdad. No, no puedo estar de acuerdo con esa idea.
      De otro lado, ¿tú crees que un celular se puede diseñar con la idea de que se ha perdido de vista la importancia de la verdad? Que el poder hoy no tenga que esgrimir la verdad, ¿no habla más bien de lo político?, ¿en qué medida se refiere a la verdad?

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  23. Estimado Profesor:
    Gusto en saludarlo. Sus clases me han hecho poner el foco en elementos de la práctica docente e investigativa que están totalmente naturalizados. En este caso, la cuestión de la planificación y el programa. Pienso que quizás muchos docentes –especialmente los de Ciencias de la Educación de mi facultad, y muy especialmente los de “Planeamiento de la Educación”– se alterarían al leer sus reflexiones. Claro, está totalmente admitido y fuera de discusión el hecho de planificar un curso y dárselo a conocer a los estudiantes a través del programa: “hay que hacerlo”. ¿Por qué? No sé qué contestarían ellos; tal vez dirían que es una de las “buenas prácticas” de la docencia. Pero yo en principio podría alegar que se basa en la necesidad de “transparencia”, es decir, que los alumnos sepan con anticipación de qué trata y desde dónde se abordará la materia; y también me parece una cuestión de “honestidad” del docente. En el primer caso, sería como la “garantía” de que el recorrido que se promete es el que efectivamente se va a hacer. De todos modos, creo que muchos docentes presentan o deberían presentar el programa advirtiendo acerca de su flexibilidad, es decir dándole lugar a la contingencia también (entonces, ¿para qué lo presentan? podría uno preguntarse). En el segundo caso, el de la “honestidad” docente, no solo pasa por ser (y/o parecer) honesto sino por no quedar como un improvisado ante el alumnado.
    Pero en estos últimos días estuve pensando en una tercera opción: quizás el presentar el programa en el primer día de clases no atiende al proceso o al docente, sino al estudiante. Y lo que pensé es bastante feo, porque me pregunté: ¿quiénes necesitan que se les anticipe lo que va a pasar? Los niños que sufren de la condición de autismo (cualquiera de las formas del espectro, de los más leves a los más severos) precisan que se les dé a conocer con anticipación lo que va a suceder, pues esto les genera una sensación de calma y elimina gran parte de la incertidumbre que les produce el enfrentarse a la novedad. No sé, se me ocurrió considerar esa posibilidad, aunque es bastante desagradable. En tal caso, en la práctica estaríamos quizás sosteniendo la falsa etimología de “alumno”, que tan denodadamente luchamos por erradicar.
    En fin, espero no haberle quitado mucho tiempo con observaciones que tal vez no tocan ni tangencialmente el problema.
    Le agradezco mucho sus clases, Dr. Bustamente, las he disfrutado mucho, especialmente las tercera y cuarta sobre las cuales pude volver, revisar, releer, reescuchar.
    Cordialmente.
    Patricia

