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jueves, 4 de noviembre de 2021

06. Señor y siervo

 

El señor es la conciencia que es para sí, pero ya no simplemente el concepto de ella, sino una conciencia que es para sí, que es mediación consigo a través de otra conciencia, a saber: una conciencia a cuya esencia pertenece el estar sintetizada con el ser independiente o la coseidad en general. El señor se relaciona con estos dos momentos: con una cosa como tal, objeto de las apetencias, y con la conciencia para la que la coseidad es lo esencial; y en cuanto que él, el señor, a) como concepto de la autoconciencia, es relación inmediata del ser para sí, pero, al mismo tiempo, b) como mediación o como un ser para sí que sólo es para sí por medio de un otro, se relaciona a) de un modo inmediato, con ambos momentos y b) de un modo mediato, a cada uno de ellos por medio del otro. El señor se relaciona al siervo de un modo mediato, a través del ser independiente, pues a esto precisamente es a lo que se halla sujeto el siervo; ésta es su cadena, de la que no puede abstraerse en la lucha, y por ella se demuestra como dependiente, como algo que tiene su independencia en la coseidad. Pero el señor es la potencia sobre este ser, pues ha demostrado en la lucha que sólo vale para él como algo negativo; y, al ser la potencia que se halla por encima de este ser y este ser, a su vez, la potencia colocada por encima del otro, así en este silogismo tiene bajo sí a este otro. Y, asimismo, el señor se relaciona con la cosa de un modo mediato, por medio del siervo; el siervo, como autoconciencia en general, se relaciona también de un modo negativo con la cosa y la supera; pero, al mismo tiempo, la cosa es para él algo independiente, por lo cual no puede consumar su destrucción por medio de su negación, sino que se limita a transformarla. Por el contrario, a través de esta mediación la relación inmediata se convierte, para el señor, en la pura negación de la misma o en el goce, lo que la apetencia no lograra lo logra él: acabar con aquello y encontrar satisfacción en el goce. La apetencia no podía lograr esto a causa de la independencia de la cosa; en cambio, el señor, que ha intercalado al siervo entre la cosa y él, no hace con ello más que unirse a la dependencia de la cosa y gozarla puramente; pero abandona el lado de la independencia de la cosa al siervo, que la transforma.

En estos dos momentos deviene para el señor su ser reconocido por medio de otra conciencia; pues ésta se pone en ellos como algo no esencial, de una parte en la transformación de la cosa y, de otra parte, en la dependencia con respecto a una determinada existencia; en ninguno de los dos momentos puede dicha otra conciencia señorear el ser y llegar a la negación absoluta. Se da, pues, aquí, el momento del reconocimiento en que la otra conciencia se supera como ser para sí, haciendo ella misma de este modo lo que la primera hace en contra de ella. Y otro tanto ocurre con el otro momento, en el que esta acción de la segunda es la propia acción de la primera; pues lo que hace el siervo es, propiamente, un acto del señor; solamente para éste es el ser para sí, la esencia; es la pura potencia negativa para la que la cosa no es nada y, por tanto, la acción esencial pura en este comportamiento, y el siervo, por su parte, una acción no pura, sino inesencial. Pero, para el reconocimiento en sentido estricto falta otro momento: el de que lo que el señor hace contra el otro lo haga también contra sí mismo y lo que el siervo hace contra sí lo haga también contra el otro. Se ha producido solamente, por tanto, un reconocimiento unilateral y desigual.

Para el señor, la conciencia no esencial es aquí el objeto, que constituye la verdad de la certeza de sí mismo. Pero, claramente se ve que este objeto no corresponde a su concepto, sino que en aquello en que el señor se ha realizado plenamente deviene para él algo totalmente otro que una conciencia independiente. No es para él una conciencia tal, sino, por el contrario, una conciencia dependiente; el señor no tiene, pues, la certeza del ser para sí como de la verdad, sino que su verdad es, por el contrario, la conciencia no esencial y la acción no esencial de ella.

