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martes, 22 de febrero de 2022

1. Postura y método


La posición subjetiva

La ignorancia es constitutiva del sujeto; no es peyorativo, es una dificultad epistemológica inherente a lo que somos. Así, para comprender lo que pasa en educación, ¿hacer encuestas?, ¿solicitar enunciados sobre una versión de lo que ocurre en su contexto? Algo dicen, sí, pero si eso fuera conocimiento, no harían falta las ciencias. Las “explicaciones” —individuales o colectivas— son elucubraciones, intentos de atribuir sentido a la relación que se tiene con un contexto. No es “conocimiento” propiamente dicho. Considerarlas como conocimiento, elogiarlas, contribuye a reproducir 1.- esa condición de dificultad epistemológica, y 2.- las condiciones que la hacen posible. No es un defecto sino una característica de lo humano; pero los humanos también intentan ir más allá de esas elucubraciones, y por eso tenemos “ciencia” hace ya unos siglos. La ciencia NO se produce como acumulación, es pugna social, pues las elucubraciones dan fundamento a las relaciones sociales. Ahora bien, nadie está obligado a pensar con los enunciados de la ciencia, ni ella es el contexto principal del desenvolvimiento humano; pero si alguien elige ser profesor, se espera una relación necesaria con ese campo.

Si para comprender se elogian todas las “formas de saber”, se desconoce que esas distintas formas tienen lugares y funciones distintas en lo social. Se cree hacer justicia por traerlas a cuento, pero se reproducen las condiciones de desigualdad que se pretenden objetar o contra las que se pretende actuar. Posiciones así no se dirimen por su consistencia interna, sino por su capacidad de mover al otro en dirección a la resolución —siempre parcial— de la tensión social. Querer “empoderar” a las comunidades con enunciados aparentemente explicativos (sociología), no transforma las condiciones que hacen posible esos enunciados, esas elucubraciones. Entonces, no es conocimiento (comprensión) acerca de lo que acaece, pero tampoco política poderosa. Para transformar es bueno conocer cómo funciona ese algo; si no lo sabemos ¿en qué sentido operan los actos?, ¿entendemos las implicaciones?

Lo que una persona o una comunidad dice sobre la vida social, tiene sentido e importancia, pero no apunta a la comprensión; difícilmente podrían fundamentar una transformación, entenderla.

Lo que las comunidades pueden decir de su relación con la vida social, lo que cada uno puede decir de esa relación, es producto de lo que lo tiene “sin poder” (“empoderar”): una matriz de producción social que, entre otras,

·        toma un aspecto como si fuera el todo; ej.: atender a los productos sociales, sin considerar las relaciones de las que son efecto. Así, se cree que las palabras son “espontáneas”, como si no resultaran de un proceso social;

·        toma unos modos por otros; ej.: asumir que el ‘yo’ representa al sujeto, sin considerar dimensiones no conscientes. Así, se piensa que las respuestas (encuesta, entrevista), pueden ser ±sinceras, que la persona es privilegiada para saber sobre sí misma;

·        introduce autoridad como verdad; ej.: defender el “derecho a opinar” como lugar político. Por eso, se enseña e investiga para transformar, sin comprender las posibilidades reales de transformación.

 

Ignorancia constitutiva no es carencia en el desarrollo psicológico, falta de estudio, una tara de algún tipo, o algo propio de épocas pretéritas. Es constitutiva porque se produce durante el proceso de hacernos sujetos (no lo somos al nacer: es necesario operar sobre la cría de humano para volverla sujeto). Estadio del espejo: matriz de posibilidad del sujeto (escena comunicativa), basada en el desconocimiento, pues ahí el cuerpo se produce gracias a una simetría invertida (la del reflejo), parcial (sólo frontal) y a una alienación (nos volcamos a la imagen del otro). Ejemplo: las creencias sobre la mercancía no explican el sistema productivo, la “explicación espontánea” (en realidad: producto complejo) es funcional en el contexto del consumo, de lo cotidiano. Para entender la economía, para deshacer el fetiche de la mercancía (Marx), se necesita un esfuerzo distinto al de la sola presencia en lo social. Ese esfuerzo es posible bajo las condiciones de una gramática especializada (unas reglas del juego, un tecnolecto); y no es funcional en el contexto cotidiano (incluso opuesto a ese contexto). La creencia no explica —aunque se presente así—; y la explicación teórica no reemplaza la acción, aunque puede fundamentarla: a partir de la explicación se puede derivar —con mediación— un abanico de acciones, muchas de ellas impensables en la esfera de la creencia.

Esta oposición hace parte de una tensión social: la creencia intentará hacerse pasar por una explicación, siendo que en su contexto sólo es un modo de involucrarse en las esferas de la praxis social (Bajtín), una manera de representarse el vínculo con ellas; y, de otro lado, la explicación se puede llevar al nivel de una creencia, como es el caso del dogmatismo catequético.

Entonces, es la explicación la que detecta la ignorancia, pues en la cotidianidad sentimos una plétora comprensiva; desde ahí se contemplan con desdén las explicaciones formales —sin diferenciar entre saber y dogmatismo— por ser ‘elevadas’, ‘abstractas’, ‘impracticables’, ‘academicistas’, ‘intelectualoides’, etc.

Nada hay en relación con lo cual la ignorancia no opere, y no ofrezca resistencia. ¿Cuáles son los fetiches, reificaciones, ignorancias que sostienen nuestra relación con la naturaleza, con la sociedad, con los otros seres humanos, con nosotros mismos? (vs. física, sociología, antropología, psicoanálisis). No sólo hay obstáculo en relación con la naturaleza (¡siglos de geocentrismo!); también acerca de nosotros mismos. A causa nuestra, el objeto —natural o cultural— parece “natural” y, luego, “opaco”.

La educación no es clara para nadie, y sus agentes no están en mejor situación para comprenderla (sí están en mejor situación para responder pragmáticamente a ella, pero ese no es un ámbito de comprensión). Todos tenemos “algo que decir” al respecto, pero ese decir no busca explicar, aunque tiene otras funciones y aunque se haga pasar por explicación. Es un contrasentido pensar que tenemos obstáculos para conocer la intimidad de la materia, pero no para conocer nuestra propia intimidad. Si así fuera, serían irrelevantes las ciencias –psi: sólo concebirían lo que cualquiera puede decir de sí mismo; además, se requeriría una epistemología especial por qué habría ámbitos “transparentes” a nuestra percepción-comprensión, mientras que otros serían “opacos” y, en consecuencia, ahí sí requerirían de estudios formales. Ésta una de las fuentes de la oposición cuantitativo-cualitativo. La autobiografía no es un conocimiento de la persona que la escribe; es un género que tiene un lugar para el sujeto, tiene un lugar social… hablar de intimidades no permite conocer al sujeto. Hablar de afecciones corporales no es una historia clínica, hecha por alguien que comprende el cuerpo gracias a disciplinas conceptuales; ni el tratamiento literario de ese tema (La montaña mágica, Mann).

Más allá de la experticia, la doxa y la autorrepresentación, estudiar algo supone cambiar la posición del sujeto. Creemos en fetiches para insertarnos en una esfera de la praxis, para representárnosla, para justificar nuestra inserción… todo ello bajo una modalidad de satisfacción. Por eso, el sujeto se opone a que se objete su posición. No es una discusión de ideas, o un “diálogo de saberes”; es una objeción al lugar que el sujeto se asigna, a su modalidad de satisfacción, camuflada en la creencia. Estar a la altura de una disciplina es objetar el lugar que uno tiene en lo social, su propio saber-hacer con la condición humana. Por eso, conocimiento no es = a adquirir nuevos datos, pues el sistema de representación —refractario a la experiencia— no nos dispone a servirnos de la información; es un tanto autista, y, si escucha algo, lo hace a condición de haberlo modificado. Como el sujeto ya tiene toda la información que necesita (en función de su lugar), dispone de mecanismos que modifican lo que escucha, de tal manera que no conmueva su lugar, su representación. Se cree que las “representaciones sociales” portan un saber: «la representación social es un corpus organizado de conocimientos» (Moscovici)… ¡no!, la representación social NO es un corpus organizado de conocimientos, es un conjunto de ideas contradictorias entre sí. Claro que algo “organizado” subyace, pero eso no es evidente; un sociólogo podría establecer el ordenamiento estructural que tendrían tales ideas, pero ya no estamos ante la representación social.

Las ciencias que se ocupan de lo humano no pueden evitar un efecto sobre lo humano mismo (Zuleta) que es su objeto (en sentido lógico). Incluso, cuando la humanidad se ha ocupado de la naturaleza (Copérnico, Darwin), ha habido resistencias vehementes. No se pueden explorar las posibilidades de una ciencia social sin que el sujeto modifique su posición. Si no modifica su relación con las esferas de la praxis, su idea de esta relación, su autorrepresentación… ofrecerá resistencia al conocimiento de esa ciencia social. Se puede estudiar, leer textos, entregar tareas, llevar a cabo una tesis, hacer investigación... pero no entender el lugar desde donde opera la disciplina; no será capaz de proferir en esa lógica algo que objete su propio lugar (aplica saberes instrumentales, candidato a “auxiliar de investigación”). Por eso, se puede hablar de oídas en sus clases, investigar a petición del cliente.

Hemos reemplazado las disciplinas sociales por “saberes” empobrecidos que 1.- se justifican con buenos propósitos, pero sólo para dejar a sus voceros satisfechos y libres de culpa; 2.- no se ocupan del cambio que efectivamente producen; 3.- dejan intacto el problema al que supuestamente se aplican; 4.- desconocen por qué la realidad social no es dócil a sus propósitos; y 5.- buscan culpables para el hecho de que las cosas sigan obedeciendo a la lógica que las determina.

Las resistencias se expresan 1.- socialmente: la Santa Inquisición p.ej. hacía una resistencia social que, al contar con mecanismos de poder casi absolutos, se daba ciertas libertades. En otros momentos, instituciones ejercen idéntica resistencia bajo otras formas. 2.- personalmente: quedarnos dormidos al leer, juzgar como falso aquello que nos causa displacer aceptar como cierto (Freud), no entender, reputar aburrido lo que oímos, creer que es un discurso sin “aplicación”, inútil; molestarse con el otro, descalificarlo y, si tiene la posibilidad, no aceptar su publicación en la revista, rechazar su proyecto de investigación. Y si bien no se trata de una objeción a la disciplina, pues son “argumentos” por fuera del juego (criticar el fútbol por no tener raquetas), terminamos por recontextualizar las disciplinas en el espacio educativo, hasta obtener un discurso sin filos, sin potencia heurística, “para todos”, adaptado a un contexto ajeno a aquel en que se produce el saber.

Mientras las disciplinas sociales siguen su propio camino, en la escuela hablamos de ellas bajo géneros discursivos distintos; aludimos a ellas, pero eludiendo su capacidad explicativa y, en consecuencia, su fuerza transformadora (la ciencia no está a espaldas a la realidad). Hablan del cambio, denuestan de la ciencia porque “no hace más que interpretar”, a diferencia de ellos, que sí quieren cambiar. Pero el propósito de cambiar sin conocimiento puede reproducir la condición dada, ahora justificada con más palabras y a nombre del cambio (Weber, Bourdieu). En contraste, la ciencia sí puede establecer las condiciones de posibilidad de un cambio, mostrar la ingenuidad que hay en querer cambiar asuntos que, en realidad, constituyen el objeto (clima institucional y comunicación). La ciencia puede ayudar a que alguien «tome conciencia de que las consecuencias de cualquier acción, y por supuesto, según las circunstancias, de la no acción, significan una toma de partido por algunos valores determinados y, consiguientemente, en contra de otros valores, algo que en la actualidad tanto se ignora. La elección es asunto suyo» (Weber).

Nos representamos la condición humana con opiniones, autorrepresentaciones, ideales, prejuicios... en las que tenemos fe, a las que adherimos gracias al monto de afecto que les dedicamos; «una trama de errores positivos, tenaces, solidarios [...] coordinados» (Bachelard). Con estas ideas no se puede “dialogar”, como se pretende hoy en la educación y en cierta “investigación” social. El “diálogo de saberes” pretende que todos los saberes están en el mismo nivel, es decir, que no hay condiciones especiales para abordar cierto saber; y, de otro lado, que, si una disuasión es posible, es gracias a que las creencias se deshacen con argumentos, lo cual supone que tales creencias, a su vez, tuvieron origen en otros argumentos y no en las prácticas sociales y en las estructuras subjetivas. Pero “transferir” una ciencia humana implica una mutación de valores, lo cual no se produce por entrar en contacto con el contenido de unos enunciados, ni por un propósito comunicativo (Zuleta). En cambio, los ideales sociales requieren esfuerzos distintos: ilustrar, ejemplificar, dramatizar, interpelar los anhelos de las personas, etc. (publicidad, recontextualización escolar). Es fácil transmitir ideales sociales que tienen eco en las comunidades y en las personas: de antemano quieren oír hablar así, aunque no tenga que ver con lo que son (robar para estar a la altura del personaje representado) o con aquello de lo que son capaces (es más importante identificarse con el heroísmo escenificado). La enseñanza de una disciplina social enfrenta las creencias, no las satisface. Cuando satisfacemos las creencias, no estamos enseñando, sino recreando el contexto.

¿Hay un camino?

La idea de comenzar por “el principio” (identificar un problema, hacer una pregunta, formular objetivos, hacer un “estado del arte”, etc.) presupone que tenemos más o menos claro el camino y que podemos decirles a los otros cómo conducirse. Esta creencia es la que lleva a hablar de “pedagogías”, en plural (sin pugnar en el campo de saber, basta con agregar una palabra: “pedagogías críticas”, “pedagogías del amor”, “pedagogías incluyentes”, etc.). En esta pretensión hay amnesia epistemológica: el proceso recorrido (leer el canon) no tiene que ver con lo que el otro debería transitar (leer recontextualizaciones); pero no se puede “ahorrar camino” propio. Nuestro camino epistémico no es una autobiografía consciente. Además, se presuponen 1.- una transmisión íntegra, sin resistencias; pero destinador y destinatario tienen sus propias complejidades, limitaciones y residuos. 2.- Un camino en el que es posible identificar el comienzo y el final (el programa), y las posiciones relativas de unos y otros; sin embargo, «dos hombres, obrando diversamente, logran el mismo efecto, y otros dos, obrando del mismo modo, el uno alcanza su fin y el otro no» (Maquiavelo).

Si el objeto de conocimiento estuviera montado sobre un sistema conocido, no habría que investigar, bastaría “informarse” (es la posición cotidiana frente a los productos de la ciencia: datos en relación con los cuales uno se puede informar, pero no se está en posibilidad de producir ese tipo de información). Y, si fuera cierto que los sujetos están siempre dispuestos a aprender, pues no habría que formar en esa dirección, pues la búsqueda del saber sería espontánea. ¿De dónde, entonces, la ilusión de un orden en el conocimiento (plan de estudios, estándares, DBA, método científico), independientemente de la producción del lugar del sujeto? Discutamos las ideas de sujeto, objeto y teoría.

Sujeto. Un método garante (universal) del saber, hace de lado al sujeto (singular). El acceso a una disciplina enfrenta al sujeto consigo mismo (al estudiante y al profesor) y produce efectos sobre él. ¿Al principio falta un saber al final tenemos ese saber? No: al principio tenemos un sujeto que no le interesa el saber, se resiste a él, y después tendremos un sujeto que lucha contra sus propias resistencias, que hace del saber un objeto de deseo.

