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martes, 12 de octubre de 2021

05. La lucha de Las autoconciencias contrapuestas

La autoconciencia es primeramente simple ser para sí, igual a sí misma, por la exclusión de sí de todo otro; su esencia y su objeto absoluto es para ella el yo; y, en esta inmediatez o en este ser su ser para sí, es singular. Lo que para ella es otro es como objeto no esencial, marcado con el carácter de lo negativo. Pero lo otro es también una autoconciencia; un individuo surge frente a otro individuo. Y, surgiendo así, de un modo inmediato, son el uno para el otro a la manera de objetos comunes; figuras independientes, conciencias hundidas en el ser de la vida —pues como vida se ha determinado aquí el objeto que es—, conciencias que aun no han realizado la una para la otra el movimiento de la abstracción absoluta consistente en aniquilar todo ser inmediato para ser solamente el ser puramente negativo de la conciencia igual a sí misma; o, en otros términos, no se presenta la una con respecto a la otra todavía como puro ser para sí, es decir, como autoconciencias. Cada una de ellas está bien cierta de sí misma, pero no de la otra, por lo que su propia certeza de sí no tiene todavía ninguna verdad, pues su verdad sólo estaría en que su propio ser para sí se presentase ante ella como objeto independiente o, lo que es lo mismo, en que el objeto se presentase como esta pura certeza de sí mismo. Pero, según el concepto del reconocimiento, esto sólo es posible sí el otro objeto realiza para él esta pura abstracción del ser para sí, como él para el otro, cada uno en sí mismo, con su propio hacer y, a su vez, con el hacer del otro.

Pero la presentación de sí mismo como pura abstracción de la autoconciencia consiste en mostrarse como pura negación de su modo objetivo o en mostrar que no está vinculado a ningún ser allí determinado, ni a la singularidad universal de la existencia en general, ni se está vinculado a la vida. Esta presentación es el hacer duplicado; hacer del otro y hacer por uno mismo. En cuanto hacer del otro cada cual tiende, pues, a la muerte del otro. Pero en esto se da también el segundo hacer, el hacer por sí mismo, pues aquél entraña el arriesgar la propia vida. Por consiguiente, el comportamiento de las dos autoconciencias se halla determinado de tal modo que se comprueban por sí mismas y la una a la otra mediante la lucha a vida o muerte. Y deben entablar esta lucha, pues deben elevar la certeza de sí misma de ser para sí a la verdad en la otra y en ella misma. Solamente arriesgando la vida se mantiene la libertad, se prueba que la esencia de la autoconciencia no es el ser, no es el modo inmediato como la conciencia de sí surge, ni es su hundirse en la expansión de la vida, sino que en ella no se da nada que no sea para ella un momento que tiende a desaparecer, que la autoconciencia sólo es puro ser para sí. El individuo que no ha arriesgado la vida puede sin duda ser reconocido como persona, pero no ha alcanzado la verdad de este reconocimiento como autoconciencia independiente. Y, del mismo modo, cada cual tiene que tender a la muerte del otro, cuando expone su vida, pues el otro no vale para él más de lo que vale él mismo; su esencia se representa ante él como un otro, se halla fuera de sí y tiene que superar su ser fuera de sí; el otro es una conciencia entorpecida de múltiples modos y que es; y tiene que intuir su ser otro como puro ser para sí o como negación absoluta.

Ahora bien, esta comprobación por medio de la muerte supera precisamente la verdad que de ella debiera surgir, y supera con ello, al mismo tiempo, la certeza de sí misma en general; pues como la vida es la posición natural de la conciencia, la independencia sin la negatividad absoluta, la muerte es la negación natural de la misma conciencia, la negación sin la independencia y que, por tanto, permanece sin la significación postulada del reconocimiento. Por medio de la muerte llega a ser, evidentemente, la certeza de que los dos individuos arriesgaban la vida y la despreciaban cada uno en sí mismo y en el otro, pero no se adquiere para los que afrontan esta lucha. Superan su conciencia puesta en esta esencialidad ajena que es el ser allí natural o se superan a sí mismos, y son superados como extremos que quieren ser para sí. Pero, con ello, desaparece del juego del cambio el momento esencial, consistente en desintegrarse en extremos de determinabilidades contrapuestas; y el término medio coincide con una unidad muerta, que se desintegra en extremos muertos, que simplemente son y no son contrapuestos; y los dos extremos no se entregan ni se recuperan el uno al otro, mutuamente, por medio de la conciencia, sino que guardan el uno con respecto al otro la libertad de la indiferencia, como cosas. Su hacer es la negación abstracta, no la negación de la conciencia, la cual supera de tal modo que mantiene y conserva lo superado, sobreviviendo con ello a su llegar a ser superada.