La verdad de la conciencia independiente es, por tanto, la conciencia servil. Es cierto que ésta comienza apareciendo fuera de sí, y no como la verdad de la autoconciencia. Pero, así como el señorío revelaba que su esencia es lo inverso de aquello que quiere ser, así también la servidumbre devendrá también, sin duda, al realizarse plenamente lo contrario de lo que de un modo inmediato es; retornará a sí como conciencia repelida sobre sí misma y se convertirá en verdadera independencia.

16 comentarios:

  1. En los procesos comunicativos siempre debe existir un “alguien que emita” el mensaje y un “alguien que sea receptor” para el caso del texto que se plantea “El señor se relaciona con estos dos momentos: con una cosa como tal, objeto de las apetencias” considero que el autor esta planteando que ese alguien emisor esta interactuando con una cosa y un objeto de apetencia, por un medio mediato, a través de un ser independiente, el señor se relaciona con la cosa de un modo mediato, por medio del siervo; el siervo, como autoconciencia en general, se relaciona también de un modo negativo con la cosa y la supera; por lo que puedo inferir del texto que existe una comunicación entre sujetos pero no es directa, se encuentra mediada por un “objeto cosa” que no permite una comunicación directa y reciproca del mensaje y por tanto se da un proceso de comunicación unilateral desigual entre los sujetos.

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    1. Compañero, tu comentario me hace pensar en la comunicación y lo plantearía de la siguiente manera, entendería que el señor es quien emite un mensaje y el siervo su receptor, pues este se encuentra subordinado a las órdenes del primero. Pero este siervo al recibir el mensaje y ser dependiente del amo logra transformar los objetos, logra construir. Mientras que el amo queda reducido a observar y a obtener lo que produce el siervo. Coincido en tu planteamiento de la comunicación desigual y me preguntaría ¿acaso no estamos siempre en desigualdad al comunicarnos con un otro? Aun cuando nos presentan mediante diversos discursos una idea de igualdad.

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    2. María Camila Gracias por tu comentario
      Dando respuesta a tu pregunta, considero que sí, siempre existe desigualdad en el momento de realizar un proceso de comunicación tanto en el contexto presencial tanto el no presencial. Poniendo la pregunta en el contexto NO PRESENCIAL dado el seminario que se está desarrollando, existen unos niveles de interacción que entran en juego al utilizar las plataformas que nos ofrece la informática. En el caso del contexto universitario es muy común que los estudiantes tengan dispositivos y conexión a internet y los procesos de interacción son amplios comparado con otros contextos como la educación en población rural, donde no todos los estudiantes tienen a su alcance los dispositivos y la conexión a internet; por tanto los procesos de interacción se reducen y ahí la desigualdad en el proceso de comunicación poniendo en juego los niveles de interacción que se pueden dar en los dos contextos anteriormente mencionados.

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    3. Respondo al pequeño diálogo —que celebro— entre César Augusto y María Camila:

      Si hablamos de comunicación, ¿no es un tanto redundante decir que ahí deben existir emisores y receptores?; la idea de “comunicación”, ¿no lo supone ya? Ahora pongamos el lenguaje en la escena que pinta Hegel. Cuando dice —como cita César— que el señor se relaciona con “una cosa como tal, objeto de las apetencias”, no veo por qué hablar allí de un ‘emisor’; por ejemplo, cuando estoy pelando papas, ¿soy un emisor? Por supuesto que me interesa muchísimo poner al sujeto en relación con el lenguaje, pero hasta este ese punto de la frase citada por César, no parece ser el caso. Ahora bien, cuando dice que la relación con el objeto de apetencia está mediada por otro, tampoco veo que ahí Hegel sugiera la presencia del lenguaje: el ciervo transforma el objeto que toma el amo como objeto de la apetencia. En ese punto veo plausible la inferencia de César: una comunicación (por ejemplo, cuando el señor ordena al siervo fabricar algo para disfrutarlo); además, una comunicación desigual. Sin embargo, ¿la comunicación tendría que ser recíproca? Esa idea la estamos agregando desde nuestra posición actual, porque lo que está planteando Hegel es que esa comunicación es desigual por necesidad. Y que haya desigualdad no quiere decir que haya unilateralidad: cada uno responde desde su posición. Por su parte, la desigualdad es constitutiva del vínculo humano.
      Recuerden que veníamos diciendo que el reconocimiento de las autoconciencias llevaba a la muerte. Entonces, de acuerdo con Hegel, la diferencia que se introduce (señor/siervo) es justamente la que permite la sobrevivencia y la continuación de las autoconciencias. En ese sentido, la diferencia (que implica la subordinación) no ha de ser explicada diciendo que el señor es emisor y el siervo receptor; agreguemos: cada uno habla desde su posición. Por eso es muy interesante la pregunta de María Camila: ¿acaso no estamos siempre en desigualdad al comunicarnos con un otro? César está de acuerdo y Hegel también lo estaría. Con eso, encuentra un lugar la aclaración de María Camila: “Aun cuando nos presentan mediante diversos discursos una idea de igualdad”.
      César alude a diferencias inherentes a la comunicación no presencial a través de las plataformas: disponibilidad de dispositivos de comunicación, acceso a internet, por ejemplo. Pero esas diferencias (definitivas en lo social), no son tan cruciales como el hecho de encontrar que toda comunicación es desigual, independiente de que se haga en presencia o a distancia.