Objeto. Si hay algo más o menos consistente y lo investigamos con rigor, no importa el aspecto ni el orden por el que lo abordemos. Entonces, sus elementos se muestran como sobre-determinados y los fenómenos que le están asociados serían relativos a otros objetos de conocimiento. Si hay arreglo, ningún fenómeno sería privilegiado. Que no se pueda abordar todo al mismo tiempo (hay que partir desde algún punto), no implica que en la teoría hay unas cosas primero que otras, unas cosas más importantes, etc. Si es así, queda mal parada la idea del método que garantiza los resultados. Si cualquier punto de partida es admisible, pues todo conduce al conjunto (Zuleta), no hay un fenómeno privilegiado para emprender el camino, aunque lo preconice una pedagogía que se separa del objeto que está en el corazón de la formación escolar (saber), y que postula una autonomía metodológica que distribuye los temas, las complejidades, las edades, los ejemplos. Si hubiéramos de hablar de un método, éste sería un movimiento de idas y venidas, de enredos, de lecturas retrospectivas... asuntos que, en todo caso, estableceríamos a posteriori. Podemos convertir el espacio educativo en un ámbito de información, suponiendo que la formación es una acumulación de información.

Teoría. Si los conceptos se presuponen entre sí, no es fácil decir que unos son más sencillos que otros; no hay elementos para ser sumados y obtener la totalidad de la doctrina: «los conceptos no podrán ser comprendidos sino en los desarrollos más avanzados [...] lo simple que aparece en la exposición, en el fondo no es realmente inteligible sino retrospectivamente, cuando se haya entendido lo complejo [...] la definición de un concepto implica conocer todo el conjunto de la teoría de la que ese concepto funciona como elemento» (Zuleta).

Las decisiones escolares en relación con el saber (qué enseñar, intensidad, complejidad, edades, etc.), no quieren decir que el horizonte del educador tenga que cambiar en relación con el saber. Si no se tiene una relación fuerte con el campo de saber, se puede creer que el saber es lo que se enseña en la escuela cuando, en realidad, la escuela recontextualiza. Muchas veces, la idea de “metodología” se basa en cierta incomprensión del sistema teórico. Y es distinto aprovecharla para mostrar todos estos problemas, a darle consistencia.

Un caso: la investigación de Freud no es un método garantizado a prueba de sujeto, pues se trata de una práctica que produce el sujeto ético (Miller); de otro lado, su aparato teórico —como toda ciencia, según él— no se monta sobre conceptos precisos: esperar a tener claridad sobre los conceptos, impide comenzar, pues siempre será posible objetarlos en algún momento. Si el cambio es constitutivo de la ciencia, ¿en qué sentido estamos formando a alguien cuando le enseñamos que hay un camino? Otra cosa es que la ciencia tenga ciertas características, pero éstas no se conquistan mediante un atajo formativo. La concatenación necesaria de los conceptos es el resultado —siempre tentativo— del trabajo de una disciplina, no su punto de partida. Y, en nuestro caso, ¡siempre estamos en ese punto!, pues cada estudiante es un punto de partida (no traen un chip instalado).

De nuevo: la llamada “metodología” tiene un débil fundamento epistemológico. Una propuesta débil puede, sin embargo, ser crucial a raíz de su lógica interna. Una pesquisa puede no realizar sus propósitos y, sin embargo, representar un avance, en la medida en que encuentra inicios o da salidas (Planck). Ejemplo: en su investigación para explicar la homosexualidad masculina, Freud no logró su cometido, pero encontró que la heterosexualidad era igual de misteriosa, que ni una ni otra eran naturales en los seres hablantes. Sólo se puede seguir una hipótesis hasta sus últimas consecuencias, a condición de no saber hacia dónde se va, y a condición de estar dispuesto a abandonarla.

La ciencia unifica fenómenos que, de ordinario, se perciben como pertenecientes a ámbitos distintos: el olvido, el chiste y el sueño, tan aparentemente desconectados entre sí, obedecen a la misma gramática: son formaciones del inconsciente (Lacan). De otro lado, la ciencia desagrega fenómenos que, de ordinario, se perciben como pertenecientes al mismo ámbito: peso y masa nos parecen concomitantes, pero basta con neutralizar la gravedad, para comprobar que el peso no le pertenece al objeto, que aparece sólo bajo la acción de un campo gravitacional. La conexión que la ciencia encuentra no es perceptible: es otra dimensión de la realidad, a la cual nos aproximamos mediante un recurso abstracto-formal; este recurso, por lo tanto, obra contra la idea que no permitía “percibir” tal conexión, contra la idea que hace “percibir” una unidad, que aglutina fenómenos, como si pertenecieran al mismo ámbito.

Las creencias que aíslan elementos, no obstante estar ligados formalmente, o que aglutinan elementos que no poseen relación estructural, no tienen motivaciones explicativas (querer-saber), sino integrativas o justificativas (querer-estar-ahí). Y de ellas se siguen posturas del sujeto, reacciones frente a los demás, a lo social, a sí mismo. Por ejemplo: sentirse dueño de sí, amo en la propia casa; sentirse como el centro del universo, el objeto de la mirada divina; creerse llamado a liberar a los demás de sus ataduras; etc. Entonces: una matriz social de discursos (sin tener mayores motivaciones explicativas) hace ver como aislados o como aglutinados ciertos elementos sensibles. En cambio, cuando se busca saber (una de tantas opciones sociales) se formulan vínculos no-sensibles (se relaciona); y, de otro lado, se desvirtúan vínculos sensibles (se discrimina); y esto se hace mediante un recurso formal que relaciona elementos inteligibles (no entidades sensibles).

Los saberes de la ciencia se pueden exponer con arreglo a la lógica del campo. Entonces, 1.- se les habla a los pares que trabajan en una línea en la que confían; a ellos se les exponen los resultados, pues honran la misma gramática, en el interior de la disciplina (sociólogos durkheimianos hablando entre sí); 2.- desde la pugna por la gramática, se les habla a los pares de procesos y de resultados: se enuncia que algo del objeto no es como ha venido siendo descrito y comprendido, y se explica la alternativa y se exponen los hallazgos (sociólogos hablando entre sí).

Pero esos saberes también se pueden exponer en esferas de la praxis relativamente ajenas a dicha lógica conceptual del campo. 1.- con el propósito de acercar a cierto público a la teoría (investigador como formador), se le expone algunos procesos, se le hace seguir los avatares de la investigación: «una encrucijada de caminos que hay por explorar y no un camino ya abierto, preconocido en el que con seguridad se llega a la meta, siempre que se siga bien»; 2.- con el propósito de divulgación (investigador como informador); 3.- en cumplimiento de un requisito: a las instancias (a las que financian, por ejemplo) se les acomodan tanto los resultados como los procesos (Joliot).

Ahí podemos buscar diferentes modalidades de relación del docente con el saber. Pero ¿si no hay campo del saber, si no hay una gramática en pugna, si no hay categorías? En ese caso, sólo parece quedarnos un cumplimiento ante instancias que quieren saber sobre el diligenciamiento de formatos institucionales.

Formas de la verdad

Los docentes pueden enseñar ideas que podríamos abreviar como “verdades”. Digo así porque en la educación actual se dice cada vez más: “la verdad es relativa”, “no hay una sola verdad”. En términos generales, estas afirmaciones son acertadas, pero ¿a qué le tributan?, ¿qué buscan? Advertido de que se puede buscar una neutralización del saber de la ciencia, el físico y matemático alemán Max Planck decía: «La repetida frase “todo es relativo” es equívoca e insensata». Equívoca porque, para ser enunciada, requiere que al menos esa frase no sea relativa; ¿acaso es relativa la idea de que “la verdad es relativa”? (la serpiente se muerde la cola). En contra del supuesto autoritarismo de las ideas de la ciencia (cuya verdad depende siempre de unas condiciones), se instaura el reino del “todo vale”, donde encuentra cabida la verdad individual o grupal que no se quiere someter más que al arbitrio propio y que sólo tolera al otro por la disuasión de sus dientes. Y las pequeñas verdades, con ese régimen, conducen a la segregación. De otro lado, lo contrario no es el imperio de una sola verdad (que, bajo ese régimen, en realidad sería “un solo capricho”), sino el rigor vigilado por una comunidad a la que puede pertenecer todo aquel que haga el esfuerzo por conocer las reglas del juego.

Establecemos a continuación una serie de juicios de verdad que van mucho más allá de esas ideas (“la verdad es relativa”, “no hay una sola verdad”) que, en realidad, se instalan más en el campo de los “derechos”; es decir: más que enunciar algo sobre la posibilidad del conocimiento, predican que todo el mundo tiene “derecho de hablar”, que nadie tiene más derecho que otro (esto implicaría que los enunciados tienen todos el mismo estatuto, ¡lo cual no quieren ver aplicado a su afirmación de que “no hay una sola verdad”, o de que “todos tienen derecho a hablar”, pues aspiran a que ésas sí sean verdaderas!). Eso es una reducción del problema, pues —en aras a la discusión— podríamos decir que todo el mundo tiene derecho a ser gimnasta, pero de hecho no todos practican la gimnasia y, entre quienes la practican, hay unos que lo hacen mejor que otros. ¿Vamos a reclamar que tenemos derecho a una medalla olímpica sin haberle dedicado la vida a esa práctica? Igual pasa con el saber: hay unos que estudian, que le dedican la vida a una disciplina teórica. Y hay otros que no. Pero, curiosamente, entre estos últimos hay unos que, sin hacer un esfuerzo similar, sí exigen el derecho a que sus afirmaciones —o las de sus defendidos— tengan el mismo estatuto en relación con el saber disciplinar (de ahí la idea de “diálogo de saberes” que se ve impedida a hacer exigencias de trabajo... o que ha renunciado a exigir).

En relación con lo político, enunciados diferentes pueden tener igual estatuto (los votos, por ejemplo, se cuentan por igual, más allá de las ideas que suscriban), pero no frente al saber disciplinar. Pero, aún en lo político, el efecto de los enunciados establece diferencias entre ellos, según Hannah Arendt, en el ágora, todos los participantes —que no son todos los habitantes de la polis, valga la aclaración— tienen derecho a hablar, pero no todos los discursos trascenderán, pues eso no es algo determinable de antemano por el hablante (como cuando pretendemos “hacer un aporte” con solo hablar), sino algo que decide el auditorio, en función del estatuto otorgado —a posteriori— a tales discursos. Allí los sujetos están jugados de modo contingente, en tanto acción, regidos por la libertad; no es un ámbito, como el del trabajo, donde rige —en gran medida— la necesidad y donde los enunciados se juzgan de otra manera. Así las cosas, estamos formando estudiantes, ¿en la dirección a que el estudio sea —en la terminología de Arendt— labor, trabajo o acción? La discusión en un campo de saber no atiende a las “opiniones”, supuestamente “libres”, sino a los enunciados atados a una gramática.

Veamos niveles distintos de juicio sobre los enunciados, para evidenciar que no es un asunto de buenos y malos, de derechos, de ejercicio del poder; es algo más complejo, que «sólo puede ser realmente dominada al cabo de un largo aprendizaje» (Bourdieu), sin esquivar, por cierto, los asuntos políticos. Hablaremos entonces de verdades formales, teóricas y experimentales:

 

Verdad formal

Se dirime de cara a las exigencias de un sistema formal de operaciones, sin correlato objetivo alguno; es el caso de las matemáticas. En tal perspectiva, lo “verdadero” es tautológico, pues los principios que hacen posible hacer enunciados son aceptados por quienes acuerdan operar con ellos. Ejemplo: si trabajamos en base diez, 2+2 da 4; y eso no tiene discusión, pues obedece a las reglas generadoras. Si, en cambio, operamos en base tres, el resultado de 2+2 cambiará, será 11 (en este caso no se lee ‘once’), pero también será incontestable (no podemos usar esas diferencias —operar en base 10 o en base 3— para introducir una relativización). Y una actividad tan elemental como el juego, opera de la misma manera; y, curiosamente, quienes abogan por la “relatividad de la verdad”, quienes pelean contra una “verdad absoluta” que ellos mismos se inventan, cuentan con ella cuando juegan: no quieren que les hagan trampa. ¿Se somete a discusión la idea de ‘jaque’? En ajedrez no hay una opción intermedia: o es jaque o no es jaque, no cabe opinión alguna, ni diálogo de saberes, ni relativización histórica o cultural. Por fuera del juego, la palabra sí puede tener varios sentidos.

En los juegos hay, por supuesto, decisiones difíciles, pero las alternativas se mueven en un marco previsto, donde hay valores entre los cuales decidir, que van desde 2 —verdadero o falso, por ejemplo— hasta lo que decidan los involucrados (no es cierto eso de que las lógicas dicotómicas sean restrictivas, como sostienen muchos en la educación actual). Entonces, desde esta perspectiva, las proposiciones pertenecen o no pertenecen al sistema, aunque por momento esté en discusión esa pertenencia (lo cual no genera una tercera posibilidad sino una espera para definir una de las dos posibles). Si pertenecen, sólo se les puede atribuir valores del sistema: o ‘verdadero’ o ‘falso’, por ejemplo, cuando hay dos valores disponibles; pero también podría ser o ‘contingente’ o ‘necesario’ o ‘posible’ o ‘imposible’, como en el caso de la lógica modal que tiene cuatro valores. En cambio, si la proposición no pertenece, no se puede juzgar; y cuando, por ejemplo en un juego, decimos “trampa”, ¿qué pasa?… pues es equivalente a decir que se está fuera de juego, no que sea una jugada débil o una jugada robusta.

 

Verdad teórica

Aplica a objetos abstracto-formales que tienen algún correlato concreto-real (como en la sociología o en la física); en ese caso, la “verdad” concierne a un campo de conocimiento, no se dirime ante la opinión (las deducciones de Copérnico estaban en contra de la opinión de toda la población mundial, y no por ello eran falsas). De tal manera, para estar a la altura de dirimir la “verdad” de una teoría, no basta con reclamar “derechos” o con decir que se tiene “otra opinión”: se requiere tener conocimientos, saberse mover en la teoría respectiva. Y claro que, a esta escala, no hay verdad única, pero en la medida en que diversas posturas sostienen asertos distintos, pero rigurosos, con ajuste a la gramática acordada en el campo, o bien a la luz de gramáticas posibles en su seno[1].

O sea que sólo desde dentro del campo es válida la idea de que no habría verdad única; decirlo desde afuera es una falacia, pues se desconoce el sistema que permite enunciar con aspiraciones de validez. Desde dentro, podemos hablar de verdadero/falso (en el caso de una aseveración), o ±plausible (en el caso de una hipótesis), o ±acertada, en el caso de una predicción. Y sabemos que esos juicios pueden cambiar en el futuro; pero sería necio, a nombre de que mañana podrían cambiar, declararlos relativos hoy, cuando son estimados en el campo, cuando son productivos (sería equivalente a negarse a vivir, en atención a que algún día vamos a morir). En este caso, la verdad se dirime delante de un conjunto de otros que sostienen ese saber. Un enunciado, con pretensiones explicativas sobre el mismo objeto, pero externo a lo que esos otros pueden concebir, no es falso... en principio es ajeno, pero si pretende explicar, podríamos decir —como sugiere Bachelard— que es absurdo. Puede ser “falso” decir que un electrón está en determinado orbital de la secuencia establecida, siguiendo el principio de Aufbau. Pero si alguien afirma que el electrón está por fuera de esa secuencia (en medio de dos órbitas, por ejemplo), ya no se puede decir si es verdadero o falso, sino que es absurdo. Esa afirmación ni siquiera es falsa, porque no tiene valor explicativo; se sale de lo que un campo de trabajo ha establecido a lo largo de más de un siglo (y esto no impide que más adelante se lo pueda reconsiderar, pero no por las razones que argüía, pues de ser así, habría sido explícita su objeción a la gramática vigente, más allá del ejemplo). La diferencia entre la formulación teórica y el hallazgo experimental es una razón suficiente para diferenciar la verdad teórica de la verdad experimental. El gravitón fue “verdadero” teóricamente durante mucho tiempo, antes de que su hallazgo experimental hubiera llegado recientemente (dada la baja energía que le predecía la teoría).