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    1. Hola, Patricia

      Está naturalizada la planeación, porque, de un lado, la institución ha renunciado a crear las condiciones de posibilidad para el deseo de saber en los estudiantes; y, de otro lado, el estudiante no quiere saber. Que el estudiante no quiera saber es una condición epistémica de entrada: no se puede partir del hecho de que desea el saber… se ser así, no se necesitaría la escuela. Pero que la escuela se niegue a deshacer las certezas que impiden la pregunta, ese ya es el triunfo del discurso administrativo. Naturalizado, como dices.
      La idea de unas “buenas prácticas” de la docencia presupone: iguales prácticas para un mismo contexto, donde las prácticas son “buenas” o “malas” y donde el contexto es estandarizable. Pero la idea de ‘formación’ requiere que un docente singular, en un contexto singular, se las arregle al momento de poner el saber en contacto con esas personas específicas.
      ¿Qué tal la idea de “transparencia” a la hora de hacer un regalo?: ¿que el otro sepa con anticipación qué le van a regalar? ¿Qué tal la idea de “transparencia” a la hora de dar una sorpresa?: ¿que el otro sepa desde dónde “se abordará la materia”? La formación no es transparente, no es una acción comunicativa. La única honestidad admisible al respecto es la de estar a la altura del deseo de saber. La formación no conoce el recorrido que va a hacer… si lo supiera no sería formación, sería —por ejemplo— información. Una cosa es un paseo en el que se sabe la hora de levantarse, la hora del desayuno, la hora de salida, la hora en la que se va a encontrar al rinoceronte, etc., y otra es salir a una aventura. La primera le encanta al obsesivo (la garantía), pues le tiene pavor al deseo; la segunda da lugar a la incertidumbre, que es materia prima del deseo.
      A propósito de la improvisación, a la que tanto pavor le tiene la planeación, si pensamos en música encontramos que se necesita mucho trabajo previo para poder improvisar; de manera que la improvisación, en este contexto, no es “hacer cualquier cosa de cualquier manera”, sino operar con un saber en reserva. El docente que no ha trabajado rigurosamente no puede improvisar, en cambio sí puede hacer cualquier cosa de cualquier manera. Así, el escollo en los procesos educativos es el hecho de que haya docentes que no tengan un saber como objeto de deseo. Y, En lugar de eso, ¡entonces ponemos la planeación! Trágica táctica (para decirlo esdrújulamente).

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  24. Christian Camilo Tiria Forero30 de mayo de 2022, 8:07 p.m.

    Reciba un cordial saludo profesor Guillermo. Espero se encuentre muy bien.

    Viendo el episodio 3, revisando mis apuntes y peyendo lo escrito en el blog es difícil desvincularme con el maestro funcionario, es difícil no pensar en le educación como un derecho constitucional en Colombia a partir de 1991.
    Las condiciones educativas siempre han sido cambiantes, sin embargo es notorio la dejación del saber en las últimas tres décadas.
    Al leer los planes decenales posteriores a la ley general de educación en 1994 se vincula toda la comunidad educativa para proponer un nuevo ideal de educación, y precisamente esas vinculaciones mal gestionadas nos tiene en el escenario en el que estamos en el presente.
    Al ser derecho la educación el maestro tomo un papel de administrador del servicio educativo, la inversión realizada por el estado debe estar en continua vigilancia, es allí donde para mí, la economía, la administración de los recursos toma mayor relevancia en el sector educativo. Más que el saber, responder por las obligaciones de contrato, responder por los derechos constitucionales, responder por los requerimientos del ministerio es más importante.
    Dejo de ser importante el saber, lo importante es demostrar un conocimiento, una competencia en una área específica, ¿cómo? pruebas estandarizadas, las encuestas el mejor aliado para un estado que ama los resultados pero no los procesos.
    Estamos en una generación amante de las certezas, de lo planeado, de lo visible.
    Pero lo incierto, lo invisible, lo que debe ser investigado no lo está siendo porque sólo interesan los resultados, lo verificable. La construcción de saber dejo de ser parte de la cultura. Incluso en la educación universitaria este fenómeno es mayor.

    ¿No debería existir una profesión que se ocupe del papel del maestro funcionario y dejar al maestro con su frente profesor, sabio?

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    1. Christian Camilo

      No podemos desvincularnos del maestro funcionario. ¡Tenemos las cuatro caras!, que se articulan de manera variable. Más bien, cuando uno pretende dejar caer una, el proceso se lo cobrará más adelante.
      Ahora bien, para cada cara, una postura. Saber que la educación es un derecho constitucional en Colombia, no me hace mejor ni peor profesor. ¿Qué lugar le das al funcionario en el trabajo del docente?… recuerda que el funcionario opera principalmente en la dimensión regulativa.
      Las condiciones educativas cambian de una forma que no coincide con las propiedades de la formación. La dejación del saber puede ser un asunto educativo, pero es el abandono de la formación. Los ideales pueden ser un asunto educativo, pero son un obstáculo para la formación. La educación es un derecho, en cambio la formación es una decisión. Los recursos tienen relevancia en el sector educativo, pero no determinan la formación. Las evaluaciones educativas (pruebas estandarizadas) son mecanismos institucionales que no determinan la formación. La investigación educativa es un ritual que adquiere un formato en cada época, mientras que la investigación, en relación con el saber, es la única manera de sostener el deseo de saber.