En esta experiencia resulta para la autoconciencia que la vida es para ella algo tan esencial como la pura autoconciencia. En la autoconciencia inmediata, el simple yo es el objeto absoluto, pero que es para nosotros o en sí la mediación absoluta y que tiene como momento esencial la independencia subsistente. La disolución de aquella unidad simple es el resultado de la primera experiencia; mediante ella, se ponen una autoconciencia pura y una conciencia, que no es puramente para sí sino para otra, es decir, como conciencia que es o conciencia en la figura de la coseidad. Ambos momentos son esenciales; pero, como son, al comienzo, desiguales y opuestos y su reflexión en la unidad no se ha logrado aun, tenemos que estos dos momentos son como dos figuras contrapuestas de la conciencia: una es la conciencia independiente que tiene por esencia el ser para sí, otra la conciencia dependiente, cuya esencia es la vida o el ser para otro; la primera es el señor, la segunda el siervo.


20 comentarios:

  1. Me propondré articular el presente fragmento de la obra de Hegel al hecho concreto de la educación virtual.
    De acuerdo con lecturas anteriores, se puede afirmar Hegel tiene por base de su sistema filosófico el concepto de ‘autoconciencia’, siendo esta la exclusión de sí de todo otro, o bien, simple para sí. Su esencia es el Yo, el cual se expresa como inmediato y singular, y tiene por función moverse y reconocerse mediante el Otro, aun cuando en principio este Otro se exprese ante el Yo como objeto no esencial, como lo negativo. Sin embargo, tanto el yo como el otro, se constituyen como autoconciencias, como individuos y, por lo tanto, cada uno se entiende mutuamente como un objeto común, como independientes y hundidos en el ser de la vida. En otras palabras, ni el yo ni el otro, en principio, se asumen como autoconciencias sino como meras conciencias que no se realizan. Aquí es en donde entra en acción el movimiento de abstracción absoluta que consiste en aniquilar todo ser inmediato como condición necesaria de que el yo y el otro se presenten a sí mismos, finalmente, como autoconciencias.

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    1. Chaira Daniela, gracias por tu comentario
      No sé si pudiéramos decir que la autoconciencia es la base del sistema filosófico de Hegel. Sobre todo porque esa primera conciencia cuya esencia es el yo, inmediato y singular, hundida en el ser de la vida… es más ‘consciencia’ que ‘autoconsciencia’ (cuando entra la abstracción absoluta).

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  2. Mientras no se genere dicho movimiento, el yo y el otro se limitarían a ser conciencias, pero no autoconciencias, lo que los limitaría a tener tan solo certeza de sí, pero no del otro, por lo que no podrían acceder a la verdad salvo la de su propio ser. No obstante, tanto en el presente texto como en fragmentos anteriores, Hegel insiste en la función del Reconocimiento (es decir, de cuan inevitable es el movimiento de abstracción), en tanto que necesariamente ha de realizarse el ser para sí, el hacer propio y del otro. Por lo tanto, dada esta ‘inevitabilidad’, tanto el yo y el otro (nosotros) deben reconocerse mediante la aniquilación, o sea, en la desvinculación de todo ser inmediato y determinado, entendido como singularidad universal o como “ser” vivo. Solo así el yo y el otro pueden presentarse a sí mismos, aquí nos encontramos con la autoconciencia duplicada: el Otro muere y el yo (sí mismo) arriesga la vida. La comprobación de la autoconciencia es entonces una lucha de vida o muerte; esta es la única posibilidad de elevar la certeza de sí a la Verdad en el Otro. Arriesgando la vida se mantiene la libertad y se alcanza la auténtica esencia de la autoconciencia: un momento que tiende a desaparecer, puro ser para sí. Por eso Nosotros no podemos dar más valor a la vida del Otro del que damos a nuestras propias vidas, el Otro siempre será conciencia entorpecida, negación absoluta antes que ser para sí. De allí que mantenernos con vida sea esencial (como el para sí) pues solo así seríamos independientes y no estaríamos sujetos ‘objetivadamente’ a otro.