 

Verdad experimental

Las disciplinas también establecen experimentalmente verdad y falsedad, con ayuda de la teoría, que no sólo es la única capaz de leer el experimento, sino que es la responsable de concebirlo; el experimento es una teoría materializada (Bachelard). Y esto, de nuevo, no niega que se puedan reconsiderar decisiones anteriores, gracias a que —más adelante— la teoría pueda pensar mecanismos de “prueba” y/o que la tecnología sea capaz de desarrollarlos. Pero, de nuevo, se trata de una relatividad en el tiempo, no de una relatividad permanente y actual (que, de ser real, terminaría por desaconsejar todo esfuerzo por comprender).

 

En los tres casos mencionados, es necesario conocer: en el primero, el sistema formal; en el segundo, la teoría que, a su vez, puede tener un componente de conocimiento formal (física y matemáticas, por ejemplo); y, en el tercero, es necesario conocer la manera de experimentar de la teoría. De esas condiciones (que se imbrican todo el tiempo en los casos específicos), ninguna tiene que ver con el derecho, ni con la opinión, ni con la representación. Las tres tienen que ver con el trabajo cognitivo, inconmensurable con el ámbito legítimo donde operaran el derecho y la opinión.

De hecho, si una idea de “verdad” admitiera la de derecho, si admitiera relativizarse para dar cabida a consideraciones políticas, estaríamos hablando de otra esfera de la praxis. Tal como dijimos más atrás, la validez de una afirmación en la vida social depende del eco que tenga en los receptores. Así, en términos políticos, Copérnico no tenía razón; en cambio, en términos epistemológicos, tenía razón más allá de que el resto estuviera en desacuerdo.

Las ideas de participación, igualdad, inclusión, tolerancia, democracia, diálogo, intersubjetividad, etc., tienen fuerza política, pero no son criterios que permitan operar en el campo de la comprensión. En lugar de “verdad”, tal vez sería más propio hablar de adhesión (Sercovich), en virtud de la cual consideramos verdadero lo que nos produce satisfacción y falso lo que nos causaría displacer aceptar como cierto (Freud). En un caso así, el criterio es la satisfacción, no la razón. Esto es legítimo en su ámbito, donde se puede adherir a un enunciado, incluso sin entenderlo. Tal relación con el discurso no se despliega con el interés de conocer, sino para integrar el conjunto de los que tienen la misma tentación (¿no es por eso los creyentes en gran medida están repartidos geográficamente?). Ahora bien, todo sujeto, puesto a juzgar en un campo de saber, puede tener la tentación de hacer pasar por verdadero un discurso al cual adhiere; pero resulta que tiene pares, pues se piensa delante de otros que también intentan hacerlo con las mismas herramientas.

En la esfera política, no parece pertinente decir que el enunciado que defiende la libertad y lucha contra la desigualdad es verdadero y que su contrario es falso. Más bien habría que hablar de rectitud, en función de una normatividad compartida —ideal o existente—, no de conocimiento, independientemente de la cantidad de saber que implique el diseño y/o la implementación de dicha normatividad. El tipo de decisión que se toma para optar por este juicio de ±recto es legítimo en su ámbito. Un comportamiento ajustado a ciertas normas compartidas puede considerarse justo o recto, pero es impreciso llamarlo ‘verdadero’ (aunque queramos poner el sello de la “verdad” para reafirmar nuestra devoción). Y un comportamiento distante de tal normatividad puede considerarse ‘injusto’, ‘parcial’, ‘sesgado’, ‘transgresor’... pero no ‘falso’.

El sentido, el impacto, la validez, la fuerza... del juicio dependen de la esfera de la praxis en que se emite. Y en un ámbito como el educativo, donde se mezclan muchas especificidades, difícil resulta hacer entender que ni el saber remplaza la política, ni la política remplaza al saber. «No es función de una ciencia de la experiencia investigar ideales y normas obligatorias para poder deducir desde ahí alguna receta para la práctica» (Weber); la confusión lleva a lo que Bourdieu considera una falsa sustitución: la fácil denuncia política en lugar de la compleja crítica científica. Si nos parece que el saber debe rendir frutos en el cambio social, no podemos olvidar que, como dice Bourdieu [:26], las revoluciones científicas son cosa de los que han adquirido un capital cultural. Así, nuestras convicciones políticas tendrían futuro si enriquecemos conceptualmente a aquellos a quienes queremos ver beneficiados por nuestra acción transformadora, no si nos empobrecemos nosotros, para estar a la par de ellos, supuestamente para no imponerles un saber “ajeno”, para “reconocer” su saber (“ancestrales”, “locales”)... todo ello sin considerar las esferas de la praxis donde han sido creados y a cuya continuación tributan (y no tanto por su contenido... con lo que proponerles otros contenidos, no altera su poder).

Una cosa es la eficacia simbólica (Lévi-Strauss) de un ritual, que incluye acción y discurso, y otra cosa es entender cómo se produce esa eficacia. El discurso que acompaña a un ritual NO es una explicación de su eficacia, pero, en su ámbito, es la compañía necesaria e imprescindible de la acción, de la eficacia del ritual. El ámbito de la comprensión es distinto. Distinto, no mejor. El primero busca que el ritual funcione, y puede funcionar efectivamente. Pero no se necesita saber cómo funciona para hacerlo funcionar. Algo parecido ocurre en educación: podemos hacerla producir sus efectos y, sin embargo, no saber cómo lo hicimos (aunque, por supuesto, podemos decir muchas cosas acerca de lo ocurrido). En relación con la economía, por ejemplo, tenemos discursos que legitiman nuestra inserción en los procesos económicos, hacemos funcionar la economía con nuestras acciones, que vienen acompañadas de palabras... pero, como hemos visto, nuestra relación con el proceso social es de enajenación, de edificación de fetiches. Si uno quiere hacer funcionar la economía, no necesariamente tiene que entenderla. Donald Trump es un empresario acaudalado, pues sabe hacer negocios, pero ¿conoce la estructura económica? Sabe cómo hacerla operar en su beneficio; pero si uno quiere conocer cómo funciona algo en lo social y de dónde saca su eficacia, forzosamente tiene que utilizar categorías, teorías. Y esas teorías no hacen funcionar los asuntos sociales, sino que buscan comprenderlos. Por supuesto, a posteriori pueden usarse esos conocimientos para intentar cambiar o mantener los procesos sociales, pero eso se hace en otra esfera, en otro momento (a veces pasan décadas... y, entonces, quienes aplican ya nada tienen que ver con los propósitos de aquellos que comprendieron); y allí el saber se recontextualiza, se adapta, se usa al servicio de otras ideas que no son necesariamente las que lo hicieron posible.

En la escuela se usan ideas para atacar o para salvaguardar otras. Pero, ¿se trata de conocimiento o de recontextualización política? Las disciplinas son ser inconmensurables en la medida en que tienen objetos abstracto-formales distintos, así se apliquen a veces a los mismos fenómenos (la psicología y la sociología tratando de entender la educación); así, se oponen más bien las inscripciones de las teorías en las esferas de la praxis. Distinta es la pugna interna de la disciplina que quiere hacer existir ese objeto abstracto-formal. En la escuela es fácil hablar mal de una disciplina, aunque no se la conozca, para impulsar criterios políticos.

Un ejemplo: la lingüística intenta comprender las lenguas. Pero la defensa de las lenguas aborígenes no es tarea de la lingüística, aunque los lingüistas hagan esa defensa, aunque usen sus investigaciones para resaltar la riqueza que hay en la proliferación de las lenguas, dado que cada una es única, que cada una representa la manera específica —una, entre muchas posibles— como una cultura organizó su mundo. Pero también se han usado los desarrollos de esa disciplina para catequizar a los pueblos indígenas: se contrata a unos lingüistas para producir alfabetos de esas lenguas y, así, poder traducir textos religiosos para esos pueblos. Sabemos que el producto de esto, a largo plazo, puede ser la aculturación, pero ¿hemos de culpar a la lingüística, cuando gracias a su trabajo se pueden hacer cosas opuestas como defender las lenguas y aculturar? ¿No será, más bien, un asunto de política, de la posición que algunas personas (entre las que puede haber algunas que, en otro momento, hacen lingüística) pueden o no tomar en otra esfera de la praxis que no es la investigación de las lenguas?


[1]     En ese sentido, Marx daba cierto valor a la economía clásica: la “economía clásica” —cuando la burguesía combatía el feudalismo— era contradictoria: buscaba reducir lo que parece disperso, pero consideraba naturales las relaciones de producción capitalistas. En cambio, de la “economía vulgar” —cuando la burguesía combate al proletariado— era una apología del capitalismo: homogénea, auto-consistente, enteramente ideológica. No se la puede considerar falsa, ni se puede discutir con ella (Zuleta). 

51 comentarios:

  1. Buenas tardes profe.
    Espero se encuentre muy bien.
    Mi primera pregunta estaría ligada al cuestionamiento del vinculo del objeto saber en la escuela. Si bien se comprende que en la actualidad el dispositivo escuela ya hace vínculos con objetos que ya no es el saber, si la escuela cada vez más evidentemente es utilizada como instrumento económico y político.
    ¿Es posible retornar el saber a la escuela? o en cierto modo ¿es la formación la que permitirá a través del deseo visible del maestro el que reincorpore el saber a la escuela?

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    1. El saber en la escuela es apenas un propósito. Así la biblioteca esté llena de libros, ese saber requiere de “ser sabido” para que opere. Si el docente no es un doliente del saber, pues la escuela pasa a ser otra cosa, independientemente de que a la entrada diga “Colegio”, “Universidad”, “Escuela”. La especificidad de los vínculos depende de los intereses que allí circulen. No sólo el Estado introduce la instrumentación económica o política.
      Preguntas si es posible retornar el saber a la escuela. La respuesta es: sí, pero para eso el maestro tendría que tener al saber como objeto de deseo, lo cual requiere luchar contra sus propias inclinaciones que, por supuesto, consuenan con tendencias sociales.

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    2. Precisamente eso me suscita el artículo del maestro cuadrifronte que sumerce escribe. Me parece muy interesante la analogía que se hace de los cuatro frentes que como maestros enfrentamos, se podría decir que estamos muy ligados al maestro funcionario por las condiciones y las exigencias dadas por las instituciones.

      Mi nombre es Christian Camilo Tiria Forero, escribiré más sobre el artículo y mi percepción del mismo en el marco del seminario.

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    3. Hola, Christian
      Espero los comentarios sobre "El maestro cuadrifronte".

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    4. Cito: Pensar no está de moda
      Para Hannah Arendt (1958), la falta de meditación
      era una característica sobresaliente de la época. Y como
      pensar requiere un tiempo propio, el tiempo también
      está afectado.
      El tiempo en la sociedad colombiana no es libre, constitucionalmente existe el derecho al aprovechamiento al tiempo libre, más no al tiempo libre. Aprovechar el tiempo es evitar su propia libertad para pensar, para meditar, para entrar en vínculo con el saber, porque eso no cuenta con privilegio en las dinámicas sociales y económicas de nuestro contexto. Aprovechar el tiempo es cada día ser más competente en ciertas habilidades necesarias para el optimo desarrollo económico del país.
      Para que el saber sea sabido por un maestro lo primero que deberá hacer es liberarse de las cadenas aprovechamiento del tiempo, puesto que se debe postergar la gratificación. La formación es a posteriori, sin embargo vivimos en la sociedad liquida como dirá Bauman, y la academia entró en el juego deportivo del mejor.

      Cito: En 1872, Nietzsche
      destina el libro Sobre el porvenir de nuestras escuelas
      “A lectores tranquilos, a hombres que todavía no se
      dejan arrastrar por la prisa vertiginosa de nuestra
      rimbombante época, y que todavía no experimenten
      un placer idólatra al verse machacados por sus ruedas”. Ser deseantes de saber es comprender la virtud del tiempo, de avanzar en una carrera desde un burro y no una carrocería. Es conocer el objeto desde sus propias reglas de juego y no desde un juego distinto que se acerca al primario.

      ¿Cómo un profesor de Educación Física se libera del aprovechamiento del tiempo cuando ha sido el constituido por el mismo? El aprovechamiento del tiempo libre es gestionado y regulado desde la Educación Física ¿cómo liberarse?

      Hemos construido un discurso recontextualizado en torno al aprovechamiento del tiempo libre (ejercicio, deporte, recreación, actividad física, gimnasios, caminatas, deportes extremos, educación extracurricular, etc...) ¿cómo encontrar saber en un campo como la Educación Física en la escuela?

      Sobra delirio y sofismo en la Educación Física escolar, claramente es una afirmación con muy pocos argumentos, pero es el diario vivir en el entorno profesional. No existe formalización alguna, la recontextualización es una de las aperturas más amplias que se hacen en los campos. Los discursos primarios encontrados en las raíces de la EF son varios. Encontrar deseo de saber es involucrarse en su historia. ¿Cómo los discursos han sido recontextualizados en diferente época y bajo que luchas o relaciones de fuerza? El cuerpo no es sólo lo visible, lo que no se ve cuenta su propia historia.

      Si dentro el frente del maestro sabio hay un abismo entre el educador físico y el saber, nunca será tarde de cerrar brechas, así no sea testigo de los efectos. Si bien el campo del saber es más amplio, las recontextualizaciones deben acercarse más a lo simbólico que a lo imaginario. La meditación y el pensamiento entran en este proceso.

      Trabajaré en la recontextualización de los discursos que han sido establecidos como códigos elaborados en nuestro país. ¿Qué encontraré? no lo sé, pero si me libero de los discursos establecidos será un gran avance en mi carrera en burro por el saber.

      CHRISTIAN CAMILO TIRIA FORERO

      Espero haberme hecho entender, quedo atento a sus comentarios profe Guillermo.

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    5. Hola, Christian

      Cuando me refiero al “tiempo propio” NO me refiero al tiempo otorgado por el otro (no sería PROPIO), sino al que uno mismo se puede dar en función del deseo, o sea, en detrimento del impulso. La idea del “aprovechamiento del tiempo libre” es justamente la angustia institucional a causa del tiempo utilizado en el impulso (que el impulso utiliza con nosotros, mejor dicho), angustia que, de otro lado, revela una incapacidad de la institución para generar las condiciones de posibilidad para que aparezca el tiempo propio.
      Me parece muy general la idea de una “propia libertad”. ¿Qué sería eso? No me parece que exista algo así como una libertad indeterminada. Está justamente la falta de libertad atada al impulso, y el “poquito de libertad” atado al deseo.
      Que uno esté frente al saber no implica que tenga libertad de pensar, pues para eso se necesitan criterios; no implica que tenga libertad para meditar, pues para eso se necesita tiempo propio; no implica que se pueda sencillamente entrar en vínculo con el saber, pues para eso se necesitan ganas… ganas que están ocupadas en la realización del impulso.
      De la cita de Nietzsche no olvides el “placer idólatra al verse machacados por sus ruedas”, porque eso incluye la responsabilidad del sujeto, no le deja todo a la sociedad.
      Hablas de “liberarse” del tiempo gestionado y regulado por la Educación Física, como si esta área no tuviera una razón de ser, como si no hubiera docentes que se satisficieran enseñándola, como si no hubiera estudiantes que se satisficieran llevándola a cabo. No niego que esa asignatura introduce una regulación que viene de lo social, pero me parece que hace falta interrogar también lo que hay del otro lado.
      Te haces dos excelentes preguntas:
      1. En la educación física ¿hay un saber en juego? Podemos agregar: ¿qué relación tiene el docente con el objeto de la educación física?, y ¿qué relación tiene el estudiante con ese mismo objeto? Buen tema para una investigación, siempre y cuando no nos desgastemos en señalar que se trata de un poder opresivo… Me parece que es algo más complejo.
      2. ¿Cómo se recontextualizan los discursos en las diferentes épocas y bajo qué luchas o relaciones de fuerza? Otro buen tema para una investigación, siempre y cuando consideremos que, si la educación física le puede tributar a la formación, es por el ACTO del docente.