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  25. Angie Paola Muñoz León

    La conferencia inicia con la pregunta ¿por qué iniciar un curso con el programa? Este programa no solo como la ruta a seguir en el mismo, en donde se enumeran las lecturas y las fechas en las que se realizarán las mismas, sino como uno de los muchos formatos que se han implementado en la escuela para planear y cuadricular minuciosamente los proceso que se llevan a cabo en ella, dejando de lado otros aspectos fundamentales en un proceso académico, como el de mirar hacia atrás, es muy raro que en un formato se incluyan las posibles dificultades que llevan a los maestros a volver para reforzar un contenido o que prevean la posibilidad de seguir otro camino al planeado guiados por un cuestionamiento de algún joven.
    Estas situaciones sorpresivas que tienen lugar en el aula de clases están relacionadas con otro aspecto trascendental de la educación, la pasión. La emoción que se experimenta cuando se explora junto a los estudiantes una disciplina, a la vez que se dota a los jóvenes con una serie de herramientas cognitivas y académicas que les permitirán, no solo continuar esa construcción de saber, sino realizar sus propios aportes a la academia y desempeñarse de manera efectiva en los diferentes espacios sociales para los que se forman en la escuela, como es el ejercicio de su ciudadanía y el de la política.
    Es muy valiosa la reflexión que se hace sobre las diferentes estrategias empleadas para regular el quehacer docente y “verificar” que se estén aplicando las directrices del Sistema Institucional de Evaluación en el aula de clases y cómo esto cuarta la libertad de cátedra del maestro, obstruyendo el desarrollo de una clase que potencie aspectos humanos necesarios para el cultivo del espíritu investigativo en los estudiantes, como lo es la pasión y la curiosidad, que no pueden contenerse en los recuadros de un formato.

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    1. Hola, Angie Paola

      Tal como dices, el programa es un formato más que cuadricula los proceso, dejando de lado aspectos fundamentales. Ahora bien, no podemos quejarnos, pues la existencia de los formatos tiene concomitancia con la postura de los docentes en la escuela. En las respuestas, he insistido en ello: no se trata a todos los profesionales de la misma manera, porque sus posturas son diferentes; nuestros retrocesos les dan un lugar a sus avances.
      Según la explicación que se dio en la conferencia, el formato de planeación se basa en un “mirar hacia atrás” que hace de lo contingente una necesidad (lo que casualmente funcionó ahora es un deber) o un desecho (el error se considera como algo que no hay que volver a hacer). La formación, en cambio, es un ir y venir, con avances y retrocesos, una reconsideración retroactiva de lo acontecido que impacta el presente y abre posibilidades a futuro.
      La planificación es un intento de dominar las situaciones sorpresivas, los vacíos, las contingencias; sin embargo, el deseo (y la formación está emparentada con el deseo de saber) tiene que ver con la sorpresa, con lo desconocido, con lo contingente.

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  26. Buenos días Profesor Guillermo:

    Reflexionando sobre la practica educativa personal, la formación es efecto de relacionarnos con el saber, en el caso del estudiante de poder seleccionar dentro de sus delimitadas áreas de conocimiento y practicas disciplinadas que aprender, aun cuando la gestión administrativa propia de la institución educativa y la regulación en la que se encuentra inmerso lo posibilito no. La educación se apoya de la instrucción, la disciplina, el cuidado del entorno y posibilitar condiciones para que el estudiante pueda someterse al proceso de aprendizaje aun cuando en su constante construcción muestre resistencias hacia el desear saber algo, abandonar el querer saber algo o en otros casos consolidar técnicas que le permitan poder sentir el gusto por aprender.

    El docente por ende genera dichas posibilidades para que el estudiante restrinja o posibilite el deseo de saber del estudiante desde el desarrollo de sus variadas técnicas o didácticas con respecto a las disciplinas de las cuales se permite compartir.