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    1. Chaira Daniela, gracias por tu comentario
      Esa certeza de sí sin pasar por el otro no tiene verdad (de ahí el límite que le planteas). Por eso la necesidad de introducir el concepto de ‘reconocimiento’. Ahora bien, ¿por qué el reconocimiento se realiza mediante la aniquilación? Si se trata, como lo explicas, de desvincularse de todo ser inmediato y determinado, la muerte tendría entonces un sentido “metafórico”. Tanto así que la muerte de hecho no da lugar a “elevar la certeza de sí a la Verdad en el Otro”, como dices.

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  3. Ahora bien, aunque en el ejercicio inmediatamente anterior fui tomada como persona, pero no como individuo, fui reducida a un “gracias Chaira por tu comentario” (supongo que ello se debe a que me resisto a ser una creyente -en el sentido epistemológico de creencia- de Hegel y Lacan), de cualquier modo, continuaré mi empresa con relación al problema de la educación/formación virtual. En primer lugar, ya enuncié (y el mismo apartado llamado ‘Contexto’ del presente Blog lo sostiene), en la educación virtual no hay un enfrentamiento directo entre un yo y otro, antes bien, primeramente, hay que resolver cómo se dispone de la tecnología (computadores, celulares) y del acceso internet, es decir, de entrada no hay lucha de autoconciencias contrapuestas, ni duplicación, ni posibilidad de reconocimiento, tal vez haya abstracción pero en un sentido enteramente lógico aunque no epistemológico y mucho menos psicológico. Por esta razón, tanto para la educación virtual, como para la educación ‘tradicional’ de Colombia, habrá que poner en entredicho el concepto de auto-conciencia, al menos en un marco interpretativo, pues difícilmente en ambos contextos se puede ver a un Sujeto capaz y autosuficiente; nada más lejos de la realidad. En cambio, habría que hablar de Cuerpos que constituyen, per se, en múltiples atributos de un primer y único elemento que no necesariamente expresa su totalidad en la razón: la Naturaleza, entendida como un constituyente material y biológico (primitivo) antes que espiritual. En esa medida, se vuelve mucho más plausible el enfrentamiento de un estudiante (un cuerpo cuya facultad de entendimiento se dispone a aprender) ante un computador (un cuerpo material, no biológico, pero diseñado para articularse mecánica y funcionalmente con el cuerpo-estudiante). Todo lo anterior con el fin de procurar un nuevo efecto educativo y una disposición del conocimiento

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  4. En segundo lugar, esta Otra interpretación nos obliga a pensar otra definición de la verdad (en cuyo seno hallamos a su vez el conocimiento), la Verdad no puede ser la realización de una autoconciencia, sino que, en tanto yo, otro y nosotros nos definimos como cuerpos, dicha verdad ha de ser ahora el propio entendimiento, el contenido que me formo sobre una idea u objeto y que se sustenta por su propio fin, por ser la fiel manifestación de lo que percibo y comprendo. Bajo estos presupuestos, se puede abolir el movimiento de abstracción absoluta, o sea, el arriesgar la vida y darle muerte al otro, evitamos jerarquizar los extremos dados en señor y siervo y, de paso, evitamos comprender el individuo en relación exclusiva con el concepto de autoconciencia. Asimismo, nos desligaríamos de una concepción subjetivista de la libertad, expuesta como independencia (para sí) o como indiferente (en tanto desintegración en extremos de determinabilidades contrapuestas), para pasar a una concepción donde la libertad simple y llanamente es la propia existencia, el deseo de ser (de preservarse), y desde donde es posible construir relaciones pacíficas y convergentes y ya no antagónicas e igualmente aniquilantes. De ser así, el principal efecto educativo sería el reencontrarnos con la naturaleza, el de conciliarnos con nuestro propio cuerpo, o sea, el comprender cuál es el alcance de nuestra razón y nuestras fuerzas. Se trata pues de una educación orientada al actuar ético y no a la disposición del conocimiento, por lo que, incluso en el ámbito virtual, la tarea fundamenta sería el buscar y el experimentar el “ser” de la vida, el gozo de nuestra propia estructura y, socialmente hablando, la de otros, Allí un computador con acceso a internet no tendría que esta unívocamente determinado a consolidar conocimientos estrictamente epistemológicos en quien lo usa, sino que sería una ventana mucho más amplia de la existencia misma, abriría el camino a nuevas experiencias éticas, políticas y críticas.