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    6. CHRISTIAN CAMILO TIRIA FORERO30 de mayo de 2022, 7:18 p.m.

      Espero se encuentre muy bien profesor Guillermo.

      En relación a las dos últimas preguntas:

      1. En la educación física ¿hay un saber en juego? Podemos agregar: ¿qué relación tiene el docente con el objeto de la educación física?, y ¿qué relación tiene el estudiante con ese mismo objeto? Buen tema para una investigación, siempre y cuando no nos desgastemos en señalar que se trata de un poder opresivo… Me parece que es algo más complejo.

      La Educación Física ha estado en un proceso histórico de lucha de saber en relación con las relaciones de poder de las diferentes épocas en las que ha estado inmersa. No hay un objeto claro y consolidado de estudio, es tal su amplitud conceptual que las divergencias en su estudio son bien conocidas en la academia. Sin embargo, la UPN y la UDEA en particular no han escatimado esfuerzos en construir bases teóricas fuertes en ese campo del saber.
      Desafortunadamente en el presente nos encontramos en un escenario que hace alarde en un discurso deportivizado. Los imaginarios sociales que se tienen de la Educación Física están atravesados por el deporte haciendo simple lo que no lo es.
      La EF como hecho y práctica social está vinculada no sólo en la escuela sino en toda la complejidad social. Las prácticas corporales están en todos los espacios. Somos nosotros los profesionales los que debemos generar una cultura del cuidado del yo, del otro y del entorno a través de la EF y no seguir reproduciendo discursos de salud con practicas que no tributan a ella, por ejemplo, la expresión "el deporte es salud" es una mentira reproducida socialmente, el deporte es un fenómeno social y altamente emocional, es una práctica que agrada y gusta, pero que es excluyente, es lesión y enfermedad, es ignorancia en su juego, y eso debe decirse y practicarse críticamente.

      Solo un deseo de saber podría dejar en evidencia el gran campo de saber en el que puede estar vinculada la EF para así mismo transmitir ese saber desde el deseo del docente, procurando mejores procesos de formación. Uno que esté conectado con una comprensión y conocimiento del yo, de las relaciones con el otro, el entorno y el medio ambiente.

      2. ¿Cómo se recontextualizan los discursos en las diferentes épocas y bajo qué luchas o relaciones de fuerza? Otro buen tema para una investigación, siempre y cuando consideremos que, si la educación física le puede tributar a la formación, es por el ACTO del docente.

      Así es, el acto docente es aquel que podría tributar a la formación. Históricamente la EF ha recontextualizado su discurso en relación con los discurso médicos y educativos de una época determinada. El discurso del cuerpo ha estado transformándose al pasar las generaciones.
      En Colombia particularmente desde 1925 se promulga la primera ley oficial sobre la EF y su papel en la sociedad, si bien es cierto que antes del año mencionado hay referencias en EF están mayormente vinculadas con calistenia y gimnasia, prácticas asociadas pero no equivalen a lo mismo. Su variación conceptual y de saber ha estado atravesado por el discurso moralizante conservador y los discursos más liberales. El presente tiene tonos de ambos discursos.

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  2. Buenas noches maestro
    Este comentario es para conocer su pensamiento acorde a lo que se habló en la clase y lo que está pasando en mi comunidad indígena que esta ubicada en el departamento de Nariño en el territorio de los pastos del resguardo de San Juan. Actualmente estamos en reconstrucción cultural con el fin de volver a retomar prácticas autóctonas, en donde el principal objetivo es que las personas amen, cuiden y se unan como iguales con la naturaleza, que los jóvenes vuelvan a trabajar en el campo y no se dejen llevar por el capitalismo que está absorbiendo la vida de la madre tierra. Lastimosamente los discursos se chocan cuando se les exige a los estudiantes en el colegio a reconocer un conocimiento científico que hacen dudar del pensamiento propio del territorio, como por ejemplo: que las plantas no sienten y sólo es un seres vegetales, pero sí tenemos chamanes que tiene el don de hablar con la naturaleza y el yage nos conecta con la plantas con el fin de purificar mente y espíritu. Es por ello que entro en duda cuando estamos guiando a los estudiantes en las aulas a reconocer como verdad ese conocimiento científico de los extranjeros mirando como menos importante esos saberes propios que no son validados por las comunidades científicas, todo por cumplir unos estándares educativos que el gobierno demanda para que así algún día nuestros jóvenes accedan a la educación superior.
    Cometa Tania mafla

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    1. Hola, Tania

      Es muy importante tu comentario, pues nos permite establecer que la escuela que nosotros conocemos es un dispositivo occidental, articulado al modo de producción capitalista. Hacerla funcionar es reproducir esa cultura y ese modo de producción. Cuando esa sociedad (llamémosla cultura-A [C-A]) se toca con una cultura ubicada en otros parámetros [C-B], lo que ocurre es un conflicto. La estructura de la escuela puede NO tener nada que ver la C-B y, en consecuencia, inscribir la escuela allá produce aculturación. Pero eso le está ocurriendo a la C-B en todos los terrenos: economía, salud, etc. Es una tragedia: dos principios igualmente legítimos pero excluyentes entre sí. Es muy difícil tratar de armonizar ambas cosas: respetar la C-B, pero asimilarla a la C-A.
      En ese sentido, qué difícil es la “reconstrucción cultural” o “retomar prácticas autóctonas”, como dices: ¿cómo conquistar a los jóvenes, cuando la oferta del capitalismo es avasallante?
      El saber del que hablamos en la conferencia es el occidental, el “científico”, en el que está inscrito nuestro sistema educativo. Pero la C-B tiene otros criterios. Por eso, su educación autóctona NO pasa por la ciencia. Pero ahora están aguijoneados por la C-A… La C-B puede creer que la tierra es plana y eso es legítimo en su seno (¡cuánto tiempo Occidente también lo creyó!); pero cuando llega la escuela, le dice lo contrario a sus jóvenes. El problema es que esos enunciados se transmiten en un contexto completamente distinto, y configura prácticas completamente distintas.
      Tienes toda la razón para entrar en duda… Lo dicho en la charla tiene que ver con el contexto histórico de la C-A. Si habláramos de la C-B, otros serían los criterios. Con todo, la C-B está inevitablemente tocada por la C-A (por ejemplo, están en Colombia)… que se presenta, entonces, es una tragedia.

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  3. Saludo, profesor Bustamante:
    Me parece importante de su conferencia, y de algunas de respuestas y comentarios que ha hecho en el blog, una cuestión, esto es: la discusión sobre el papel actual de la escuela.
    En cierto momento del escrito pude leer que las disciplinas “suelen ser inconmensurables”, pues el tratamiento de estas se enfrenta con una suerte de objetos abstractos, y quien quiera -aunque sea marginalmente- entrar en el estadio del saber sobre una disciplina debe encontrar las reglas del juego y adquirir un determinado tecno-lecto, entre otros procesos.
    Con estas consideraciones, ¿puede acercar la escuela a las disciplinas en el sentido que sugiere el texto o únicamente podrá hacer de las últimas recontextualizaciones más o menos precisas? ¿Hay otros asuntos importantes que se deban “abordar” en la escuela a parte del componente de saber?
    Comenta Andrés Malaver

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    1. Hola, Andrés
      Preguntarse por el “papel actual de la escuela” presupone considerarla como un producto cultural, contextual; estoy de acuerdo con eso, siempre y cuando se considere a la FORMACIÓN como una condición estructural de la especificidad humana. De este modo, la educación podría ser una de las maneras de materializar, en cierta época, la necesidad de la formación.
      La inconmensurabilidad de los objetos de conocimiento se produce porque éstos son construidos; si se tratara de ‘fenómenos’, diferentes disciplinas podrían coincidir en su existencia. Para poder construir esos objetos abstracto-formales se necesitan conceptos que, por no ser “naturales” es necesario entender el sistema capaz de producirlos.
      Te preguntas si la escuela puede acercar a las disciplinas. Creo que sí, que esa es su labor: transformar la posición del sujeto de tal manera que encuentre en el saber un sentido posible para su existencia. Ahora bien, para esto, la escuela se ve obligada a hacer recontextualizaciones, pero de éstas no se puede predicar nada a priori, pues dependen del nivel de trabajo que tenga el docente con la disciplina. Las recontextualizaciones son variadas: van desde las hechas por personas que le tributan al campo de saber, hasta las fechas por personas que no tienen relación con la disciplina y se ajustan, por ejemplo, a los libros de texto, a los resúmenes, o a las decisiones de política educativa (estándares, DBA, etc.).
      Finalmente, como dices, hay otros asuntos importantes, más allá del saber; pero me parece que, en el contexto escolar, ellos son subproductos de la acción.

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    2. Gracias por sus comentarios, profesor Bustamante:
      Me queda una duda con respecto a la necesidad de formación, inherente a la condición humana. Cuando usted afirma que la educación podría ser UNA de las maneras de materializar la formación, me pregunto si hay otras maneras que permitan también una materialización sobre tal necesidad, y que se ubiquen, por consiguiente, fuera de la escuela. Además, si la labor del saber, esto es, transformar la posición del sujeto, es una actividad evidentemente escolar, pero que puede trascender a otras esferas de la vida humana, ¿Es posible también producir deseo de saber fuera de la escuela?
      Andrés Malaver.

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    3. Hola, Andrés

      También hay formación NO en relación con el saber, sino en relación 1.- con la religión (seminario); 2.- con el deporte (escuelas deportivas); 3.- en relación con la política (escuela sindical), etc. La formación en relación con el saber es asunto propio de la escuela?

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  4. Soy Licenciado en Ciencias Sociales de la UPN. ¿El hecho de decir licenciado qué significa?, de por sí ya puede existir una respuesta, no es una disciplina como tal. La experiencia recorrida bajo este logo o forma de de rotulame profesionalmente, me ha traído hoy día frustraciones; que refuerzo mucho más al leer algunos elementos de la lectura y cátedra magistral 1. Postura y metodo.
    En qué recide algunas frustraciones. Se "dice" formado en ciencias sociales, es decir, que se tiene una conocimiento "básico" dentro de algunas de las disciplinas que han enmarcodo dentro de las ciencias sociales como lo son: "historia, economía, geografía, política", principalmente, y caminos necesariamente complementarios como filosofía y psicología.
    Es así que se lee algunos aspectos base de cada disciplina y como muy bien lo describe Bustamante casi siempre he "explicado" algunos elementos dentro de las disciplinas, más hoy no puedo decir que "comprendo" el movimiento general de las mismas, obvio, por la amplitud y complejidad de las mismas. Dicha reflexión se orienta en el sentido que tengo algunos "conocimientos o más bien datos" sobre historia, !más no soy históriador!, se de algunas bases de economía, !más no soy economista!, y así con cada disciplina que dice hacer parte de las ciencias sociales.

    Este hecho, trae dos rupturas esenciales:

    1. Como "licenciado", siempre estoy en "constante duda" de lo que enseño, en términos de Bustamante; en "ignorancia constitutiva", ya que debo esforzarme en busqueda de saber al nivel de un político o economico para hablar de un fenómeno social dentro de dichas disciplinas, pero si hablo con un profesional como un "economista, polítologo, sociologo o historiador", siempre seré un amateur. Me hace recordar a Marx, quién antes de la escritura del Capital, reconocio sus trabajos anteriores como "menores" al considerar los estudios "economicos" como los más cercanos a las ciencias, en este caso interpretadas posteriormente como "materialismo dialéctico". Marx, reconoció que algunos de sus escritos no eran propiamente "rigurosos o de tenor de ciencia".

    Este hecho, ¿invalidaría mi peso argumentativo al intentar "comprender" algunas de estas disciplinas, así no tenga un "titulo o cartón" que diga especificamente una disciplina y no bajo una absurda generalización como lo es ser "licenciado", que como en mi caso resuena en mi cabeza el dicho: sé (de leer) muchas cosas, pero a la misma vez, no se nada, ya que no he llegado a la "comprensión" última de supuestamente un nivel más disciplinar.

    Por temas de caracteres envió otro comentario complementado la idea...
    H. Yecid Rodríguez Franco

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    1. Hola, Yecid
      Señalas una inquietud que ha sido durante mucho tiempo motivo de pugna: ¿formar en relación con una disciplina y después ofrecer formación pedagógica? (es el caso de la Universidad Nacional: acabó con las licenciaturas y, en cambio, ofrece posgrados relativos a la educación). ¿O formar licenciados?, es decir, al mismo tiempo ofrecer formación disciplinar y pedagógica? (es el caso de la UPN que, como testimonias, ofrece licenciaturas en diversas áreas, como las Ciencias Sociales). Más allá de la discusión, me parece importante tener solidez en relación con la disciplina y disposición en relación con la formación; y esto en gran medida depende de la posición del sujeto, no de las palabras impresas en su título.
      Para deshacer una ambigüedad a la que haces referencia, me parece necesario diferenciar entre un EFECTO FORMATIVO y el reconocimiento de un tránsito por la Universidad (por ejemplo en la forma de un título). ¡Hay excelentes formadores que no tienen título, y hay gente con título que no produce efectos formativos!
      La idea de un conocimiento "básico" ya es una manera de organizar los asuntos educativos en un contexto y en una institución específica. Creo que la idea de estar formado en relación con un saber es mucho más compleja que la “acumulación de saberes”, o las “horas de vuelo” cursadas en una institución.
      Das un ejemplo muy interesante para entender la diferencia entre educación y formación: se pueden tener datos de la disciplina X y, sin embargo, no estar definido en relación con la disciplina. Pero si la formación requiere que el docente tenga una relación fuerte con la disciplina, ¿qué pasa cuando tiene unos datos y los comunica a los estudiantes?
      Está muy bien tener una duda permanente sobre lo que se enseña, mientras esta duda alimente el deseo de saber. ¡El título no dicta las clases en mi lugar! Siempre seremos amateurs, si es que la relación con el saber es de deseo. ¡Y tampoco el título es el que da acceso al saber!

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  5. 2. El segundo nivel de reflexión, es cuando me encuentro "explicando" dichos conocimientos que supuestamente sé; ya que en las instituciones debes impartir cátedras que incluso no he estudiado, por ejemplo, filosofia (sin ser filosofo) o políticas (sin ser polítologo).
    Aún así, considero que al llevar a cabo ese ejercicio abandono la comoda "posición subjetiva", como ya lo dije, me demanda intentar comprender algo para lo cual no me he "formado" institucionalmente. Pero cuando empiezo a explicar dichos temas, se presenta un "otro" hablando desde su "punto de vista", "su opinión", que tiene "algo que decir", la cual hay que "validar" como esa otra voz que hay que tener en cuenta.
    Me llama la atención lo escuchado y leido en el seminario, ese otro no ha leído en muchas ocaciones nada, o sus palabras, porque muchas veces "no son argumentos", creyendo que como "representación social porta un saber". Representaciones que por lo general se toman de las "impresiones" de medios de comunicación o medios digitales o lo que dicen en su contexto más próximo, "sus padres o hermanos". Por ejemplo, el escenario político, nadie ha leido mucho, pero la gran mayoría responde desde la "pasión", desde el poder de la "opinión", este ejemplo se máximiza aún más en escenarios de elecciones presidenciales donde "todo opinión y expresión vale" y que aumentará mucho más este año en Colombia.