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    1. Hola, Diego

      Hay varios deseos —actuales y posibles— en juego:
      1.- El deseo de saber del maestro, que es relativamente independiente del hecho de que enseñe (por eso, cuando sale a vacaciones de la escuela, no sale a vacaciones del saber). Correlativo a este deseo, hay un deseo POSIBLE del estudiante; ese deseo se puede producir a condición de que haya efecto formativo. No podemos contar con el deseo de saber del estudiante antes de tener que ver con la escuela; por eso la escuela es necesaria.
      2.- El deseo de que otros hagan el trabajo de relacionarse con un saber (además de ser alguien que sabe, el maestro es alguien que quiere que los demás sepan). Correlativo a este deseo, hay una autorización posible del lado del estudiante: permitir que el otro le diga algo.
      La técnica, en este caso, no es universalizable y atañe, más bien, a la manera como el docente se las arregla en la contingencia del encuentro.

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  27. CALIDAD EDUCATIVA, ¿CÓMO (?¿) MEDIRLA?
    Juan Esteban Hernández
    Maestría en Educación - UPN

    El sistema educativo actual (y no solamente el de Colombia sino el de gran parte del mundo) está configurado a partir de un estandarte de presiones dogmáticas que inciden en el rol del docente -y su capacidad para responder a las múltiples y variadas formas de aprender- y que se imponen y se naturalizan ante la incesante pugna de transformación social bajo la cual se concibe la escuela.

    Presiones de tipo administrativo y financiero (lidiar por ejemplo con ambientes de aprendizaje no aptos para una práctica pedagógica efectiva), pedagógico (armonizar sus convicciones personales con apuestas institucionales que se dinamizan en un Proyecto Educativo Institucional (por costumbre desactualizado y estático, exento de modificaciones mientras el tiempo "no de" para una construcción comunitaria permanente), curricular (con documentos configurados desde una óptica general y simplista, que obvia la multiplicidad de contexto -como escuelas existen- y que con el tiempo ha trasgredido las barreras del conocimiento profesional del docente para convertirse en manuales de referencia) y didáctico (con prácticas que no legitiman el valor de las habilidades que esperan los estudiantes potenciar tras su paso por la escuela -excluyéndolos a menudo del centro del proceso educativo y de la manera como quieren aprehender esas habilidades-).

    De otro lado, los indicadores de calidad para poner en evidencia mejoras en el sistema (conforme a las políticas de turno) y el afán incesante por "acreditar", han permeado las interacciones innatas a cualquier comprensión que se tenga de un sistema educativo, situándose en listas de chequeo de las que, pese a que se encuentren en constante revisión e identificación de oportunidades de mejora, no dan cuenta (al parecer) de vinculaciones auténticas con las contingencias específicas y más bien las subyuga a un nivel de operatividad en el que las prácticas pedagógicas se mecanizan y se olvida la alegría y "la magia" de lo ocurre antes de llegar a esos indicadores.

    Sistematizar experiencias es otra pugna derivada de lo anterior y quien lo hace, corre el riesgo de ser replicado o reproducido (más no reflexionado y de algún modo teorizado), no hay tiempo para pensar en que algo extraordinario acabó de suceder en el aula y como no hay tiempo de pensar en ello, se obvian otros indicadores (no tácitos) que los estudiantes recuerdan con gratitud (aun muchos años después de haber pasado por la escuela) y que no quedan en otro lugar que en la anécdota que se cuenta en un encuentro social, lejos de las aulas, en donde la interacción prevalece como algo necesario.

    Y si esta reflexión tuviese sentido, ¿valdría la pena entonces pensar la profesión docente SOLAMENTE desde los procesos de interacción con sus estudiantes en espacios que les permitan co-crear experiencias de aprendizaje, llevar memoria escrita de sus logros reales y compartirlos como un acto desentrañado de amor eficaz y transformación social legítimo?