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  5. Desde el apartado abordado para esta entrega el eje central es la lucha por el reconocimiento y todas las implicaciones que esto supone.
    Se encuentra la autoconciencia (cuya esencia es el ser para sí) ante otra autoconciencia que no es meramente un objeto, sino que también es un ser para sí, es independiente. No como le sucede al objeto que es en tanto la conciencia le percibe.
    Ahora bien, las autoconciencias son seres para sí y entran en una lucha a muerte por el reconocimiento de la individualidad, reconocer al otro en tanto individuo. En esta lucha la autoconciencia identifica que “su esencia se representa ante él como un otro, se halla fuera de sí y tiene que superar su ser fuera de sí”. Es decir, aquello que se consideraría propio se encuentra en otra autoconciencia y por tanto su derrota es necesaria. ¿Pero qué pasa si se elimina por completo a ese otro en quién se identifica la propia esencia?
    También, teniendo en cuenta esta lucha se libra por el reconocimiento y si “un individuo surge frente a otro individuo” ¿la autoconciencia no tendría un carácter o naturaleza de intersubjetividad, es decir, no es algo que se de en la existencia de un sujeto apartado, sino que se constituye en la relación con los otros.?

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    1. María Camila, gracias por tu comentario
      Tal como dices el asunto central es el del reconocimiento, que pasa por un enfrentamiento con el otro, en tanto está haciendo el mismo proceso. “Negar” el objeto, para poderse constituir como algo diferente de él (aquí no es necesario saber si está siendo percibido como es), es distinto a negar a otra autoconciencia, que está buscando lo mismo, que no sólo depende de una “percepción”. Es ahí donde se entiende —tal como citas— que aquello que se consideraría propio se encuentra en otra autoconciencia. ¿Cómo entender que esto genere un enfrentamiento? De todas maneras, no sería en realidad “a muerte”, porque la consumación de ese hacer no dejaría para el individuo una esencia.
      Cuando un individuo, en la constitución de la autoconciencia, surge frente a otro individuo, cuando decimos que se constituye en la relación con los otros… ¿ayuda en algo llamarlo ‘intersubjetividad’? ’Intersubjetividad’ ¿no sugiere la idea de sujetos que entran en relación?; en cambio, lo que intenta hacer Hegel —me parece— es la historia de un sujeto que no termina “en sí mismo”, sino en el otro.