    Las reflexiones anteriores, tienen una doble mirada. Por un lado, yo demando de un estudiante que al menos haya leído algo (así yo lo sugiera), para que su voz, sea escuchada. Pero bajo la otra óptica, me pregunto ¿quién me ha dado ese poder, ya que tampoco yo soy polítologo, economista, filosofo o psicologo, para creer que el supuesto "saber" que expreso es valido?
    En este sentido, ¿estoy al nivel de poder exclamar, decir, o profesar un saber, y más que tiene un rango de ciencia?, o el hecho de ser "licenciado", (aunque cabe decir que también tengo una especialización administrativa y en un futuro un master en educación), pero que se convierten en palabras tan vacias, ya que en seminarios como estos, recuerdo que son etiquetas que no dicen nada en esencia, y que incluso alguién experto en la disciplina corregiria a modo de "ignarante constitutivo", lo supuestamente enseñado.
    Conclusión, siempre habrá dentro de los que nos movemos en las ciencias sociales, esa imposibilidad e incluso seguridad de alcanzar un saber, aplica para mi caso, no sé si para el profesor Bustamante. Soy licenciado. Por tanto, cuál sería el rango al cuál debería llegar un licenciado?, ¿dónde su voz alcanzaría validez, sólo en el contexto de la escuela, donde según lo leido, por lo general, se recontextualiza el saber, donde nos quedamos en "explicaciones", más no en "comprensiones"?, y sí es así, "dificilmente prodríamos impulsar trasformaciones", propias de las discursivas escolares, cuando el docente, ni siquiera comprende lo que dice enseñar.

    Yecid Rodríguez Franco

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    1. Hola, Yecid

      Impartir cátedras que no se han estudiado es un asunto de la administración de la educación, no un problema de alguien que mostró su inclinación por un saber y se tituló al respecto. Esta situación obliga a una recontextualización que no proviene del saber; pero, insisto, es un problema burocrático. ¡Uno estudia literatura para enseñar literatura!… si después lo ponen a dictar mecanografía, es el aparato educativo el que ha creado ese impasse. Con todo, esta situación que me hace una demanda podría también acicatear mi deseo; y, entonces, como dices, se puede aprender algo que no estuvo incluido en el plan de estudios que cursé, pero que puede interesarme.
      La opinión es legítima en ciertos contextos, pero no en todos. El saber, por ejemplo, se opone a la opinión. Sin embargo, es inevitable que los estudiantes que tengo a cargo tengan opiniones. Entonces, ¿qué hacer? Es muy difícil ubicar la opinión en el proceso formativo. Veo dos caminos: darle pábulo a la opinión (con lo cual es muy posible que no haya efecto formativo en relación con el saber), u objetarla en el marco de la acción pedagógica (con lo cual estaría creando condiciones de posibilidad para la formación).
      Te preguntas quién te ha dado el poder. Hannah Arendt dice que el poder lo da el otro (el estudiante, en este caso), en la medida en tu palabra está montada sobre una modalidad de satisfacción que se vislumbra como posible para él.
      Las etiquetas tienen un lugar en lo social; otra cosa es creérselas. La formación no tiene que ver con etiquetas, la educación sí.

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  6. Diana Kateryng Carreño Cruz26 de febrero de 2022, 1:45 p.m.

    Saludo, profesor Guillermo Bustamante.
    En la lectura del libro "metodología e investigación" de su autoría, he podido identificar algunas palabras claves para comprender la escuela, como: saber, conocimiento, formación y disciplina.
    Y a partir de la clase me surge la pregunta ¿Qué nos da la escuela? Sí no es necesario que nos de información tampoco que nos cambie o transforme nuestra modalidad de satisfacción (ello desde la resistencia). Entonces puede ser la posibilidad de relacionarnos como sujeto en formación con las diferentes disciplinas, saberes y conceptos. Sin embargo, ¿Cómo podría conocerse el sujeto así mismo, para conducir una discusión sobre si son o no necesarias las disciplinas? Y ¿acaso es posible una escuela sin la existencia de las disciplinas?
    Ahora bien, en todo ejercicio investigativo es complejo el proceso metodológico, sobre todo en las disciplinas sociales donde ahí intereses por “la realidad interna del sujeto” y sí no hay un dialogo de saberes ¿Qué se estaría construyendo o dando?
    Agradezco este espacio, porque nos lleva a la reflexión sobre el camino metodológico a tomar o repensar.

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    1. Hola, Diana
      Para tu pregunta “¿Qué nos da la escuela?” habría muchas respuestas. Me parece importante analizar los productos que se buscan, pero también los efectos que se producen. Ejemplo: los adultos nos “dan el lenguaje” cuando nacemos, pero también nos dan el acento, sin proponérselo. De la misma manera, la educación nos da información (que no es que no sea necesaria), pero también puede producir el efecto de un cambio de modalidad de satisfacción (es a lo que llamo FORMACIÓN).
      La idea de “conocerse a sí mismo” (recuerda que así comienza la ‘Didáctica magna’ de Comenio) presupone que hay un “sí mismo”, pero creo que el ser humano es más complejo que eso: está dividido, fragmentado.
      Cada sociedad cuenta con un acervo cultural, que es el asunto alrededor del cual, al menos parcialmente, gira la actividad de la escuela. En el caso de la nuestra, que somos occidentales, la escuela toma como objeto principalmente las disciplinas. Preguntar si es posible una escuela sin la existencia de las disciplinas es equivalente a preguntar si una sociedad construiría un dispositivo por fuera de sus referentes.
      El ejercicio investigativo es complejo porque es complejo el conocimiento, no sólo en relación con la metodología. Que ciertas disciplinas se refieran a lo social no quiere decir que ahí tiene un lugar el interés; en las esferas de la praxis podemos diferenciar entre los intereses y la búsqueda del saber social. A esa escala esa diferenciación es estrictamente metodológica pues ambas cosas concurren; pero no podemos afirmar que el saber social está marcado por intereses, si es que entendemos la ciencia como un intento de trascender el contexto (Bourdieu). Por eso diferenciamos entre campo de saber y esfera de la praxis.
      Para poder tener diálogo hay que compartir códigos y contextos de producción de enunciados. ¿Tenemos eso en todos los casos cuando hablamos de “diálogo de saberes”? No me parece. En la formación hay más que comunicación. Cuando te preguntas “qué estamos dando”, pienso en que algunos maestros me dieron un horizonte que no era parte de los enunciados, que no se comunicaba, que no fue parte de ningún dialogo.

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  7. Cordial saludo profesor Guillermo Bustamante.

    Desde mi experiencia (que es corta) dentro de ámbito educativo - privado como docente en el área de ciencias sociales, me cuestiono mucho sobre qué enseñar, cuándo enseñar, por qué enseñar esto y no otra cosa, qué impacto tendrá aprender esto y no aquello en la vida de mis estudiantes, cuando en las instituciones donde he trabajado se le da un papel irrelevante a las ciencias sociales, pues desde mi perspectiva, esta área del conocimiento, se ve como una mera obligatoriedad dentro de los programas que propone el Ministerio de Educación Nacional, junto con sus cátedras de Paz, Afrocolombianidad e Historia (que claramente no están mal, pero que no gozan de espacios ni de la libertad de cátedra requerida para que se puedan ofrecer de manera abierta y sin ataduras ideológicas) que se exigen para que el estudiante se pueda graduar, quizá, con un mínimo de saberes/conocimientos/información que “les servirán para la vida”… Mi inquietud va ligada entonces por la pertinencia, funcionalidad contextual y social de las disciplinas y la educación actual, cuando se describe como alternativa, por ejemplo, proponiendo la didáctica activa como forma de enseñanza- aprendizaje y que está realmente no se lleve a cabo por que se sigue reproduciendo la cultura de la eficacia, eficiencia, adaptación a la sociedad económica y tolerancia al estrés como competencias que los estudiantes deben suplir antes de salir de la burbuja llamada escuela, a través de prácticas y manuales represivos que no dan vía a una discusión abierta de los mismos, dando paso a que las instituciones quieran un maestro funcionario, aquel que solo regula, civiliza y modera y no aquel que despierta en el estudiante el deseo de saber y de ir más allá, pues aquel que lo haga, es penalizado, citado y porque no, despedido… De allí también me interesa saber el cómo operan los currículos ocultos, que si bien han tenido connotaciones que se quedan en la opinión de algunos colegas y en el secreto del aula, estos ¿pueden ser de agentes de recontextualización dentro del ámbito educativo?

    Laura Stefany Martínez Ruiz.

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    1. Hola, Laura
      El impacto que podría tener una enseñanza proveniente de las Ciencias Sociales no es algo que se pueda verificar de manera inmediata. La formación misma es un efecto retroactivo que sólo se puede verificar a posteriori. Además, si la ciencia pretende comprender, el tema del impacto no es para ella lo más importante. A veces la posibilidad de que el conocimiento social impacte a la sociedad misma o al sujeto, requiere de mucho tiempo. La idea de que lo aprendido en la escuela debe ser útil es bastante problemática. ¿Cómo podría ser útil un saber que apenas estamos conociendo y cuya comprensión se demora mucho tiempo y requiere mucho trabajo?, ¿cómo podría un saber responder a las necesidades de un contexto si se trata de una reflexión que tiende a ser independiente del contexto? (cosa distinta son las aplicaciones, que merecen capítulo aparte). Es importante saber de dónde proviene ese prurito de la utilidad del saber, pues la respuesta a los dilemas cotidianos no se da solamente, ni principalmente, a partir del saber. Ejemplo: hay muchas respuestas que se dan en atención a las relaciones, pero no en atención al saber.
      La vida de tus estudiantes se verá afectada si el saber, que puede ser o no el tuyo, se convierte para ellos en un horizonte vital. Y puede ser, en algún caso, que sea tu relación con el saber, y no el saber mismo, aquello que impacte a un estudiante, al punto que pueda aparecer en él el deseo de saber.
      El lugar de las Ciencias Sociales puede ser irrelevante para una institución, pero, según testimonias, no es irrelevante para ti, en cuyo caso, pese a la posición de la institución, puede resultar siendo relevante para algún estudiante, gracias a que ese saber es relevante para ti.
      Esa irrelevancia atribuida por las entidades que administran la educación (como el MEN) es una muestra de la dejación del saber que está teniendo lugar en lo social y, particularmente, en la escuela. Y la aparición, en su lugar, de asuntos como Cátedras de Paz, revela una incomprensión de los efectos éticos de la formación; de manera que resulta siendo doblemente perjudicial hacer dejación del saber e introducir suplencias a lo que se echa de menos como efecto social de la educación. No se va a producir paz por efecto de la Cátedra, pero tampoco estamos dictando Ciencias Sociales.
      Si ‘pertinencia’ y ‘funcionalidad contextual’ son ideas que no provienen de la propia elaboración de las Ciencias Sociales, ¿cómo podrían, entonces, ser ellas pertinentes y funcionales? Estas ideas ¿no tienen que ver con el empuje a la ‘eficacia’, la ‘eficiencia’, la ‘adaptación’ que no tiene su origen en las Ciencias Sociales sino en las relaciones económicas?

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    2. Cordial saludo profesor Guillermo Bustamante

      La escuela, tal como la conocemos, donde existen agentes (llámese el padre fundador, rectores, coordinadores, etc.) que en una serie de capacitaciones a los docentes (que no son más que un adoctrinamiento y un querer transformar y moldear al docente a imagen y semejanza de la institución educativa) se generan afirmaciones donde se dice que el docente debe planear cada una de sus clase y actuaciones pensando en que todo lo aprendido le sirva si o si al estudiante cuando tenga 30 años, lo cual desde el punto de vista pedagógico, me parece paradójico, en la medida en que estamos en una sociedad cambiante y las necesidades intelectuales, políticas, culturales, sociales, educativas y económicas del ahora, pueden no ser las mismas para el futuro, de hecho, lo que se enseña actualmente, ni siquiera llega a ser relevante en la vida cotidiana de los estudiantes, porque no se les enseña bajo el pensamiento crítico, sino a reproducir un discurso. Entonces un estudiante de grado primero de primaria, de aproximadamente 6 o 7 años, desde ya, debe ser preparado para cuando tenga 30 años, porque eso les prometen a los padres de familia… Volvemos entonces a una educación que se transforma en satisfacer al cliente, sin develar lo que realmente necesitan los estudiantes, inculcándoles una serie de competencias como verdades absolutas, inclusive, clasificándolas en competencias blandas y rígidas, en donde me sorprende observar, que en las blandas, el docente está obligado a enseñar al estudiante a trabajar bajo presión y otras joyas más, que se esconden tras una supuesta didáctica activa, donde se están enseñando una serie de contenidos sin importancia, para convertirlo en una pieza más de la gran maquinaria económica… Entonces si como docentes no podemos regular ello (porque nos es en muchos escenarios imposible), cómo se supone que desde las aulas cambie la educación, si se enseñan contenidos fuera de contexto, con libros de texto que encierran en una caja a los estudiantes, solo por el placer de al final de año pasar un informe con una lista interminable de contenidos que los estudiantes debieron aprender y que de ser superados los logros impuestos, pueden pasar al siguiente año…

      Ahora bien, mi interés, se centra en la educación rural, misma que se ve afectada y atravesada por entidades como el Banco Mundial, la OCDE, entre otras, que, cada cierto tiempo emiten informes sobre la situación de la educación campesina y rural (de la cual ninguna ley en Colombia suele dar una definición certera de lo que esta significa y solo le atribuyen características asociadas a la tierra y su producción), que no posibilita vislumbrar que docente se quiere o más bien, se requiere para este ámbito, a su vez, si bien, algunas universidades del país forman a sus estudiantes para este reto, pocos están dispuestos a asumirse como docentes rurales, de allí que mi pregunta frente a este aspecto, este guiada a saber si realmente hay una recontextualización tangible de la educación rural en Colombia, o si por el contrario, nos quedamos en el siglo XX en materia de educación rural, es decir con decretos “magníficos”, pero con realidades lamentables.

      Laura Stefany Martínez Ruiz.

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    3. Hola, Laura
      Por una razón que habría que entender, la institución educativa —como dices— quiere moldear al docente a su imagen y semejanza (¿no es la misma razón por la que nos sentimos orgullosos de ver un rasgo de familia en nuestros hijos?). Pero (atención a la segunda conferencia) no existe un “adoctrinamiento” que vaya en una sola dirección: necesita la aquiescencia del sujeto.
      Si la institución se ve necesitada de decirle al docente cómo actuar y qué tipo de efectos producir es porque no lo ve como un profesional. ¿Acaso sucede lo mismo con el médico? La pregunta es por qué no lo ve como un profesional; vamos más allá: qué hemos hecho para que no nos vean como profesionales (recuerda que estamos tratando de entender por qué históricamente se ha producido ese desconocimiento, cuál ha sido nuestro desempeño para dar lugar a que se instauren ciertas perspectivas administrativas).
      Efectivamente, como dices, la educación no puede prever las contingencias que encontrará un estudiante en el resto de su vida. Sería como preparar a una persona, frase por frase, para que entienda todo lo que oirá en el futuro; pero, en realidad, no aprendemos frases sino una gramática que nos permite entender todas las frases que escuchemos en adelante. Así, la formación tiene que ver es con los criterios con los que se asuma la contingencia futura.
      Dices que “se están enseñando una serie de contenidos sin importancia” y “fuera de contexto” para convertir al estudiante “en una pieza más de la gran maquinaria económica”. Pero ¿dónde estaría la importancia de los contenidos? Por esa vía llegaremos a una relatividad que deja a la escuela maniatada; ¿acaso los contenidos que para alguien son cruciales no resultan sin importancia para otros?, ¿no es por eso que vemos tantas asignaturas en los primeros años? (todos estudiamos matemáticas, y para algunos eso ha resultado relevante… pero no para todos, y así sucesivamente). Si determinamos la importancia de los contenidos, ¡estaríamos prescribiéndole a los sujetos un destino, cosa más fuerte que la idea de convertir al estudiante en una pieza de la maquinaria económica. Además, los sujetos están dichosos con la maquinaria económica, pues ésta les provee de todo lo que quieren, cuando se asumen a sí mismos como sujetos de consumo.