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    1. Hola, Juan Esteban

      Los sistemas educativos están sometidos a condiciones políticas. Por ejemplo, los países de la OCDE se regulan entre sí; y parte de lo que intentan regular es la educación. Así, no se trataría de una imposición, sino de una regulación mutua, de gobierno a gobierno. Las pruebas Pisa, por ejemplo, tienen que ver con un mecanismo de regulación aplicado a una población muy grande, lo que implica la aplicación de pruebas estandarizadas masivas. No estar de acuerdo con esto no nos autoriza a hablar de “presiones dogmáticas que inciden en el rol del docente”. No es exacto hablar de “presiones”, pues se trata de una aquiescencia; incluso Colombia pidió ser parte de la OCDE (¿quién presiona, entonces?). Tampoco es preciso decir “dogmáticas”, pues, por ejemplo en el campo de la evaluación, tienen un trabajo muy intenso (por supuesto, en perspectivas con las que podemos no estar de acuerdo). Tampoco es preciso decir que “inciden en el rol del docente”, pues el rol del docente es principalmente su relación con el saber y supuesta en la escena del encuentro con unos estudiantes; otra cosa son los compromisos a los que se ve abocado por las decisiones administrativas, con las que, de nuevo, podemos no estar de acuerdo, pero no es claro que incidan sobre el rol del docente, así entendido.
      Por su parte, el Proyecto Educativo Institucional es lo que es —desactualizado y estático, dices— por lo que hacemos todos en la institución escolar. Las modificaciones, la construcción comunitaria, el estado del currículo, de la didáctica… no dependen de una buena decisión institucional o ministerial, sino de la especificidad de nuestras prácticas, de las relaciones que, de hecho, hacemos existir. Puede haber un excelente plan de estudios, pero lo importante es que el maestro esté a la altura de su disciplina; igualmente, puede haber un plan de estudios muy regular, pero eso no le impide a un docente estar a la altura de su disciplina.
      En cualquier caso, el estudiante NO es el centro del proceso educativo, pese a que lo diga la Ley General de educación, porque el proceso educativo no tiene centro. La idea de “centro” no es una buena metáfora para entender lo que ahí ocurre (no es la categoría de ninguna disciplina).
      Durante la conferencia, propusimos algunas de las razones por las cuales el discurso regulativo en la escuela tiene la forma que hoy conocemos. Y una de las explicaciones tiene que ver con nuestra responsabilidad en ese discurso: ¡él también es el resultado de una interacción! ¿Qué pusimos nosotros para suscitarlo? Te preguntaste, en el encabezado de tu comentario, si se podía medir la educación. Pienso que la evaluación que hagamos —y es imposible no hacerse una, dice Bajtín— depende de la posición en la que estemos. Estar en una maestría es hacerse a unos conceptos para —en lo posible— transformar esa posición.

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  28. Paula Alexandra Cabezas García4 de junio de 2022, 6:22 p.m.

    Buen día profe Guillermo,

    En especial, me quedé con la siguiente frase: "¿Para qué sirve leer el programa en clase? Enseña lo que se va a hacer durante el semestre, es decir, informa. Pero enseña algo que no está explícito: Hay que planear el acto educativo; enseña que el acto educativo tiene el miso estatuto del trabajo: acción racional con arreglo a fines?"

    A esto le sumo la antítesis de la investigación: la planeación. En específico, como ya había comentado en otras secciones del blog, yo trabajo en una editorial universitaria de una IES por ciclos propedéuticos y para llevar esta designación el Estado, a través de la ley 749 de 2002, reorganiza la educación técnica y tecnológica hacia una concepción de la educación como flexible y continua. Para esto la IES debe articular políticas educativas que articulen la docencia, la investigación y la extensión. Además, dichas instituciones manejan carreras administrativas, en niveles de formación "operacionales" como la educación técnica, pero que sin embargo hacen esfuerzos por añadir la investigación a sus programas.

    Me interesa especialmente la integración de la investigación a la educación técnica porque durante la mayor parte del siglo XX queda reducida a una formación operativa, racional, sin necesidad de adquirir conocimientos intelectuales o humanistas, propio de la disciplina que desee cursar; además, dirigido en un principio a los obreros y trabajadoras domésticas. Luego del 2002 debe pensarse en relación con la investigación y queda reducida a las metodologías de la investigación (técnico), aplicada (tecnológico) y a la investigación desarrollo e innovación (superior o universitaria), definiciones que encontré provienen del campo internacional (OCDE). Sin embargo, esta relación se limita a que el estudiante investigue según sus gustos, el contexto (laboral) y una línea específicas para mejorar los conocimientos ya existentes e innovar.