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  2. En entradas anteriores, veíamos como tiene lugar el enfrentamiento por el reconocimiento contra una autoconciencia que es independiente y que nos permitiría pensar en un sujeto que se constituye en la existencia de un otro, en tanto siempre se está en la búsqueda que otra autoconciencia le reconozca su independencia.
    Las figuras del señor y el siervo nos invitan a pensar nuevamente sobre la búsqueda de ese reconocimiento. La autoconciencia que en la lucha logra la victoria será el señor, una consciencia independiente y el siervo una consciencia dependiente en tanto es un ser para otro. Sin embargo, para poder obtener un objeto el señor interpone al siervo y ahora su relación con aquello que tenía que aniquilar porque era su deseo ahora será mediada por el siervo quien no lo aniquila, sino que lo transforma. Entonces, si para obtener algo el señor debe interponer al siervo, el señor solo puede ser por medio del siervo, más no ser por si mismo, pero igualmente, se podría plantear que la existencia del siervo depende también de la existencia de un señor, sin señor no hay siervo y sin siervo no hay señor. Ahora bien, el señor es reconocido por el siervo, pero si el siervo le reconoce únicamente por temor ¿es válido este reconocimiento?

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    1. María Camila, gracias por tu comentario
      Estoy de acuerdo con tu interpretación: el reconocimiento implica un enfrentamiento entre autoconciencias. Insisto en que esto es constitutivo, porque no depende de ciertos acontecimientos sociales, sino que están configurando a los sujetos. Ahora bien, una vez configurados, ya tendremos los acontecimientos donde se presentan enfrentamientos específicos; pero me parece que no es a esto a lo que se está refiriendo Hegel.
      Tal como dices, entiendo que las figuras del señor y el siervo apuntan a una resolución del problema inherente al reconocimiento. Es fundamental la idea de que no se enfrentan entre sí para resolver este problema, sino que lo hacen de cara a un elemento exterior al reconocimiento, a saber: la muerte. Es por la diferencia de decisión frente a ese elemento tercero que se producen las figuras del señor y del siervo como implicación. En ese sentido, tal como dices, “sin señor no hay siervo y sin siervo no hay señor”.
      Y esto va a producir cosas sorprendentes, como señala María Camila. Por ejemplo, el hecho de que el señor termina siendo reconocido por alguien que no está en su posición… si se tratara de un reconocimiento entre señores, tendríamos el enfrentamiento entre iguales (que termina en eliminación); por su parte, el siervo termina realizándose en los productos que lleva a cabo, independientemente de que sean para la apetencia del señor. Más que reconocer por temor —respondo a la última pregunta—, el siervo reconoce por la posición que ha asumido frente a la muerte: “prefiero vivir”. El asunto de si eso es “válido” o no es una consideración moral que tiene su legitimidad en otro espacio, pues Hegel está haciendo otra cosa —según me parece—: tratando de explicar la especificidad humana.