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    4. Cordial saludo profe Guillermo.

      Frente a esto, ¿es necesario reformar la educación en la actualidad? Pues contamos con unos Estándares Básicos de Competencias, seguidos por los lineamientos y luego por los DBA para terminar en unas mallas de aprendizaje que ya de por si tienen todo preestablecido frente a conocimientos, competencias y habilidades del ser que se pretende formar, caso distinto, si se miran los colegios de élite, los cuales se rigen bajo su propio orden y selección de contenidos, con unas clasificaciones fuertes para no permitir líneas de fugas en la formación de sus estudiantes.

      Aunque, si se quiere realizar una reforma a la educación claramente esta debe estar situada frente al tiempo, contexto, transmisores y adquirientes en los que se quiere producir y reproducir cierto tipo de cultura y sociedad, pues no es lo mismo, por ejemplo, una educación urbana a una rural.

      Laura Stefany Martínez Ruiz.

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    5. Hola, Laura Stefany
      La idea de “reformar la educación” es política. Pero ¿tenemos esa fuerza para hacerlo? Es fácil decir que las cosas deben cambiar, pero es muy complejo concitar todos los elementos necesarios para semejante tarea: ¿quiénes participarían?, ¿tendrían la misma posición que tú?, ¿estarían buscando las mismas cosas?
      Estándares, lineamientos, DBA y mallas de aprendizaje son medidas que toma quien tiene la potestad de administrar la educación. Sólo un movimiento político contundente podría disponer otra cosa. Lo paradójico es que si tales medidas nos parecen deficientes, es porque intentamos orientarnos con ellas, pese a ser unos profesionales. Si nos damos cuenta de que ya tienen todo preestablecido y así no funciona la formación… pero nos orientamos por ellas, pues les damos consistencia. Pones un excelente ejemplo de que esa no es la única manera: ciertos colegios que se gobiernan a sí mismos.
      Si uno está pendiente de la política educativa es porque le importa más la pragmática que el deseo de saber. Y cuando la mayoría hace dejación del saber —ya lo he dicho— pues la administración incrementa sus medidas… y luego nos quejamos del exceso de formatos.

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  8. Buen día maestro Guillermo Bustamante.
    Para quien desea estudiar una disciplina debe estar dispuesto a cambiar, pero sabemos que siempre los sujetos se van a oponer a esa transformación, pues ese sujeto tiende a hacer objeción a la posición en que la disciplina le pide ponerse, siempre el sujeto esta inmerso en esa tensión, objeta sobre la relación de los objetos delas disciplinas con los objetos que le generan satisfacción (su autorepresentaciones frente a las ciencias), lo que sucede es que si se quiere estudiar una disciplina no se puede desconocer que el saber esta en una constante transformación lo cual es generado por las relaciones humanas pero es una contante de la ciencia desconectar al hombre.
    Pero en las practicas actuales llega ese sujeto estudioso (llamado maestro) de una disciplina para interactuar en la escuela y sus relaciones, donde se encuentra que en esa praxis esta viendo también la misma tensión.
    Mis preguntas son:
    ¿siendo un estudioso de una disciplina que es entonces una ruptura en esa tensión que articule el saber de la escuela sin desconocer al sujeto y todas sus relaciones? ¿Cuál sería el papel de la escuela con las disciplinas? y entonces ¿Existe el sujeto en formación y el sujeto formado?
    Andrea Penagos

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    1. Hola, Andrea

      Se puede estudiar una disciplina sin estar dispuesto a cambiar: como cuando se queda subordinado a la posición de “auxiliar de investigación”; o como cuando se usan resultados de la investigación pero sin estar en la postura inherente al objeto abstracto-formal de la disciplina. De tal manera, que el sujeto cambie es un efecto de que aparezca un deseo (que es mucho más que una disposición explícita) de saber en relación con la disciplina. En este sentido, lo más esperable es —como dices— la resistencia, que, a la vez, sostiene la satisfacción que el sujeto ya tiene con sus objetos.
      El saber está constantemente en tensión; el cambio le es inherente… pero eso no quiere decir que esté en constante transformación. Dábamos el ejemplo de la geometría euclidiana, que sólo cambió al cabo de dos milenios. Recuerda el concepto de “ciencia normal” de Kuhn. Para poder verificar el cambio, algo ha de permanecer. Si postulamos una transformación constante del saber, podríamos entonces desecharlo; en cambio, si postulamos que al menos por un tiempo nos permite entender algo, entonces lo podemos usar para nuestras interpretaciones.
      Son muy interesantes tus preguntas:
      1.- En tu planteamiento están, de un lado, el saber (en relación con el cual se puede ser un ‘estudioso’, como dices) y, de otro lado, el asunto de involucrar a unos sujetos: los estudiantes. Creo que la “magia” de un docente está en articular esos dos movimientos, un tanto contrarios.
      2.- El papel de la escuela con las disciplinas es la recontextualización, que depende del nivel de relación del docente —no tanto de la escuela— con el saber.
      3.- El sujeto está “en educación”, la formación en cambio es algo que es infiere retroactivamente.

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  9. Deimer Yesid Muñoz Estrada28 de febrero de 2022, 8:35 p.m.

    Cordial saludo profesor Guillermo Bustamante, a partir de la reconstrucción dada entre la catedra magistral y de la interpretación de la primera parte del libro Metodología e Investigación en el apartado "Postura y Método" surgieron varias interpretaciones al respecto del tema de la Investigación y el saber y conocimiento que esta genera desde el sujeto, objeto y la teoría, a partir de ello daré una breve opinión sobre ello, en concordancia con lo expuesto en estos dos espacios. Desde la perspectiva de Bustamante (2020) bajo la incógnita de que "La idea de comenzar una investigación por el principio […] presupone que tenemos más o menos claro el camino"(p.35). determina que desde hace ya un tiempo se ha establecido en algunas investigaciones, una ruta que seguir y que para poder llevar a cabo esta, se ha optado por una que ha sido aplicada dicho a mi modo de ver de generación en generación, consolidándola como un paradigma, pero que no se ha cuestionado si esta es la forma correcta de llevar a cabo una investigación en particular.
    Claro está, que hay que tener en cuenta a mi modo de ver si se está halando desde la investigación científica o en las ciencias sociales, en el positivismo o el constructivismo o en lo cualitativo y cuantitativo, ya que históricamente han precedido posiciones al respecto sobre esto y ello ha llegado a generar un lenguaje que se ha tomado como propio, de esta forma se considera verdadero ya sea de manera parcial o completa. Pero la paradoja aquí es ¿si tanto el camino recorrido como el conocimiento generado responden a las necesidades particulares del investigador? Dado que el investigador parte de una serie de interés, la cuales no pueden ser las mimas que las de un antecedente o tutor, y los saberes que allí se encuentran son dados en una realidad distinta, y la verdad que allí se develo no puede comprendida como un decir en el que allí se den explicaciones para llegar al punto de que el investigador requiere. A su vez, al entender desde su saber especifico, los datos allí encontrados no pueden se comprendidos como conocimientos ya que el dogmatismo ha sido dado desde un campo del saber, pero no propio del conocimiento.
    Dicho lo anterior, sin afirmar una postura sobre el tema propuesto, más bien un breve reflexión de un tema que debo ir estudiando cuidadosamente, me ruge la siguiente interrogante, el papel de la investigación en la ciencias sociales parte de las posiciones parciales hechas por el investigador bajo el papel que se da en el desenvolvimiento humano ¿Cómo se puede pensar en una investigación desde las ciencias sociales que en realidad genere una transformación en el sujeto, en el que no sea visto como objeto sino más bien como lenguaje propio de nuevo conocimiento ?

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    1. Hola, Deimer

      Esa “ruta a seguir” en ciertas investigaciones hechas en el ámbito educativo, ¿quién la establecido?, ¿para qué?, ¿cómo se acendró?, ¿le tributa al saber? Y el hecho de que se pase “de generación en generación” ¿qué está consolidando? Responder estas preguntas nos llevan más allá de decir si se trata de “la forma correcta” o no, pues no está de por medio un “deber-ser”, sino el “ser” de cierta dinámica social.
      Oposiciones como ciencia/investigación social; positivismo/constructivismo; cualitativo/cuantitativo, ¿son parte del campo de saber?, ¿o son parte del campo de recontextualización escolar?
      De otro lado, ¿qué sería “responder a las necesidades particulares del investigador”? Si él pone en funcionamiento la gramática de una disciplina, pues materializa una “necesidad social”, en la que se inscribe su deseo de saber. Y si es un investigador que reproduce un ritual, pues materializa una “necesidad social” pero de orden pragmático, en la que se inscribe su modalidad de satisfacción, distinta del deseo de saber.
      La pregunta de cómo generar una transformación en el sujeto es la pregunta por la formación. La respuesta es muy compleja, pues requiere del deseo de saber del docente (expresado en su investigación constante frente al campo del saber, no frente a la política educativa) y el deseo de “pasar la posta”.

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  10. Cordial saludo maestro Guillermo. A partir de algunos de los enunciados de la conferencia, puedo ampliar mis cuestionamientos sobre el rol transformador del docente en la escuela al buscar a través del saber gestar cambios en la posición del sujeto, no obstante, contrastando con las afirmaciones respecto al empobrecimiento de las ciencias sociales y los argumentos expuestos, es posible inferir incluso que este empobrecimiento se da frente al saber en general, no solo en el campo de lo social. Cuando se piensa la transformación como uno de los elementos a los cuales la educación a través de la escuela debe apuntar, surge la necesidad de una comprensión previa tanto del saber como de la manera como el saber puede ser vinculado a la transformación de la posición del sujeto, pero ¿esto es algo que el maestro realmente comprende? El empobrecimiento se da por tanto desde la misma relación del docente por el saber y su desvinculación con el reconocimiento de elementos epistémicos que den sustento a su quehacer.
    Al respecto de esa relación empobrecida, me inquieta el origen de dicho empobrecimiento, ¿el maestro pese a su formación no tuvo nunca un deseo por el saber? ¿El sistema a través de la burocracia aparta al maestro del saber? ¿Se dan en la actualidad escenarios a través de los cuales el maestro genere verdaderos encuentros con el saber?

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    1. Hola, Diana
      De acuerdo en que el docente tiene un rol transformador, pero eso sólo se verifica a posteriori; es decir, no se trata de tener un buen propósito, sino de la creación de condiciones de posibilidad. Se puede querer tener un rol transformador y, sin embargo, no crear tales condiciones para que el sujeto cambie de posición. Por eso, el planteamiento de la conferencia regresa sobre la posición del docente, no sobre la política educativa, no sobre el plan de estudios, no sobre las metodologías, etc. Por eso no se puede decir que la escuela “debe” apuntar a la transformación. Como investigadores, averiguamos las razones por las cuales la educación va tomando la forma que tiene. Como políticos podríamos proponer un horizonte para la escuela, pero cuando ese horizonte no proviene de una comprensión, es muy posible que apunte a una idealización irrealizable.
      De acuerdo también en que el empobrecimiento de la relación de la escuela con el saber es general, aunque habría que estudiar los sectores en los que se presenta con más fuerza (por ejemplo, ¿en la educación pública de bajos recursos?).
      Te preguntas si el maestro realmente comprende su posición en el dispositivo escolar. Por ser algo tan complejo, podemos encontrar maestros que efectivamente crean condiciones de posibilidad para la formación en relación con el saber y que no necesariamente tienen conciencia de cómo funciona dicha formación. Y lo contrario: podemos tener maestros que describen el funcionamiento de lo escolar pero que en sus actos no le tributan al saber.
      Me parece que tienes toda la razón cuando planteas que el empobrecimiento tiene mucho que ver con la posición del docente frente al saber. Por supuesto que están las políticas educativas, las decisiones administrativas, los afanes burocráticos… pero la relación con el saber es una elección del docente a jugarse en las condiciones sociales específicas. Si no hay esa elección, es muy posible que el dedo apunte al poder, a la burocracia.

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  11. Paula Alexandra Cabezas García15 de marzo de 2022, 10:05 a.m.

    Buen día profesor Guillermo y compañeros(as) del curso.

    Me gustaría comenzar por preguntar ¿qué es lo que hace posible la separación de la naturaleza y la cultura en términos de la naturaleza del saber, la formación del lenguaje y la diferencia con gramáticas especializadas? es decir, ¿cuál es el verdadero sentido de plantearnos en términos de esa separación, de formar y transmitir ese mensaje? lo anterior bajo la idea según la cual "la diferencia entre lo natural y lo cultural es una separación arbitraria porque no hay manera de discriminar el estatuto de esos objetos como diferentes". En ese sentido ¿cuál es la relación del saber con el docente para poder comprender las posibilidades reales de una transformación en un aula educativa con múltiples contextos? Si la escuela y la educación ponen al sujeto en relación con una clase de saberes específicos y (según entiendo) la recontextualización muchas veces queda corta en términos de amnesia epistemológica, ¿qué clase de saberes pertenecerían entonces a la gramática especializada de la formación para la transformación? o mejor ¿qué relaciones debe tener el docente con el saber y con qué clases de saberes para lograr confrontar al sujeto con su contexto?

    Ahora si bien el conocimiento obra en relación con la condición humana como posibilidad de comprensión, también existe nuestra posición como sujetos y eso implicaría objetar el lugar que uno tiene en lo social ¿qué diálogo de saberes existe en un lugar con un asertivo nivel de transformación a través del saber y en qué se diferencia con uno que no? Por último ¿cómo descontextualizar a la escuela en términos de formación y transformación?

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    1. Hola, Paula
      Tu pregunta sobre la separación naturaleza/cultura es fundamental para entender la formación (como algo diferente al entrenamiento). Esa separación la comentan, de manera notable, Kant y Ortega&Gasset; respectivamente: “Comienzo presunto de la historia humana” y “El mito del hombre allende la técnica”. También es la posición de la antropología, que se puede ver en Levi-Strauss.
      La cita que traes, “la diferencia entre lo natural y lo cultural es una separación arbitraria porque no hay manera de discriminar el estatuto de esos objetos como diferentes” es una posición exactamente contraria a la que exponen Kant y Ortega en los artículos citados. De cada una de esas dos posiciones se desprenden ideas de formación distintas. Yo opto por la primera, que también es la base del psicoanálisis, disciplina de la que también me sirvo.
      Sobre tu pregunta sobre la transformación en el aula, una cosa es tenerlo como un propósito y otra cosa es crear unas condiciones de posibilidad (sólo ‘posibilidad’, pues en los acontecimientos concurren infinidad de causas). Claro que la transformación necesita de la voluntad, pero la voluntad se concreta en condiciones materiales. La pregunta, entonces, recae sobre esas condiciones materiales de posibilidad.
      Como, inevitablemente, la escuela es un campo de recontextualización (según B. Bernstein), es fundamental el tipo de recontextualización que hace el docente con la disciplina. Más que por los saberes (de todas maneras, la época escoge lo que le parece digno de estar en la escuela), yo me pregunto por la relación de cada uno con el saber. Y ahí no cabe el deber-ser, porque la recontextualización que hace el docente depende de su historia con el saber.
      Como dices, los sujetos pueden objetar el lugar que tienes en lo social. A esa esfera la podemos llamar ‘política’. Pero, bueno, hay todo tipo de objeción. Una de las objeciones posible nace en la comprensión (cf. M. Weber). En esa perspectiva, un “diálogo de saberes” ¿en qué esfera operaría?

