Les agradezco a todos sus comentarios. Pero... ¡no saben seguir instrucciones! En la columna de la izquierda del blog, el primer subtítulo es "Instrucciones" y les pedí estar atentos de lo que allí se dijera. Allí decía: "Por favor, esperar a la nueva intervención de Sandra". Nadie esperó.
Recuerden que no se trata de una red social. Sin orden, la cosa se vuelve una opinadera. Déjenme organizar la discusión.
De todas maneras, no pierdan el ímpetu. Creo que empezamos con fuerza. Ahora, háganme caso.
A continuación, trato de dar una respuesta global.
Léanla y NO HAGAN COMENTARIOS. No se trata de una nueva entrega, sino de un intento de referirme a algunas (lamentablemente, no a todas) de las inquietudes.
Ya les avisaré cuándo viene la segunda...
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Plantea Sandra (no sé si en respuesta a mi solicitud) cuatro asuntos a
los que quiero referirme:
1. Que las categorías «no son concebidas fuera de los campos de
recontextualización». Fíjense que si hablamos de “campos de recontextualización”,
pues —como su nombre lo indica— no se conciben allí categorías, sino que se las
pone en otro contexto, lo que implica, por supuesto, transformarlas en otra
cosa. Por ejemplo, ‘competencia’ es una categoría en la lingüística, pero en el
campo de recontextualización escolar, se convierte en una noción confusa que
pierde toda relación con la categoría.
2. Que es en los campos de recontextualización donde «nacen las
inquietudes investigativas». De nuevo: si hemos de seguir el sentido de la
expresión ‘recontextualización’, allí no se trata de investigar, sino de “traducir”
el saber producido en el campo de producción simbólica, cuyo mecanismo de trabajo
es lo que llamamos “investigación científica”. En cambio, en el campo de
recontextualización escolar, bajo la expresión “investigación”, cabe de todo:
desde una reseña bibliográfica, hasta el relato de lo que un maestro de todas maneras
tiene que hacer, pues le pagan por inventar estrategias delante de sus
estudiantes. Nada que nazca en el sentido común podrá ser legitimado en el
campo de producción simbólica; si así fuera, ¡sobraría la ciencia! En cambio, las
nociones que nacen en el sentido común son objeto de desmonte en el campo
científico. Lo vemos en todas las disciplinas: todas desmontan lo que el
sentido común cree.
3. Que la polisemia es necesaria, «ya que de allí, distinguen elementos
discriminadores y analíticos que determinan su coherencia para la investigación».
No: la polisemia es justamente la imposibilidad de discriminar (algo que es legítimo
en los ámbitos que no lo necesitan). Es por eso que hemos definido las
categorías como discriminadores y, al mismo tiempo, como mono-sémicas.
4. Los investigadores no eligen categorías. Lo que eligen es teorías y,
entonces, ya no eligen categorías, sino que están obligados —por efecto de su
primera elección— a usar ciertas categorías. En este sentido, en el campo
teórico no existe el riesgo de confundir una categoría con una temática o con
una noción (como dice Andrés); ese riesgo está justamente para quien está por
fuera del campo. Ojo a lo que dice Sttefany sobre el vínculo estrecho entre
categoría, teoría y metodología.
Otra cosa son los temas (asunto del que se habló bastante en los
comentarios): uno podría hablar de la “libre elección de los temas”, pero éstos
han de ser tratados de alguna manera y allí es donde los campos se
diferencian. Un ejemplo: Alex Adrian nombra categorías: aceleración, posición,
velocidad... Fíjense que no son “temas” tomados de unas declaraciones de la
gente que percibe fenómenos físicos, sino que son tomadas de una disciplina
llamada Física. Ahora bien, Alex se pregunta cuáles son las categorías
necesarias en la investigación educativa. Ante esto, dos cosas: a) el ejemplo
que pone de un «Estudio de la densidad del aceite de palma» no es “investigación
palmativa”, sino investigación física; entonces, ¿por qué habría “investigación
educativa”? Atención: la primera se define por la disciplina a la que pertenece,
mientras la segunda se define por el tema... ¡Eso no es consistente! Y b) ¿por
qué no pregunta Alex por la disciplina desde la cual hacer la investigación,
desde la cual tomar las categorías? ¿Por qué cuando se trata de educación
habría que cambiar los criterios? Cuando uno tiene tema y después va a buscar
conceptos y teorías, es claro que está en un campo; cuando uno tiene una teoría
que le permite problematizar percepciones y, en consecuencia, delimita un
objeto, está en otro campo muy distinto.
Así, Claudia dice que «las categorías se definen en torno a las
preguntas de investigación». Creo que “preguntas de investigación” es una
expresión escolar, no algo que opere en el campo de la investigación
científica. Con todo, si eso existiera, habría que decir todo lo contrario: son
las categorías las que permiten hacer preguntas, problematizar algo.
En ese sentido, veamos lo que dice Édgar Daniel: «las categorías son
herramientas discriminatorias que me posibilitan enfocar mi mirada en aquello
que quiero investigar sin el riesgo de desviarme por el camino». Dicho así,
parece que “lo que quiero investigar” está antes de las categorías. Pero,
entonces, ¿cómo hago, sin categorías, para tener una pregunta de investigación?