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  6. La autoconciencia tiene como objeto absoluto el yo, donde su ser es singular con carácter negativo, que también es autoconciencia, siendo figuras independientes de conciencia en el ser de la vida con abstracción consistente y ser único y no se manifiesta como autoconciencia por lo que tiene poca verdad ya que esta radica en su propio ser como objeto independiente siendo certeza de sí mismo. Puede presentarse a sí mismo como pura abstracción y es negación de estar vinculado a ningún ser determinado ni a la singularidad universal de la existencia. Esto puede ser duplicado hacer del otro y el hacer por uno mismo. Por tanto, el comportamiento de las dos autoconciencias se define por sí mismos y la una a la otra mediante la lucha a vida y muerte entonces se prueba que la autoconciencia no es el ser sino que en ella no se da nada que signifique pues tiende a desaparecer y es pura para sí. Un ejemplo es cuando se arriesga la vida, esta es conciencia entorpecida, de muchas maneras, tendiendo a la muerte del otro,exponer la vida pues el otro no vale más que èl mismo; entonces la vida es posición natural de la conciencia y la muerte es la negación sin la independencia no tiene significación para reconocerla y evidentemente de que muchos arriesgaban la vida y a la vez la despreciaban, cada uno en sí mismo, y en el otro. La conciencia se reconoce asi misma como objeto real. Por que la conciencia se reconoce como sujeto y se despierta con la emociones y se reconoce como autoconciencia, que es el momento para si, lo que percibe y aniquila el objeto, se apodera y lo posee, por eso necesita otra autoconciencia son contrarias pero una va con la otra. Un individuo surge frente a otro individuo, son figuras independientes, conciencias hundidas en el ser de la vida.

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    1. Así lo entiendo, Mayra

      Si la conciencia se toma como objeto, excluye todo otro (no esencial) y es ser para sí (singular). Pero lo otro —también autoconciencia— objeta esta inmediatez. En lo inmediato, el uno para el otro son objetos comunes, sumidos en la vida. Tal certeza será verdad cuando su propio ser se presente ante ella como objeto independiente. La pura abstracción de la autoconciencia niega el vínculo (con un ser, con la existencia, con la vida).
      Cuando se aniquila todo ser inmediato (abstracción absoluta), se es el ser negativo de la conciencia igual a sí misma, puro ser para sí (autoconciencia). El reconocimiento es posible si el otro realiza esa abstracción; este hacer del otro pone en riesgo la vida, pues cada uno tiende a la muerte del otro. Las autoconciencias se comprueban por sí mismas, y la una a la otra, mediante la lucha a vida o muerte. Sólo así habrá certeza de sí misma de ser para sí a la verdad en la otra y en ella misma.
      La esencia de la autoconciencia no es el ser, ni el primer surgimiento de la conciencia de sí, ni hundirse en la vida en la que todo es fugaz. Se arriesga la vida para alcanzar la verdad de ser reconocido como autoconciencia independiente: el uno vale lo que vale el otro. Su esencia se representa ante él como un otro, fuera de sí. Si mata al otro, supera su ser fuera.
      Como la vida es la posición natural de la conciencia (independencia sin negatividad absoluta), comprobar por medio de la muerte niega la conciencia y supera la verdad que saldría de ella, la certeza de sí… pero entonces no habría reconocimiento. Arriesgar y despreciar la vida —en sí y en el otro— no sería para ellos (que mueren).
      Superan su conciencia (esencialidad ajena del ser allí natural) y son superados como extremos que quieren ser para sí: se desintegran en determinaciones contrapuestas cuyo término medio es una unidad muerta. Negación abstracta, no la negación de la conciencia, la cual supera y conserva lo superado: sobrevive a ser superada. Para la autoconciencia, la vida es tan esencial como la pura autoconciencia.
      En la autoconciencia inmediata, el yo es el objeto absoluto (mediación absoluta), independencia subsistente. Pero la disuelve la primera experiencia: autoconciencia pura vs. conciencia (que no es para sí sino para otra, coseidad). Momentos desiguales y opuestos que no logran unidad:
      1.- señor: consciencia independiente (ser para sí)
      2.- siervo: consciencia dependiente (cuya esencia es la vida o el ser para otro).

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  7. La auto conciencia, el dominio del sujeto sobre sí mismo, cuyo objeto es el yo, y lo que para el sujeto es el otro, es un objeto no esencial pero que al mismo tiempo es una autoconciencia y que por medio de ese otro le permite surgir a manera de objetos comunes, regresando a los planteamientos de Lacan cuando existe el reconocimiento del yo en el espejo y que debió de ese reflejo se identifica y se reconoce a si mismo y nos diferencia de otros organismos próximos al humano. Lo anterior sólo es posible sí el otro objeto realiza para él esta pura abstracción del ser para sí, como él para el otro, cada uno en sí mismo, con su propio hacer y, a su vez, con el hacer del otro. En la autoconciencia, el yo es absoluto que busca la independencia, el sujeto busca una autoconciencia pura (conciencia independiente) el ser para sí y por otro lado una conciencia (conciencia dependiente) vida o ser para el otro.