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  12. Buen día maestro, mi nombre es ,Marlon Lopez, quería comentar la idea del ser que se propone, que no parte del yo abstracto, en cambio, es una combinación del sujeto, objeto y circunstancias. lo que llamaríamos raciovitalismo. esta forma de pensar la construcción del ser, muestra un ser que no se acomoda a él, y de allí propone la creación de la técnica, la cual quiere crear un mundo nuevo para nosotros y dice Ortegaygasset- en el mito Allende la técnica- porque el mundo originario no nos va, porque en el hemos enfermado.
    según la anterior perspectiva, entendiendo ademas perspectivas planteadas en el curso magistral; tendría dos dudas:
    Mi pregunta seria... ¿son las circunstancias un resultado de acciones programadas, o podrían visualizarse en una perspectiva similar al azar o aleatoriedad en cuanto a la implementacion de nuevas técnicas?
    y la segunda... la cual debo admitir no me queda claro después la lectura y del análisis respectivos con los diversos autores; ¿como un ser, que es parte de la naturaleza, puede no pertenecer a ella?
    gracias por la atención prestada y perdón si me extendí en la formulación de las preguntas.

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    1. Hola, Marlon
      Tu pregunta “¿cómo un ser, que es parte de la naturaleza, puede no pertenecer a ella?” la responde Ortega & Gasset en la cita que tú mismo traes: “El mundo originario no nos va, porque en él hemos enfermado”. Yo agregaría que el contacto con el lenguaje es el que nos aleja de lo natural, del instinto. Nacemos homo sapiens, pero nos convertimos en sujetos porque el otro nos habla. Al respecto, valdría la pena leer el artículo «Comienzo presunto de la historia humana», de Kant (está en: Filosofía de la historia, publicado por el Fondo de Cultura Económica); así como “Antropología estructural” de Levi-Strauss.
      Veamos la otra pregunta: “¿Son las circunstancias un resultado de acciones programadas, o podrían visualizarse en una perspectiva similar al azar o aleatoriedad […]?”. Entiendo que ambas perspectivas confluyen, en cuyo caso habría un escollo en sostener sólo una de las dos: determinismo o azar. Efectivamente, hay una serie de asuntos que no pueden no estar (la gravedad, la fotosíntesis, la estructura ósea…) pero también hay asuntos contingentes: por ejemplo, cuando llegamos a un salón de clase, hay una cantidad de asuntos que determinan las condiciones para que se dé ese encuentro: políticas educativas, préstamos al Banco Mundial, infraestructura educativa, cursos previos para poder estar ahí (en el caso de los alumnos), certificación (en el caso del profesor), plan de estudios, etc., etc. Con todo, el encuentro de esas personas ahí es contingente.
      (No entendí la otra parte de la pregunta, que habla de la implementación de nuevas técnicas).

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  13. Buenos días, maestro

    He estado pensando mucho en la cuestión sobre como al comenzar una investigación, desde un principio, se tiene un camino más o menos delimitado. Creo que habría que pensar si los métodos de investigación cualitativa, en especial en humanidades o ciencias sociales, no responden a una forma positivista en cuanto presentan un telos a seguir. Pues, en otros campos del saber la experimentación realmente ocurre y puede no llegarse a ningún puerto. Sin embargo, nosotros, concuerdo con su crítica, estamos enfrascados en un camino que de alguna manera ya está recorrido. Se tenga plena consciencia y aceptación de esto o no.

    Sumado a lo anterior, veo una preocupación igual que sumercé en ese camino prediseñado, dado que puede llevar a generar una serie de titulaciones “pedagogías críticas”, etc; en las cuales he identificado ni siquiera existe un consenso sobre los conceptos que gravitan esas mismas teorías. Por ejemplo, el concepto de pedagogía tiene una serie de acepciones y distinciones académicas distantes según diferentes lugares geográficos e históricos, pero no siempre es claro a qué se esta refiriendo al momento de categorizar estos conceptos. Por supuesto, este no es un problema de la educación sino del lenguaje, y es claro que los conceptos son polivocos. Sin embargo, en estas pedagogías me he encontrado con conceptualizaciones y comprensiones que la entienden, desde una didáctica hasta una serie de ciencias de la educación, más allá de considerar que se deba llegar a un único consenso he vislumbrado cómo simplemente se repiten formulas de caminos recorridos sin ningún cuestionamiento crítico a lo que se repite, ¿habría que volver a la definición conceptual de la educación, la pedagogía, la didáctica? ¿Acaso todos estamos hablando de lo mismo al referirnos a la pedagogía? Considero que no existe mayor daño para la educación que el estudiante que asiente a las sentencias de un profesor sin entender lo que este esta queriendo decir.

    Gracias por su atención.

    Juan Pablo Acosta

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    1. Hola, Juan Pablo
      De acuerdo con la idea de que investigaciones en humanidades o ciencias sociales que presentan un telos a seguir, resultan siendo positivistas, muy a su pesar. Una cosa es tener unas reglas del juego, y otra realizar una acción con arreglo a fines. De hecho, como dices, aun en disciplinas como la química o la física, muchos experimentos no llegan a puerto alguno.
      Entonces, cuando “estamos enfrascados en un camino que de alguna manera ya está recorrido” (son tus palabras), ¿de qué práctica se trata? Sostengo que es un ritual para resolver asuntos del movimiento administrativo, no de acciones que le tributen al saber.
      En el mismo sentido va la necesidad de bautizar previamente lo que se va a decir: ‘cualitativo’, ‘crítico’, ‘participativo’, ‘interdisciplinar’, etc. ¡Es una acción política! Si se tratara de un intento de aporte al saber, serán los que están en esa misma posición quienes dirán, A POSTERIORI, cuál es el estatuto del enunciado (juicio, por supuesto, histórico). Y si, como dices, no hay consenso sobre esos términos, es porque NO se trata del campo de saber, donde los conceptos no pueden ser polisémicos (en otros contextos, en la mayoría, sí pueden serlo). En el caso de ‘pedagogía’: tiene decenas de definiciones, porque no pertenece a ninguna disciplina; y está bien cuando se trata de conversar en ámbitos educativos, de emitir decisiones administrativas, de auto-representarse la participación en la práctica… pero no cuando se intenta conocer. Ahora bien, así están configuradas ciertas esferas de la praxis; por ejemplo, si estamos haciendo poesía o echando chistes, ¡qué bueno que haya polisemia!
      De acuerdo contigo en que hay contextos (rituales, para más señas) donde hay que repetir fórmulas. Pero si uno quiere comprender lo que ocurre en ámbitos educativos, vocablos como ‘educación’, ‘pedagogía’, ‘didáctica’, etc. podrían reconceptualizarse e, incluso, no ser utilizados. ¿O acaso las disciplinas dejan intactas las expresiones del sentido común?

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  14. En este apartado sobre la posición subjetiva se menciona acerca de la importancia de la vida social, pero que no apunta a la comprensión; se dice que difícilmente podría fundamentar una transformación. En mi caso estoy enfocado en explorar esas relaciones entre conceptos y preconceptos en la enseñanza de la biología en el contexto rural; entendiendo los preconceptos como aquellos que se adquieren en la vida social al interactuar con diferentes actividades del campo ¿Cómo sería posible traer al trabajo investigativo aquellos preconceptos para que contribuyan a la fundamentación de este trabajo investigativo desde una perspectiva epistemológica, social, biológica?

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    1. Hay diversos intereses dirigidos a lo social, cada uno legítimo en su esfera. Ahora bien, uno de esos intereses es el cognitivo. Los otros van en otra dirección: política, religiosa, artístico, técnico, etc. El lío es hacer pasar como interés cognitivo lo que es un interés político o religioso, etc.
      Otra cosa es la transformación: el interés cognitivo NO la busca, aunque con sus productos se puedan fundamentar propósitos de ese tipo.
      La idea de diferenciar entre conceptos y preconceptos es típicamente educativa. No es, por ejemplo, epistemológica, donde NO habría preconceptos, toda vez que hay una DISCONTINUIDAD entre nociones de la vida cotidiana y categorías. Hay nociones cotidianas que pueden morir con el sujeto, en cuyo caso ¿serían preconceptos de cuáles conceptos? ¡No puedo acusar de no poseer algo a aquel que no lo está buscando!
      El trabajo del docente puede ser una remoción de tales nociones en el sujeto. Pero no siempre lo logramos, pues un estudiante puede tener información de conceptos para presentar exámenes, pero sin que ellos lo constituyan. También se puede investigar sobre esas nociones de la vida cotidiana; es parte de lo que ha hecho Bachelard.

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  15. Buenas tardes profesor Bustamante.

    En relación a la primera clase quisiera preguntarle acerca del concepto de ''representación social'' y su relación con el campo de la educación, lo que expreso tenía que ver con que la representación social no es un corpus organizado de conocimientos, es un conjunto de ideas que le dan la inserción del sujeto en lo social, quisiera saber en el marco de lo expresado y teniendo en cuenta que la representación social tiene unos usos, unas interpretaciones y unas prácticas discursivas particulares, lo que se asocia al contexto en el que nace o en el que se construyó un sentido particular frente a ella, es que tiene que ver con el proceso de enseñanza-aprendizaje y como es a través de su construcción que se puede compartir un conocimiento particular, en ese sentido a pesar de no ser un corpus teórico en sí misma, si es medio para la enseñanza-aprendizaje, por lo cual quisiera que ahondara en esta explicación y en esta relación.

    Muchas gracias que este muy bien

    Cordialmente,

    Ximena Aldana Gutierrez

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    1. Hola, Ximena
      Cuando la investigación se hace desde una disciplina (es decir, cuando se quiere saber), el objeto de investigación NO puede ser un concepto del sentido común, porque ya la disciplina ha definido un objeto de conocimiento abstracto-formal, POR OPOSICIÓN a las nociones del sentido común.
      Así, ''representación social'' NO es una categoría, no pertenece a una disciplina. Claro que si quiero hacer mi investigación no para conocer sino para empoderar a un sector de la población (donde el legítimo propósito es político), puedo usar las expresiones que circulan en lo social (“objetos socio-mediáticos”, los llama Charlot). Cuando un palo entra al agua, puedo decir que se ve “torcido”. En la vida cotidiana, basta con eso. Pero si quiero saber por qué se produce esa apariencia, tengo que recurrir a la física (la óptica, particularmente), donde categorías como ‘reflexión’, ‘refracción’ y ‘difracción’ son definitivas. Pero, en el sentido común, ¿se habla de ‘refracción’ o de ‘difracción’? NO. Esas son expresiones que se ha visto obligada a crear la física para tratar de entender MÁS ALLÁ del sentido común.
      Aunque la “representación social” es un ‘fenómeno’ (que se nos presenta como unidad gracias al sentido común), NO es un corpus para una disciplina. Las disciplina CONSTRUYEN los corpus, no los toman de la ‘realidad’. Además, la noción de “representación social” no está ahí para conocer, sino —entre otras— para dar inserción al sujeto en lo social.
      No podemos saber qué toma el proceso educativo, pues CADA maestro toma aquello de que es capaz. Si tiene una relación fuerte con el campo de saber, echará mano de categorías y tratará de ajustar las posibilidades explicativas de la teoría al contexto (recontextualización del saber); pero si tiene una relación débil con el campo de saber, echará mano de los estándares, de los libros de texto, de los DBA; y si ha hecho dejación del saber, pues echará mano de nociones del sentido común.

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  16. Buenas tardes estimado maestro Guillermo Bustamante
    Aunque no había participado tengo claro las temáticas desarrolladas y he asistido a todas las conferencias virtuales; En cuanto a la conferencia del episodio 1 estoy totalmente de acuerdo a la reflexión del estatus perdido del saber científico, de la necesidad de recuperar la función de que el conocimiento obra en relación con la condición humana para todos los asuntos de la comprensión, y por supuesto “la verdad no es relativa” como también decir que una opinión no es un saber; sin embargo, dada la circunstancia de que soy evaluada me atrevo a escribir frente a tan enriquecedora reflexión magistral que usted ha expuesto en este episodio, consideró que aunque el conocimiento científico sustente la verdad no ha sido la solución a la condición de toda forma de problemáticas e injusticias que ha vivido la humanidad y que las instituciones portadora de grandes pensamientos no han dado solución a esas diferentes realidades, y más allá del que el sujeto objete a la Disciplina sin saber nada, es porque para ese sujeto lo prioritario más que una verdad y más que “la verdad sea relativa” es el sistema de intereses(posiblemente narcisista) respondan a las condiciones que viva ese sujeto; además de más allá de una ecuación matemática hay un sistema de valores o un sistema de creencias o un sistema cultural que se manifiesta en la vida y que mueve las relaciones humanas y las relaciones sociales; el saber científico tan solo mueve digamos de cierto modo un poco el pensamiento de lo concreto como la exactitud matemática, pero la vida es mucho más que un saber científico; por ejemplo, Nietzsche que es uno de los grandes filósofos del siglo XIX afirman que la verdad es muy relativa y que la construcción de la verdad es asumida y aceptada por una sociedad dependiendo de sus intereses, en ese orden de ideas, la verdad científica también tendría una característica muy subjetiva de una verdad aceptada por un grupo de científicos que otros van a refutar y que otros van a estar en desacuerdo, porque la verdad científica también cambia, también varía, como en los nuevos descubrimientos en los nuevos avances que en otras palabras contradicen verdades ontológicas o verdades dogmáticas que habían anteriormente y que hoy se refutan; y por supuesto que en mi opinión está supeditada a las experiencias de mí quehacer docente con los pueblos indígenas en Bogotá.

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    1. Hola, Verena

      El conocimiento científico NO tiene por asunto solucionar las problemáticas e injusticias que ha vivido la humanidad. ¡Eso es asunto de la política! Otra cosa es que con las ‘verdades’ (hemos hablado de la restricción que tiene esta expresión en nuestra conversación) encontradas por la ciencia se pueda intentar solucionar ciertos problemas de la humanidad. Si pensamos el saber desde la perspectiva de la solución de problemas, prácticamente no tendríamos en este momento ningún saber, pues las soluciones en las que éste ha podido intervenir resultan a posteriori; es decir esos saberes se han buscado en función de la consistencia de la investigación, no para resolver problemas, aunque más adelante sirvan para resolver problemas. Un ejemplo: cuando se descubrieron los positrones no servían para nada. Años después, la medicina les encontró una utilidad que tampoco había sido pensada por quienes plantearon la hipótesis del positrón. ¿Para qué sirve saber que Júpiter tiene anillos? De otro lado, la humanidad ha resuelto muchos de sus problemas sin contar con el saber; por ejemplo, antes de entender matemáticamente la flotación, ya teníamos embarcaciones. No hay que olvidar que campos como la tecnología resuelven muchísimos problemas con base en sus propios criterios, algunos de los cuales tienen un basamento en la ciencia.
      La ciencia no responde a las condiciones que vive la humanidad; más bien podríamos decir que transforma las condiciones en las que vive la humanidad. Si se tratara de solucionar los asuntos inmediatos, nos bastaría el azadón, el cuchillo, el hacha y el arco con su flecha. Gran parte de lo que consideramos “problemas a resolver” tienen que ver con la existencia del saber de la ciencia. O sea: ¡es al contrario! Las injusticias que ha vivido la humanidad son el producto de las relaciones entre los sujetos, no son el producto de la ciencia. Insisto: es distinto el saber a sus aplicaciones contextuales, muchas veces pasadas por la tecnología; por ejemplo, la bomba atómica y la producción de energía con base en la descomposición del átomo provienen del mismo algoritmo de la física, y sin embargo los efectos son muy distintos. Hay que hacer intervenir el papel de la política, el papel de la recontextualización, el papel de la concreción histórico-política.
      Los “sistemas de valores” no están más allá de las ecuaciones matemáticas, sencillamente son algo distinto; ahora bien, cuando se inscriben en lo social, cuando se recontextualizan, esas ecuaciones ganan un sentido histórico.
      Tal como dices, la vida es mucho más que el saber científico, que sólo mueve el pensamiento. Pero, igualmente, la vida es mucho más que el deporte, que la arquitectura, que la culinaria… y no por eso vamos a denostar de ninguna de estas prácticas.
      Empezaste diciendo que no estabas de acuerdo con el relativismo y terminas haciendo una afirmación relativista: la verdad científica es subjetiva. ¿Es subjetiva la idea de Marx de que el valor es cantidad de tiempo socialmente necesaria? No me parece. ¿Es subjetiva la idea de que la suma de los ángulos internos de un triángulo es 180°? No me parece. Ahora bien, por supuesto que estos conocimientos se han obtenido en determinados momentos, donde han intervenido las subjetividades, pero el campo de saber opera sobre estos hallazgos de tal manera que se van decantando sus componentes subjetivos y van adquiriendo, poco a poco, un distanciamiento en relación con el contexto en el que fueron producidos.