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  3. Hace poco vi un documental sobre los juicios de Nüremberg, lo esencial de documental era mostrar la reacción de los altas mandos nazis cuando se les mostró la evidencia visual que los responsabilizaba por el genocidio cometido por su régimen y partido político. Primero, estos Señores de la guerra, la propaganda, la ideología y de la muerte se mostraban tranquilos, confiados; Göring, Keitel, Rosenberg, Gobbel, Himmler, entre otros, se mostraban apacibles en el tribunal. Pese a que la Alemania Nazi había sido derrotada y bombardeada allí estaban estos vestigios políticos encarnando aún la mediación (esencia sintetizada) de un delirio totalitarista (ser independiente coseidad). Incluso tras haber visto las evidencias fílmicas de los campos de concentración, las fosas comunes, los muertos en las calles de Berlín se constituían en Señores, mediadores de dos pueblos siervos (la gente alemana de a pie y los judíos segregados), pueblos que no podían abstraerse de esta relación con el régimen ni de su lucha “dependiente”, de su “independencia” por la coseidad (coseidad que aquí no es otra que el poder expresa o como dominación o como libertad).

    Qué testimonio tan voraz el que dejaron estos juicios, el escabroso relato de unos Señores cuya potencia se realizó por encima de otro(s); de estos pueblos otros subsumidos bajo un para sí de la muerte (no solo como concepto sino como conciencia para sí). Judíos y ciudadanos alemanes, una expresión de una autoconciencia general cuya relación es negativa con la cosa (dominación, libertad; como ya dije), con su propia existencia. Pueblos incapaces de destruir, muy a diferencia de los Señores del régimen, pero completamente capaces de transformar; ¿transformar qué?, la historia, el mismo movimiento de reconocimiento. Pues, como dice Hegel, lo que el Señor hace contra sí lo hace contra el otro, y lo mismo para el siervo (los pueblos siervos).

    Así pues, volviendo al presente, a la virtualidad, la pandemia y a la formación, henos aquí “repitiendo” la realidad según Hegel, henos aquí en un blog mediados por la coseidad y el goce (por el capital que produzca un semillero de investigación y los deberes para obtener una calificación), por un Señorío que se pretende “formativo”. Henos aquí delirando con que un Blog tiene efectos educativos y que tales efectos (como lo pretendió el tercer Reich) durarán mil años. Pero por fuera del diván psicoanalítico, por fuera de la filosofía idealista de sillón, todos sabemos aquí que en realidad esto no es más que el espacio virtual de una materia electiva incrustada a la fuerza en una maestría (cada vez más alejada de la educación); espacio que no tendrá más poder de destrucción o transformación que el que pueda permitirle la luz eléctrica y el servicio de internet que cada uno tenga en su casa. Por lo demás, todo se reducirá nuevamente a un “Gracias Chaira” o en este caso a un “Gracias Guillermo por tu aporte”, pues esta vez no le daré a mis respectivos señores algún reconocimiento, me limitaré (al igual que ellos) a percibirles como personas, a percibirles como otros que yacen independientes de la cosa, como soberbios ante la vida… de cualquier modo el yo es el nosotros y nosotros el yo, y con goce o sin él autoconciencia duplicada.