    En ese sentido ¿para qué la metodología de la investigación en una educación flexible y continua, destinada a preparar a sus estudiantes para ser parte de la fuerza laboral, para el desarrollo e innovación del país? ¿Cuál es la necesidad de investigar en un ámbito planeado, para el mejoramiento de sus habilidades laborales, desde su experiencia? ¿A qué queda reducida la relación con el saber? ¿al sentido común de su contexto y experiencia? ¿A qué clase de conocimiento se refieren cuando hablan de innovar? ¿Entonces la investigación ha cambiado su designación y en las carreras administrativas se reduce a un medio para un fin, el cual sería preparar a personas que no pueden acceder a la educación superior y académica; a través de una formación administrativa, operativa y laboral, que ahora se hablan desde lo intelectual, el campo científico e intelectual?

    Aquí la planeación juega el papel de cumplir unos requisitos administrativos, los cuales implican el diseño de un programa de clase (o microcurrículo) que no se diferencia, por ejemplo, el que se enseña en gastronomía al que se enseña en ingeniería. Todo se limita a preparar al estudiante para que cumpla con unas competencias, desarrolladas y proyectadas por la misma institución, sin interesar si se cumplen o no. Sin embargo, a pesar de que la planeación parece ser exitosa, ¿Dónde queda la formación del estudiante? Parece que todo girara al beneficio institucional en relación con sus deberes estatales.

    Por último, ¿Cómo crear condiciones de posibilidad para la investigación en este tipo de formación por ciclos propedéuticos, en especial, para la educación técnica?

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    1. Hola, Paula

      A propósito de esa frase que te quedó sonando digo: es muy importante entender la diferencia entre enunciado y enunciación. Particularmente en el proceso formativo, muchas veces resulta más importante la enunciación que el enunciado. Ejemplo: decir siempre: “está muy bien tu trabajo”, es un enunciado de aire democrático, solidario y participativo, pero conlleva una enunciación fatal para la formación: “tu trabajo no me interesa” (pues no tengo criterios y no pongo límites). ¿Con qué crees que se va a quedar el estudiante?: ¿con el enunciado “buena papa” o con la cruel enunciación?
      La relación —no sé si “integración”— investigación/educación es muy interesante, pero habría que diferenciar entre la palabra “investigación” introducida por una dinámica administrativa (como bien explicas en tu comentario), y la palabra “investigación” como condición de desarrollo de un saber. ¡Puede que no tengan que ver nada entre sí!, como vemos hoy en muchos casos, donde la llamada “investigación educativa” en realidad es un ritual para cumplir requisitos.
      El diseño de microcurrículo, como indicas, es igual independientemente de la asignatura. Lo encuentro explicable desde la perspectiva del administrativo, que necesita homogeneizar para poder manejar. Me haces acordar de los ECAES (antes de que se llamaran Saber-Pro): para los administradores, lo ideal es que las pruebas sean fácilmente calificables con un lector óptico de caracteres; pero, en su momento, hubo muchas quejas: ¿se puede evaluar, en una prueba de papel y lápiz, a alguien que se va a titular como arquitecto?, ¿no es más lógico poner a su disposición una serie de materiales para que diseñe un proyecto?
      Claramente, al uno (al maestro) le importa la especificidad, mientras que al otro (al administrativo) le importa la homogeneidad. Claro ejemplo de la tensión entre la dimensión regulativa y la dimensión instruccional. Tensión que no se puede resolver mediante la eliminación de uno de los dos polos, como a veces proponen nuestros sueños, cuando no han investigado.
      Tu pregunta final, en consecuencia, no puede ir dirigida a la institución, a la administración, sino a la relación del docente con el saber. Y si, por casualidad, las decisiones administrativas coinciden con ese hacer conducente a la creación de condiciones de posibilidad para la investigación… pues mejor para ellas.

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