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  17. Buenos días Profesor:

    Con respecto a como aprende en las instituciones educativas y leyendo recientemente a Althusser con respecto a escuela como institución de reproducción donde toda formación social depende del modo de producción dominante, es la educación un medio de producción que permite ciertas garantías para reproducir constantemente tipos de ciudadanos que se requieren. Es allí donde el estudiante requiere un proceso tanto en los cuidados (sustento y manutención), la disciplina y la instrucción en su proceso de formación como sentaba Kant sobre la pedagogía en infantes y donde el profesor imparte, transfiere y posibilita procesos de aprendizaje coactados bajo su capacidad didáctica, esta ultima entendida como la capacidad constante del profesor para manejar los procesos de enseñanza y aprendizaje mediante sus diferentes técnicas de reproducción o recontextualización de los conocimientos que han estado presente en el transcurso de las teorías del aprendizaje de diferentes disciplinas creadas en diferentes momentos por la humanidad.

    Habría que considerar entonces que hay varios tipos de profesores y que desde su posicionamiento social, desde su percepción de la comprensión social imparte o ejerce una serie de métodos, técnicas, que permiten recontextualizar, comprender y hacer praxis de diferentes lineas de conocimiento, al igual que la ruptura necesaria entre lo que podría ser una noción común o noción científica evocando un poco a Bourdieu o como se enuncio en la conferencia el tecnolecto.

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    1. Hola, Diego
      Si leíste “Ideología y aparatos ideológicos de Estado” (o “Sobre la reproducción”, donde está incluido el anterior), recordarás que una cosa es la ideología como interpelación constitutiva del sujeto y otra cosa es la ideología propia del modo de producción y que sirve para su reproducción. Pero esa primera concepción de la ideología, como sin historia, no tiene que ver con la reproducción, sino con el aseguramiento de una condición de posibilidad de la reproducción. Se trata, nada más y nada menos, que de la constitución del sujeto, independientemente del modo de producción de que se trate.
      En ese sentido es muy difícil distinguir la función de la escuela: ¿todas las escuelas tienen la misma función de reproducción del sistema productivo? Si la escuela es un lugar donde se escenifican las contradicciones políticas de la formación social, los actos de los docentes no pueden tener todos el mismo sentido. ¿Te sientes tú, por el hecho de estar en la escuela, como un reproductor del sistema capitalista? Si la escuela produce todo el tiempo los ciudadanos que requiere el modo de producción, ¿qué quiere decir, entonces, la idea de que la escuela genera pensamiento crítico? Si la ideología interpela al sujeto en el sentido de un reconocimiento que es, al mismo tiempo, un desconocimiento, ¿qué lugar tiene el trabajo del docente cuando interroga ese reconocimiento, cuando construye un conocimiento a propósito de un objeto cualquiera?

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  18. Buen día docente Guillermo Bustamante, espero de antemano que se encuentre muy bien, por temas de mi tiempo no había podido compartir mi comprensión y conclusiones de las conferencias magistrales dictadas por usted, a pesar, de haberlas escuchado en la fecha y hora que fueron citadas, entonces primero quería disculparme por ello.
    Creó que para la primera conferencia me surgieron varios cuestionamientos sobre todo desde mi quehacer como trabajadora social, pensaba por ejemplo como comprendemos el mundo los profesionales en trabajo social desde el discurso con el otro, reconociendo que en varias ocasiones atiende más a lucubraciones que a una rigurosidad científica que permita conocer realmente las realidades de las personas, sin embargo, esto se contrapone con otro aspecto abordado en su conferencia relacionado con el academicismo y considero que para el caso especifico del trabajo social existe una tensión evidente en ese sentido, quizá por el tipo de poblaciones con las que trabajamos y un concepto que desde mi punto de vista se ajusta a lo que desde mi quehacer profesional he evidenciado y es la democratización del conocimiento y no me refiero a que necesariamente los trabajadores sociales impartamos conocimientos, (sería bastante egocéntrico de mi parte decir algo así, lo que el profe llama posiciones narcisisticas de la sociedad citando a Freud) sino a que es importante que la gente comprenda de manera sencilla lo que queremos transmitir a través del trabajo realizado con ellos. Entonces considero que una primera comprensión a partir de todo esto que estoy mencionando es evidenciar que existe una tensión allí y como esto permite también cierto tipo de elucubraciones del quehacer profesional y la evidente necesidad de objetar el lugar que tenemos en las interacciones sociales que brinda ejercer como trabajadores sociales, en este mismo contexto evidenció una frase citada por usted: “El propósito de cambiar sin conocimiento puede reproducir la condición dada”…a nombre del cambio…y enlazo así nuevamente este precepto con el expuesto al inicio de este comentario. Finalmente intente hilar estas reflexiones con la relación sujeto, objeto, investigación, ya que, desde mi punto de vista es transversal a lo que desde mi quehacer he realizado y la rigurosidad que se le debería dar al trabajo social.

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    1. Hola, Luz Helena

      La rigurosidad científica NO es una exigencia para todos, ni en toda circunstancia. Sin embargo, quien acepta un trabajo que presupone un saber riguroso (como el docente), pues puede ser requerido en ese sentido. Cuando mando a hacer unos lentes, confío en que esa persona sabe hacer lentes; cuando me monto en un avión, confío en que el piloto sabe manejar un avión. Y cuando entro a una clase de ciencias sociales ¿no puedo esperar el rigor de una ciencia social?
      Hablamos con arreglo a la situación social, claro está; en lo cotidiano, por ejemplo, hacemos bromas, hablamos de esto y lo otro, criticamos, rajamos… pero un investigador de una ciencia social, ¿se contenta con esto?
      De otro lado, NO hay democratización del conocimiento. Hay democratización de la opinión, de la publicidad, del sentido común. Pero, en relación con el saber, no es así. Hay que hacer un trabajo para enunciar con arreglo a un saber. Puedo tener derechos, pero el tema de saber es un asunto de TRABAJO. ¿Tiene sentido que yo alegue mi derecho a batir el récord mundial de salto alto? Claro que no. Si quiero batir ese récord, me toca entrenar una vida entera y, aun así, de los miles que también entrenan, sólo uno posee ese título. ¿Acaso se reparten democráticamente los resultados de los partidos de una fecha del fútbol colombiano?
      Ahora bien, el saber no es para hacer lo mismo en todos los casos. El médico sabe, pero no aplica su saber para enseñar: sencillamente encuentra la causa y hace unas recomendaciones (podría darme una explicación, pero ésta NO me hace médico). Por su parte, ni nos enteramos del destino que le da al saber un ingeniero que está detrás de un computador. Y, por supuesto, el trabajador social algún destino le da a su saber… Pero el maestro, en cambio, sí tiene que explicitar —pedagógicamente, claro está— el saber a sus estudiantes.
      Esa afirmación de que “El propósito de cambiar sin conocimiento puede reproducir la condición dada” es una idea de Pierre Bourdieu, en el libro “Lección sobre la lección”.

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  19. Angie Paola Muñoz León

    El problema de fondo es una cuestión discursiva que ha afectado negativamente a la academia, esta es la del “todo vale”, la de una libertad de expresión mal comprendida en la que cualquier opinión o explicación es aceptada por el hecho de haber sido expresada por un individuo, aunque se presente desconectada de la realidad y de la gramática propia de la disciplina en la que se esté llevando a cabo la discusión. No puede construirse un saber científico basado en esta clase de posturas.
    Cuando se elige ser profesor, se deben asumir unas posturas científicas que vayan más allá de la explicación y exploren a profundidad el fenómeno en cuestión. Estas deben comprender que los productos sociales no nacen espontáneamente, se gestan en relaciones y situaciones que deben estudiarse para tener una mejor comprensión de los mismos, lógica que se relaciona de manera cercana con el ejercicio docente, en el que, con un producto de los estudiantes, se intenta comprender cómo llegó a él, qué procesos desarrolló y de qué manera se pueden potenciar para orientar al joven en su proceso de formación.
    Las discusiones que se llevan a cabo en los diferentes contextos académicos deben tener un tratamiento riguroso, en ocasiones los interlocutores dan prioridad a su lugar en la discusión y pierden de vista la argumentación y las ideas, que son elementos fundamentales para la construcción del saber.
    Además del espíritu investigativo, es necesario brindar a los estudiantes una serie de herramientas que le permitan realizar un proceso fructífero y con rigurosidad científica, como los son conceptos como el sujeto, ese individuo que no solo orienta y reflexiona en el quehacer investigativo, sino que es transformado también por este; el objeto, el cual se debe investigar con profundidad, teniendo en cuenta las relaciones que establece con otros elementos de la disciplina en cuestión y la teoría, que consiste en el conjunto de conceptos que hacen parte de un todo que orienta la labor del investigador.

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    1. Hola, Angie

      La afección es negativa desde la perspectiva de la formación, pero desde la perspectiva del maestro que introduce esa lógica, se trata de algo que juega a favor de su agenda personal. Por supuesto que es un asunto de época, pero que sólo se consolida con la aquiescencia de los docentes. “Todo vale” es el pragmatismo rampante que sacrifica el saber, que sacrifica la formación, pero que obtiene su peculio. Si la opinión es, al decir de Bachelard, un obstáculo epistemológico, se supone que el maestro intenta explicitar la medida en que esa opinión no permite pensar otras cosas; entonces, cuando se admite la opinión sin límite, no sólo existe el obstáculo epistemológico del lado del estudiante, sino que también parecería existir del lado del docente.
      No podemos decir que un profesor “debe” hacer tal o cual cosa; efectivamente, todos somos el producto de una historia y al momento de asumir el encargo docente ponemos en ejecución esa historia. Esto no se puede cambiar de buenas a primeras. El profesor tiene ciertos compromisos, y éstos son explícitos en relación con el saber, pero no es el único factor que está en juego. De todas maneras, se pregunta uno por los procesos formativos y por las decisiones que está tomando cada uno; en cualquier caso, no haría falta la escuela para repetir las opiniones, para recrear el contexto, para responder a las necesidades.
      Como ”investigación” tampoco tiene un solo sentido, podría entenderse como la manera de sostener el espíritu investigativo, o como la manera de cumplir ciertos rituales para poder obtener ciertos beneficios (como el grado, por ejemplo).

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  20. VOLVER AL APRENDIZAJE DE LAS CIENCIAS A TRAVÉS DE LA PREGUNTA: UNA TAREA EPISTEMOLÓGICA

    Juan Esteban Hernández Sánchez
    Maestría en Educación UPN

    Desde siempre, la historia de las Ciencias Naturales ha estado sujeta a múltiples interpretaciones que, en su mayoría, convergen en una imagen muy negativa sobre sus métodos, y no es para menos; un campo del conocimiento al servicio de los poderes económico y político, que legitimó el armamentismo químico y biológico cobrando cientos de vidas alrededor del mundo y que, en últimas, encuentra sus campos de aplicación en los grandes negocios y corporaciones al servicio de las clases dominantes, no puede estar en otra posición.

    Dicho esto, resulta claro que la subjetividad con la que se ha interpretado la naturaleza desde el punto de vista epistemológico no podrá tomar otra perspectiva hasta que la comunicación entre sujetos no se vea libre de cualquier dominio. Reconocerse en el otro, interactuar con el otro y comprender al otro, son principios fundamentales que han de considerarse si se pretende situarla de manera ecuánime, como un objeto de estudio en el marco de una investigación.

    Por su parte, la didáctica de las Ciencias Naturales y las epistemologías locales han promulgado teorías según las cuales: “su enseñanza exige formar el espíritu científico y crítico de los alumnos, afrontar el debate epistemológico y plantear aspectos históricos, sociológicos y lógicos para que su aprendizaje sea una verdadera apropiación crítica de lo que ellas significan y no una repetición dogmática de contenidos” (Salazar, 2013). Sin embargo, resulta claro que los métodos que se han implementado para tal fin están asignados a un campo de conocimiento restringido, enmarcado en un estandarte muy formalista: fórmulas y conceptos, leyes y teorías, un lenguaje muy técnico y poco presto a la discusión y un trabajo experimental a puerta cerrada que se gesta en lugares específicos y de acceso limitado mediante el seguimiento de protocolos estrictos, elaborados desde la exactitud y la precisión. En consecuencia, un campo de conocimiento difícil, arduo y elitista, apto para minorías intelectuales o para un grupo reservado de personas con amplias capacidades para el pensamiento analítico- matemático, desde luego.

    De acuerdo con lo anterior, y entendiendo que “el profesor o la profesora no tienen el derecho de hacer un discurso incomprensible en nombre de la teoría académica y decir después: 'que se aguanten'. Pero tampoco tienen que hacer concesiones baratas. Su tarea no es hacer simplismo, porque el simplismo es irrespetuoso para con los educandos. El profesor simplista considera que los educandos nunca estarán a la altura de comprenderlo y entonces reduce la verdad a una verdad a medias, es decir a una falsa verdad” (Freire, 2005). Se hace inminente entonces, al menos si se quiere hablar de la actividad investigativa en los "procesos formales" del aula, situar a los sujetos (docente y estudiantes) en un escenario de enculturación científica que tenga en privilegie las preguntas, cualquiera que sea su origen, y cualquiera que sea su estructuración como producto de la interpretación que se hace del conocimiento considerado como "verdad"; un escenario que legitime las interacciones sociales del aula a un nivel de comprensión entre lo que se dice, se piensa y se hace desde el ejercicio profesional del docente, en el que habilidades como comunicar, pensar de manera creativa y configurar juicios de manera crítica prevalezcan en el aprendizaje y permitan avanzar hacia una reconfiguración sobre investigar.

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    1. Hola, Juan Esteban

      ¿Se trata de las Ciencias Naturales o de su recontextualización? La legitimación del armamento químico y biológico, el uso del saber en los negocios y las corporaciones, que siempre haya un dominio de por medio… es asunto de los poderes económico y político —como dices—, no del saber. ¿Podemos estar por fuera de las relaciones sociales para implementar la interacción y la comprensión del otro? ¡Esto también es un propósito político y forzosamente ha de tramitarse en ese ámbito!
      Habría que ver cómo es posible llevar a cabo eso que “exige formar el espíritu científico y crítico”. Decirlo es muy fácil, y hacerlo no es asunto de hacer caso a una “buena” recomendación. La prueba está en que tú mismo señalas las limitaciones de lo que se ha implementado para lograrlo. ¿De dónde viene lo implementado? En cualquier caso, no proviene de una “mala” recomendación, sino de la historia de la relación de los docentes con el saber y con la educación. ¿Cómo cambiar esa historia? ¿Qué historia ha conducido a esa posición del docente que al final afirma “que se aguanten”?

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