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  4. Al leer el texto inicia con la definición de señor que es: “la conciencia que es mediación a través de otra conciencia cuya esencia es el ser independiente”. El señor se relaciona con estos dos momentos: una como tal con apetencias y con la conciencia para la que la coseidad es lo más importante; en cuanto al señor puede ser conciencia y autoconciencia al mismo tiempo y también es mediación que solo es para sí por medio del otro que se relaciona de modo inmediato con ambos momentos y de modo mediato a cada uno de ellos por medio del otro. El señor se relaciona al siervo de un modo mediato a través del ser independiente y se halla sujeto al siervo, no puede separarse, es dependiente, no se puede abstraer y tiene su independencia en la coseidad. Lo que se convierte en silogismo teniendo al otro bajo si. Al igual el señor se relaciona con la cosa de forma inmediata, por medio del siervo y se convierte en autoconciencia, se relaciona negativamente con la cosa y la supera. Al tiempo que la cosa es para él algo pendiente sin poderla destruir mediante la negación simplemente la transforma. Esta mediación la relación la convierte en negación pura o en goce, que ni la apetencia no lograra, lo logra en èl. El señor intercala al siervo entre la cosa y él, se une a la dependencia de la cosa y lo goza, pero abandona el lado de la independencia de la cosa al siervo, que lo transforma. Es entonces, donde la conciencia no esencial de un lado lo transforma y de otro en la dependencia en la existencia, en ninguno de los momentos la conciencia señorea al ser para negarla. Es acá donde surge el reconocimiento en la que la conciencia supera y hace ella misma lo que la primera hace con ella. En otro momento cuando esta acción es propia de la primera hace que el siervo es un acto del señor, siendo lo primordial. La acción pura en comportamiento y el siervo una acción no pura, no inesencial. Pero falta un momento para el reconocimiento, el de que el señor hace contra el otro y contra sí mismo y lo que si el siervo hace contra sí, lo haga también contra el otro. Es un reconocimiento unilateral y desigual. Para el señor la conciencia no esencial es aquí el objeto, que constituye la verdad de la certeza de sí mismo, claramente se ve que este objeto no corresponde a su concepto, se ve no corresponde al concepto, es una conciencia independiente y a la vez dependiente, donde el señor no tiene certeza del ser para sí como de la verdad, la conciencia es no esencial y la acción también. La verdad de la conciencia independencia de ser servil, aparece fuera de si y no como la autoconciencia. El señorío revela que su esencia es lo inverso o contrario de lo que quiere ser, así también la servidumbre devendrá al realizarse plenamente de un modo inmediato, retornara así como la conciencia rechazada sobre sí misma y se convierte en independencia cierta y verdadera.

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    1. Mayra, gracias por tu comentario
      La conciencia a la que Hegel llama ‘señor’ es ser para sí, pero con la mediación de otra conciencia, a la que llama ‘siervo’, la cual tiene a la cosa por esencial y por eso depende de ella. El ‘señor’ se relaciona de manera mediata con el siervo y con la cosa (a través de la cosa y del siervo, respectivamente). Y como el ‘siervo’ toma a la cosa como independiente, no la niega sino que la transforma.
      El ser del ‘señor’ deviene por el reconocimiento de la otra conciencia que se ha puesto como no-esencial 1.- en la transformación de la cosa y 2.- en la dependencia respecto del otro.
      Este reconocimiento es unilateral y desigual: el ‘señor’ se supera como ser para sí; el ‘siervo’ intenta hacer lo mismo, pero el ‘ser para sí’ es para quien la cosa no sea nada (resulta así una acción no pura, inesencial). Falta que cada uno haga contra sí mismo lo que hace contra el otro. Para el ‘señor’, el ‘siervo’ es el objeto, la verdad de la certeza de sí. Pero ésta es una conciencia dependiente, no una conciencia tal. No hay verdad en la certeza del ‘señor’ acerca del ser para sí. Su ‘verdad’ es una conciencia y una acción no esenciales.
      ¡La conciencia independiente termina teniendo por verdad a la conciencia servil!
      ¡Y la conciencia ‘servil’ termina siendo independiente!

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  5. En textos anteriores se ha venido hablado acerca de la autocociencia entre el ser y el yo, poder integrar la autoconciencia entre el señor y el siervo como esenciales para convertirse en ser independente implica relacionar al señor a partir de dos momentos: el primero enfocado hacía un objeto de apetencia es decir a la necesidad de querer algo para sí mismo y el segundo momento como conciencia para lo esencial, es decir que de cierta manera estos dos momentos se correlacionan para el constructo de sujetos sociales, de tal manera que el señor alude cuáles son sus necesidades sociales y el siervo las coloca en contexto para poder fortalecerlas.

    Esta interpretación quizá es un poco apresurada para estos dos momentos, pero justamente ese tipo de análisis es lo que pretendo realizar en cada una de las entradas, poder llevar al contexto real cada uno conceptos los cuales se van tejiendo entre sí, es decir cada uno aporta algo de manera significativa y contribuyen a la formación de sujetos en el caso particular de lo educativo.