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    1. Cesar Augusto, gracias por tu comentario
      Difícil hablar de ‘sujeto’ cuando usamos los términos de Hegel. Me interesa mucho que, poco a poco, el filósofo va llegando a la idea del reconocimiento como constitutivo de la autoconciencia, de manera que no habría precisamente un ‘sí mismo’ (ni en Hegel ni en Lacan). La reflexión de Lacan sobre el estadio del espejo tiene como trasfondo —entre otros— lo que estamos leyendo de Hegel. No se trataría entonces de un reconocimiento del ‘yo’ (¿cuál de los dos?), sino de la producción del yo (je) por efecto del reconocimiento.

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  8. La autoconciencia es la esencia del ser, entendida desde la singularidad; ahora bien no podemos dejar de lado al otro como algo inexistente pues el otro es una abstracción absoluta de lo que es considerado como bueno, malo y lo que no debe traspasar la esencia de ese ser, es claro que un individuo surge con otro individuo, pero de manera independiente presentándose a sí mismo como singular, a pesar de que comparte ciertas vinculaciones con el otro la esencia se delimita a partir de la vida y la muerte, es decir ambos momentos son esenciales pero contrapuestas de la conciencia y esos dos momentos tal y como lo plantea el autor, ‘’una es la conciencia independiente que tiene por esencia el ser para sí, otra la conciencia dependiente’ por lo cual cada autoconciencia comparten singularidades pero cada uno defiende su ser, en este caso ¿La vida de la muerte?

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    1. Alejandra, gracias por tu comentario

      ¿Cómo te suena la idea de que “la esencia del ser” sea el reconocimiento?
      Cuando rechazo al otro para definir mi “esencia”, resulta que el otro hace lo mismo: se enfrentan. Es como sin cada sujeto fuera una variable lógica, idéntica al otro; fíjate que, mientras se define el asunto de la autoconciencia, no estamos hablando de los rasgos singulares, de la historia de la ‘persona’, etc. Se definen en tanto reconocimiento; el asunto de la singularidad viene después. La idea de “no poder dejar de lado al otro” no es, en este caso, un asunto moral sino una implicación lógica.
      No sé si te parece que el asunto de la muerte puede ser metafórico…

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  9. El reconocimiento se logra a partir de la relación de dos autoconciencias, donde la primera se presenta como la experiencia de sí misma, independiente del mundo y la segunda, su negación. En este sentido esta lucha denota, por una parte, un hacer donde cada autoconciencia tiende a enfrentar a la otra y, por otra parte, un hacer por sí mismo un arriesgarse a ser negada.
    Este proceso se puede hacer evidente en la formación, en tanto las certezas previas del sujeto se enfrentan con los saberes del otro, con el propósito de salvaguardar los imaginarios primarios o transformarlos en saberes, el no lograr el saber repite en el presente las certezas del pasado, donde aquellas certezas no logran transformar lo imaginario a lo simbólico.
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    A partir de cierto punto,
    no interesa recoger más detalles.
    Ya toda información abruma o confunde.
    El destino de todo signo es invalidarse
    en el encuentro inevitable
    con el signo contrario.
    A partir de cierto punto,
    sólo importa la transposición de realidad
    que deshace los signos,
    rompe los sellos prepotentes
    y abre las compuertas
    de los caudales oscuramente imbricados.
    Entonces todo dato nuevo
    traba la realidad,
    divide la energía del fondo,
    debilita el pensamiento.
    Una flor no se actualiza.
    Nadie ha descripto una rosa.
    Una flor es el peso de su visión.
    El ser es siempre
    lo opuesto a sus datos.
    O la conflagración que los destruye.