¿Acaso las preguntas que yo ya tenía quedan intactas cuando llegan las categorías?
¿Desde dónde hago preguntas si no tengo categorías? Tal vez desde el sentido
común... ¿pero no es justamente el sentido común lo que va a quedar cuestionado
por la investigación? De nuevo: si la ciencia legitima nuestras creencias,
¿sería necesaria? No en vano, Édgar dice: «es necesario primero leer sobre el
tema que se va estudiar»... ¡O sea que no había leído!, pero, entonces, ¿qué
tipo de asunto se propone estudiar por fuera de un campo de saber? Claro que si
no sabemos de algún tema (cultivo de altillanura), nos ponemos a leer al
respecto... y a eso lo podemos llamar “investigación”. Está bien. Pero eso no
es investigación relativa al saber, sino a la información, algo completamente
legítimo para una persona que se quiere informar, pero algo discutible para alguien
que hace una investigación relativa al saber (como es el caso de una maestría).
Es necesario diferenciar los campos. Podemos hacer “investigación” en
el campo de la publicidad, de los celos, en la Procuraduría, en la NASA, en el
IDEP... ¿De cuál estamos hablando en la Maestría? En general, la escuela
pretende tener funciones en relación con el saber (por eso ahí se habla de
matemáticas, historia, ciencias naturales, filosofía, etc.). Pues bien, se
supone que la investigación que los estudiantes hacen en la maestría tendría que
ver con algunos de los campos de saber que la escuela pone en escena. Sin
embargo, en el seno de la escuela también se mueven propósitos políticos. Y eso
es legítimo. Ahora bien, ¿por qué no llamarle ‘política’ a la ejecución de
propósitos políticos?, ¿por qué llamarla “investigación educativa”? Incluso,
podría llamársela “investigación con fines políticos” y entonces queda claro
que eso tiene su propia lógica e, insisto, su propia legitimidad.
Pongo un ejemplo: dice Edwin que «para definir o establecer una categoría
se debe concertar». Pero la concertación es política, no es teórica. Copérnico,
por ejemplo, era el único que pensaba que era la Tierra la que giraba alrededor
del Sol y no al contrario... y era el único que tenía razón. ¿Se podía “concertar”
la teoría heliocéntrica? ¡No! Ahora bien, se puede concertar con las personas,
y se pueden hacer estudios, que se llamen “investigaciones”, a escala social.
Pero eso no se puede hacer pasar por investigación sociológica o histórica, por
ejemplo. Y la escuela (es el caso de una maestría) da títulos en relación con
el saber; la escuela es un legitimador social de capital simbólico en relación
con el saber. Por eso, la idea de Edwin de «coincidir o aportar a unos
objetivos colectivos» es políticamente plausible, políticamente encomiable, pero
no necesariamente desde el punto de vista teórico. En ese sentido, la «Lección
sobre la lección» del sociólogo Pierre Bourdieu es un documento muy sugerente.
Así, la anotación de Ariel viene al punto: de un lado, hay unas
categorías rigurosas y, de otro lado, hay un investigador que, si no es igualmente
riguroso, las categorías no van a tener sentido. Sería como darle un serrucho a
un elefante que quiere derribar un árbol. ¡Hay que estar a la altura de la
teoría! Alguien tiene que apropiarse las categorías y hacerlas existir en su
rigurosidad. Ahora bien, eso no quiere decir que no se pueda hablar de la
especificidad de los casos: ¡al contrario! Las buenas abstracciones son
excelentes herramientas para comprender los hechos concretos. Siendo así, es
imposible hacer un “modelo rector” con las categorías (como advierte David). Es
que si no las apropiamos y empezamos a hablar de ellas como la panacea, ¡pues
lo que estamos haciendo es recontextualización, y ni un ápice de teoría! Usar
una palabra no es usar una categoría. De ahí la necesidad de distinguir de qué
campo estamos hablando.
Dice Andrés que «para poder empezar a investigar debe haber claridad
primero en el tema que se quiere tratar». Esto que plantea Andrés se lo dicen a
uno en la universidad. Pero, ¿no hay, en la historia de la ciencia, miles de
ejemplos contrarios? La historia de la ciencia está llena de ejemplos es los que
los autores no tienen certeza sobre su tema; de casos en los que se termina
yendo por caminos que no se habían previsto. Lo que no ha faltado en esos casos
es una teoría desde la cual se habla (por lo tanto: unas categorías) y un rigor
del lado del investigador. Ahora bien, esto no quiere decir que la teoría no
cambie, que las categorías no cambien. Pero cambian a un ritmo propio. De otro
lado, Andrés está preocupado por el forzamiento de los datos; legítima preocupación.
Pero, si hay forzamiento de los datos, ¿habría investigación?, ¿no podríamos
sospechar, más bien, que se trata de la acción propia de un campo que pide
resultados y, en consecuencia, a veces se siente la tentación de forzar?, ¿y/o que
se trata de un campo donde no existe el rigor del que habla Ariel y, entonces,
el mal uso revela una deficiente apropiación?
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