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    1. Alejandra, gracias por tu comentario
      Cuando decimos ‘consciencia’, ¿no está incluida la idea de ‘autoconsciencia’? Pienso que Hegel se da toda es vuelta para hablar de una ‘autoconsciencia’ pero como resultado del reconocimiento. Tal vez para él la sola ‘consciencia’ permitiría hablar del sujeto cognoscente, mientras que la ‘autoconsciencia’ le permite hablar de la relación (la expresión “sujetos sociales”, sería redundante). La relación no vendría después de la existencia de los sujetos, sino que sería coextensiva a la idea de sujeto. Así, ‘siervo’ y ‘señor’ serían maneras de nombrar las complejidades propias del proceso de advenimiento de la autoconsciencia en tanto reconocimiento y con objetos de apetencia de por medio.
      Por favor, revisa el comentario hecho a Mayra.

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  6. A partir de las reflexiones de Hegel en el señor y el siervo, se puede evidenciar el camino que siguen las autoconciencias en su desarrollo.

    El siervo el aquel quien renuncia a su deseo para satisfacer el deseo de su señor y existe en la medida que es reconocido por su amo; y el señor se constituye como tal, en tanto el sirvo acepta su condición. Esta relación entre señor y siervo es tensa y propone una lucha constante la cual se resuelve mediante el triunfo del deseo del uno sobre el otro. Allí se puede evidenciar la negación que puede hacer el siervo de esta dependencia o condición acabando con la supremacía del señor, generando como consecuencia un vacío gracias al rechazo de lo existente.

    Si llevamos estas reflexiones al plano de lo formativo podemos ejemplificar al formador como el señor y al aprendiz como el siervo. El aprendiz asume el papel de siervo en la medida que se somete a la palabra y aprobación del formador aceptando su legitimidad; y el formador actúa como el señor en tanto es quien legitima lo alcanzado por el aprendiz. El formador está condicionado por la voluntad o deseo de saber del aprendiz, lo que lo obliga a salir fuera de sí para dar una respuesta, permitiendo al aprendiz problematizar esta dependencia o relación a partir de la satisfacción de su deseo. Como resultado queda el vacío, el cual es el deseo que se materializa en algo luego de rechazar lo existente.

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    1. Johan, gracias por tu comentario
      De acuerdo: las reflexiones de Hegel evidencian el camino que siguen las autoconciencias en su advenimiento. Ahora bien, ¿el ‘siervo’ “renuncia al deseo”? Recuerda que su consigna es “prefiero vivir”; y al final del texto de esta entrega, el ‘siervo’ termina siendo la conciencia verdaderamente independiente. Además, ¿renunciaría a su deseo para satisfacer el deseo de su ‘señor’? Recuerda que la consigna del ‘señor’ es “no temo morir”; y, al final, su verdad es la conciencia servil. La idea de ‘apetencia’ ¿cabe en la idea de deseo?
      No hay reconocimiento en un caso y aceptación en el otro. Lo que hay es un reconocimiento unilateral y desigual.
      Es muy interesante estudiar lo que señalas: la negación del ‘siervo’, el fin de la supremacía del señor (tenemos testimonios históricos). Estamos al comienzo de la “Fenomenología del espíritu” de Hegel… tocaría seguir leyendo, pues él tiene respuesta para tu pregunta.
      Por supuesto que podemos comparar la lógica del ‘siervo’/‘señor’ con la relación maestro/estudiante. Así como Hegel introduce la MUERTE para explicar cómo es posible que las dos autoconciencias no se eliminen, podemos entender que en la escuela el SABER cumple esa función de poner a las autoconciencias en función de un elemento tercero, por fuera de la relación de reconocimiento. En este caso, las consignas podrían ser: “deseo el saber” (el maestro) y “no quiero saber” (el estudiante). De hecho, cuando se verifica el efecto formativo, cuando el estudiante también dice “deseo el saber”, queda abolida la relación educativa; ahora estas dos personas están en la misma relación frente al saber, aunque tengan recorridos distintos. No se trataría simplemente de un sometimiento, sino de una serie de acciones complejas que no pueden imponer el conocimiento (lo cual es imposible), sino acaso crear unas condiciones de posibilidad para que el estudiante haga su elección.