    Roberto Juarroz

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    1. Johan, gracias por tu comentario

      Atención al comentario anterior: la necesidad de que los ‘individuos’ sean variables lógicas para poder adquirir cualidades propias. Por eso, las “certezas previas”, en tanto ideas específicas, vienen después y claro que pueden ser el terreno de los enfrentamientos, pero “de segundo nivel”, digámoslo así. En ese sentido, no hay “imaginarios primarios”. Y lo que llamas “imaginarios” NO se pueden transformar en saberes. “Certezas previas” e “imaginarios primarios” se oponen al saber; entre ellos y el saber hay una discontinuidad.
      Está muy interesante la idea de traer a cuento el poema de Juarroz (“El destino de todo signo es invalidarse / en el encuentro inevitable / con el signo contrario”). Viene muy bien para mostrar el límite de lo simbólico, no obstante su mayor complejidad frente a lo imaginario.
      Me habría gustado que hubieras comentado el poema…

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  10. La lectura de Hegel tiene elementos interesantes en cuanto al estudio de las autoconciencias y el reconocimiento de las mismas.

    En el presente apartado, es claro como Hegel hace un esfuerzo por caracterizar la autoconciencia como ser para si - por causa de la exclusión de sí de todo otro- que se encuentra ante otra autoconciencia (que es para la primera autoconciencia, un objeto no esencial, cuyo carácter de marca es negativo). Sin embargo, el mismo Hegel sostiene que, en un primer momento, para la primera autoconciencia la segunda autoconciencia es solo un objeto común. Obsérvese “[…] son el uno para el otro a la manera de objetos comunes; figuras. independientes, conciencias hundidas en el ser de la vida […] conciencias que aún no han realizado la una para la otra el movimiento de la abstracción absoluta
    A este momento, cada autoconciencia tiene “certeza de sí misma, pero no de la otra. Esto no constituye ninguna verdad, pues la verdad solo esta solo está sujeta a la certeza de sí (Concepción de sí como autoconciencia y de lo otro como conciencia).
    Ahora bien, Hegel sostiene que, para lograr el reconocimiento, es necesario realizar la abstracción absoluta de su ser, tanto para sí cómo para el otro (Tal cómo lo estudiamos en la entrada anterior)

    Siguiendo a Hegel, la abstracción de la autoconciencia se centra en “mostrar que no está vinculado a ningún ser allí determinado, ni a la singularidad universal de la existencia en general, ni se está vinculado a la vida.” Ojo, no se está vinculado a la vida. Esto le permite a Hegel afirmar que, para que el reconocimiento tenga lugar es necesaria la abstracción de la autoconciencia, la cual implica no estar sujeto a la vida, por ende “el comportamiento de las dos autoconciencias se halla determinado de tal modo que se comprueban por sí mismas y la una a la otra mediante la lucha a vida o muerte.”
    O sea, la comprobación de la primera autoconciencia respecto a la segunda autoconciencia sucede cuando se introduce una acción particular (No estar sujeto a la vida). O se solo mediante el duelo se reconoce al otro cómo individuo, pues “su esencia se representa ante él como un otro, se halla fuera de sí y tiene que superar su ser fuera de sí”

    Ahora bien ¿Cómo es posible llevar esta idea de “duelo” para dar cuenta del reconocimiento, en términos del aula? La idea de “lucha a muerte” es posible pensarla como una abstracción propuesta por Hegel para dar cuenta que el reconocimiento entre semejantes (pares iguales) conllevaría a la aniquilación (Podríamos situarla cómo agresión en el aula), mientras que, si hay una acción particular en el aula (lo que llamamos duelo) parece ser que el reconocimiento, de sí, y del otro tiene un lugar diferente a la aniquilación. ¿Tiene esta acción (que llamamos duelo) alguna variación si el acto educativo es de carácter remoto o presencial?

    Pd: Profe, me excuso por la tardanza en el comentario. Hoy que revisé el blog caí en cuenta que no había quedado guardado

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    1. Dayron, gracias por tu comentario

      En relación con Hegel, ojo al comentario a Mayra.
      Claro que la agresión de los estudiantes muchas veces obedece a esa lucha de la que habla Hegel. Pero ya veremos algo más de la “lucha a muerte” en el aula y cómo entender la “aniquilación” y la “virtualidad”.

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