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  7. Hola Maestro y Compañeros
    Retomando el contexto de las dos entradas previas, es importante hacer retroactivas las lecturas y ver como Hegel estudia el problema de reconocimiento, el cual es tan importante en cuanto a las condiciones de posibilidad para la formación.

    Del texto trabajado en esta sesión, es evidente cómo Hegel nos plantea dos autoconciencias que no están a un mismo nivel, siendo la primera el señor y la segunda el esclavo. Tales autoconciencias pueden reconocerse cómo conciencias para sí, no solo cómo conceptos de ella, “[…] sino una conciencia que es para sí, que es mediación consigo a través de otra conciencia”.

    Ahora bien, Siguiendo a Hegel, el señor (entendido cómo autoconciencia) utiliza al siervo (entendido cómo autoconciencia) para reconocerse cómo conciencia, no puede hacerlo por sí mismo ¡Necesita del otro! (Recordemos que, en entradas anteriores, el enfrentamiento era crucial para que las autoconciencias, independientes entre sí, se reconozcan). Sin embargo, este siervo tiene una característica específica, “[…] su esencia se sinteriza con un ser independiente o la coseidad en general”
    Es importante señalar que, para evitar que las conciencias se aniquilen, se introduce un objeto (podríamos llamarlo simbólico). Esta es la necesidad de que el siervo se relacione con la cosa, que es independiente, y no la aniquile, sino que la transforme. Luego, este, el siervo la pone ante el señor, evidenciando la necesidad del señor de poner al siervo entre la cosa y el. (Pues el señor goza con la cosa transformada por el siervo) Así, retomando lo que nos propone María Camila, el señor solo se reconoce por la existencia del siervo, mas no por sí mismo, de igual modo sucede con el siervo, se reconocer por la existencia del señor, no por sí mismo (cumpliendo si la condición estudiada en la condición estudiada en entradas anteriores, las autoconciencias “se reconocer reconociéndose mutuamente”).

    Es importante llevar esto a los asuntos que son contingentes al seminario. La formación bajo TIC. De este modo, pese a que el medio de comunicación sea el uso de plataformas TIC, el profesor y el estudiante no están al mismo nivel, si esto sucediera se aniquilan, pero tanto el profesor necesita del estudiante para reconocerse y viceversa. Ahora bien, este objeto simbólico que introducimos, tal como lo hemos conversado en el seminario, es el saber, donde tanto profesor como el estudiante tienen diferentes formas de relación con este.

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    1. Dayron, gracias por tu comentario
      De acuerdo: si hemos ido a Hegel es porque el reconocimiento es fundamental para pensar las condiciones de posibilidad de la formación, lo cual nos da elementos para responder a la pregunta por la formación en contexto de TIC.
      Parte de ese esclarecimiento que introduce Hegel es el de plantear que la horizontalidad de las autoconciencias permite un mutuo reconocimiento pero que, finalmente, es mortífero y, entonces, su supervivencia sólo es posible a condición de introducir un elemento que no está en ese plano horizontal (tú lo llamas ‘simbólico’ con toda razón, pero se trata de otro ámbito explicativo en el que podríamos decir que lo simbólico corta el registro imaginario).
      Efectivamente, introducida la diferencia, cada uno necesita del otro, pero lo que queda configurado es un reconocimiento unilateral y desigual, anota Hegel.
      De otro lado, si bien el ‘señor’ goza con la cosa transformada por el ‘siervo’, ¿no goza más de la relación?, ¿no es de ahí de donde obtiene su verdad, según el texto?
      Comparto la idea de que, no obstante usar plataformas TIC, la relación no es necesariamente horizontal (entre iguales), pues el tipo de relación que se configure lo hace existir la postura del docente, no el medio de comunicación.
      Interesante la idea de que, para reconocerse, el profesor necesita del estudiante y viceversa; pero habría que aclarar que se necesitan de una manera muy distinta: ¿cuál, en cada caso?
      (Por favor, ver las otras respuestas, pues ahí se comentan algunas de las cosas que planteas).

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